PASANDO BAJO EL UMBRAL DE LA POBREZA

Hay una teoría que dice que el dinero es como la energía. Nunca desaparece, solo se transforma circulando por el Universo. Lo malo es que la entropía asociada al dinero es inexistente y  éste fluye por canales que van siempre a los mismos agujeros negros.

Es por ello que mientras el Universo sigue su curso,  desde la Moncloa nos visten mentiras con traje y corbata.

Mientras la tierra gira, resulta que las opiniones contrapuestas a aquello que el gobierno escupe una y otra vez son un acto delictivo per se.

Mientras los océanos se agitan, nos hablan de reformas y contrarreformas, de recortes que no son recortes y rescates que no llegarán nunca pero que están asomando la patita por debajo de la puerta con contundencia.

Mientras todo pasa y todo queda, lo nuestro es pasar, pero pasar pertrechados con la culpabilidad cargada sobre nuestras espaldas. La crisis es culpa tuya, y mía, y de mi mujer, y de tus padres y de mis abuelos mineros, y de tu hermana que vive por encima de sus posibilidades y de mis amigos en el paro y de tu primo, el pobre, que no tiene para comer por golfo e imprudente.

Pero la culpa no es de los que amasaron fortuna. La culpa no es de los que lo tienen todo. La culpa no es de los dueños de bancos que cual piratas de la era moderna, hunden el barco y se marchan con el Botín. La culpa no es de políticas estúpidas y contraproducentes, de despidos masivos, de despilfarros absurdos, de estaciones sin trenes y aeropuertos sin aviones, de cientos de miles de pisos vacíos mientras gente se pudre en la calle.

Unos se fuman sus puros y comen jamón de doscientos euros el kilo mientras otros suspiran por esos doscientos euros para alimentar su familia un mes. Unos abandonan hogar y familia en busca de trabajo y en casa, a los desempleados les tachan de haraganes, holgazanes y poco menos que delincuentes por no encontrar un trabajo. Trabajo complejo de hallar por cuanto se despide más gente y si buscas un empleo por el que antes competían cincuenta, ahora te enfrentarás a cincuenta mil, y solo podrá quedar uno mientras a los otros les cortan la cabeza.

Dice Milagros Pérez Oliva en  El País, y tiene razón,  que la pobreza ya nos llega a todos. Que da igual que seas rico, mundano, prohombre o gitano. Todos culpables. Ya no hay diferencia, de credo, raza o condición y mucho menos política. La división ahora es clasista. Una diferencia cada día más abismal entre pobres y ricos porque desde que el hombre es hombre y el poder se mide en dinero, los ricos intentarán ser más ricos y los pobres escapar de su condición de pobres. El problema es que ahora, parece que no llegar a fin de mes o no poder salir a cenar un día con tu familia significa que estas siendo un haragán y un criminal y este calificativo se lo están lanzando a camareros, albañiles, actores, camioneros, médicos, profesores, limpiadores, científicos, basureros, oficinistas, pequeños empresarios, cajeros, dependientes e incluso a jubilados.

Y todo ello sin que se les caiga la cara de vergüenza.