No quiero criticar libremente al país que tan generosa y abiertamente me ha
acogido y dado un empleo y una oportunidad en la vida. Si es cierto que, a
nivel migratorio, altas son las trabas a superar para conseguir un estatus
similar al concedido por derecho de nacimiento a cualquier estadounidense, pero
supongo que es un mal endémico y no localizado.
Pero ya son cuatro años aquí, con sus luces (más) y sus sombras (menos). No
voy a negar que la morriña es un problema físico de difícil curación. Desde el
momento que cruzamos el túnel del Negrón sabiendo con certeza que Asturias no
era una opción a la hora de trabajar, tuve claro que la vida iba a darme las
suficientes vueltas como para empezar a aceptar el lugar donde pazco como un
nuevo hogar lejos del hogar. Y Buffalo, salvando esos inviernos mortales, no
está nada mal. Buena gente, un hermosísimo otoño, una primavera corta pero
intensa y un verano para enamorar.
Pero volvamos al tema. En el día del debate electoral español, me
sorprenden unas declaraciones de esa mente preclara que es Donald Trump. Porque ignorantes metidos a políticos no existen solo
en España.
Dice Donald que la entrada de
musulmanes representa un peligro y que cerrar la frontera por cuestiones de
religión es una opción. Que debemos estar alerta. Es una visión tan sesgada y
cortita de la realidad que el miedo me recorre al pensar que existen personas
que toman en serio a la versión estúpida de Conan
O´Brien.