SOBRE EL HOGAR DE LOS VALIENTES

No quiero criticar libremente al país que tan generosa y abiertamente me ha acogido y dado un empleo y una oportunidad en la vida. Si es cierto que, a nivel migratorio, altas son las trabas a superar para conseguir un estatus similar al concedido por derecho de nacimiento a cualquier estadounidense, pero supongo que es un mal endémico y no localizado.

Pero ya son cuatro años aquí, con sus luces (más) y sus sombras (menos). No voy a negar que la morriña es un problema físico de difícil curación. Desde el momento que cruzamos el túnel del Negrón sabiendo con certeza que Asturias no era una opción a la hora de trabajar, tuve claro que la vida iba a darme las suficientes vueltas como para empezar a aceptar el lugar donde pazco como un nuevo hogar lejos del hogar. Y Buffalo, salvando esos inviernos mortales, no está nada mal. Buena gente, un hermosísimo otoño, una primavera corta pero intensa y un verano para enamorar.

Pero volvamos al tema. En el día del debate electoral español, me sorprenden unas declaraciones de esa mente preclara que es Donald Trump. Porque ignorantes metidos a políticos no existen solo en España.

Dice Donald que la entrada de musulmanes representa un peligro y que cerrar la frontera por cuestiones de religión es una opción. Que debemos estar alerta. Es una visión tan sesgada y cortita de la realidad que el miedo me recorre al pensar que existen personas que toman en serio a la versión estúpida de Conan O´Brien.

Por ejemplo. En 2012 Adam Lanza, blanco y católico decidió suicidarse en el orden inverso a como debió hacerlo, es decir, después de asesinar a veintisiete personas en lugar de antes. En 2014, Elliot Robertson, nacido en Londres, de madre asiática y educación católica masacró a seis personas mientras hería a otras catorce. Lo de Columbine ya es famoso y hasta tiene una película llamada Elephant. El pistolero de Oak Creek, la masacre de Virginia Tech, o la matanza de Waco con cincuenta y un días de cerco a una secta armada hasta las orejas que dejó a su paso en torno a ochenta cadáveres. Todos ellos gente de bien, de orígenes diversos. Claro, no queda bien que Donald se posicione contra una masacre de estadounidenses cometida por estadounidenses, porque al final acabas diciendo que el problema de Estados Unidos son los estadounidenses y suena mal. Mejor que lo paguen los musulmanes, o los mejicanos, entendiendo a Méjico como un subcontinente que abarca desde Río de Janeiro hasta Huesca.

Y yo que soy medio analfabeto pienso que, problema musulmán, lo que se dice musulmán, pues no hay, si me permiten tal aseveración. Al menos no algo crónico. Pero Estados Unidos se ha caracterizado siempre por la búsqueda de enemigos. Y de no encontrarlos no duda en crearlos, pero pocas veces practica el sano arte de la autocrítica, de mirar si el problema nace de dentro.  

Y observo, con malestar, en el día a día esa extraña querencia a la protección y a la forja de héroes y damiselas en apuros que Donald vuelve a sugerir con ese "Estemos preparados". Los aplausos a soldados que defienden la democracia para que todos vivamos seguros (¿really?) me chirrían cuando veo a los bomberos pidiendo dinero en los semáforos para seguir trabajando. La lucha por los derechos de afganos, iraquíes o ciudadanos de Kuwait me deja sin palabras cuando resulta que una persona que paga religiosamente por su sanidad recibe una factura inasumible por un tratamiento vital y sufre desprotegida por la falta de cobertura o seguridad social que obliga a octogenarios a llenarte las bolsas en el súper de la esquina. Me choca la absoluta indiferencia hacia la vida del prójimo más cercano hasta que llega el momento de unirse porque vienen los chinos, o los moros, o los rusos. El rojo, blanco y azul, el hogar de los valientes, los cohetes y las fanfarrias. Ese país que luce banderas a media asta cada semana y que duerme con un ojo abierto y la pistola bajo la almohada por sentirse seguro.

Un hogar de los valientes definido en demasiadas ocasiones por el miedo. Un país de contrastes. Siéntete seguro de que estamos para protegerte. Pero del de afuera. Del islamista, el comunista y el mejicano. Una vez dentro, éste es el país de la libertad, el que inventó la democracia (cuando me lo dijeron no pude parar de reírme), el que permite que tus sueños se hagan realidad. Claro que no todos los sueños son limpios y hermosos. Algunos también soñamos con el presidente Trump.