Todo había sido perfecto. El módulo había aterrizado sobre la superficie del satélite con inusitada suavidad. El comandante bajó las escaleras y su acertada y ensayada frase recorrió todo el mundo entre aplausos y vítores. Un avance, un paso más en la construcción de un nuevo futuro. El comandante paseó dubitativo sobre la superficie de aquella roca, tanteando los efectos de la menor gravedad. Cuando comprobó que todo iba bien llamó al segundo de abordo. Todo era perfecto. Las imágenes transmitidas de la hazaña, quedarían grabadas y se emitirían por los siglos de los siglos, pero ahora, tocaba el trabajo duro y oscuro, el trabajo de campo, el sumar hallazgos. Las cámaras se apagaron y el comandante y su segundo comenzaron a pasear por el satélite recogiendo muestras y comunicándose brevemente por el intercomunicador. La tarea rutinaria se convirtió en ilusión.
-¡Que visión tan hermosa!- comentó el comandante observando el planeta azul alrededor del cual orbitaban en ese momento. Su segundo asintió. La belleza inenarrable de aquella bola de agua era sobrecogedora.
-Pronto estaremos allí- Respondió el segundo al mando –Será maravilloso- añadió.
Ambos paseaban a prudente distancia del módulo que les había permitido colonizar los primeros aquel pedazo de roca y polvo. De pronto el comandante sintió, más que vio, algo a su izquierda. Embutido en su traje espacial, protector frente a los estragos del vacío, el comandante de la primera expedición, avanzó en dirección a la figura que destacaba en el horizonte. Ascendió una pequeña colina arenosa y lo que vio casi lo tumbó de espaldas. Con gestos rápidos y disimulados llamó al segundo al mando. Este se apresuró a acercarse, todo lo que permitía la escasa gravedad y el difícil vestuario. Mientras, el comandante se agitaba y se ocultaba tras la escasa colina que le servía de escondite. Cuando el segundo al mando llegó, se escondió unos instantes. Asomó la cabeza y se quedó estupefacto. El comandante le sugirió que se agachara para no ser visto. Dos extraños seres de color blanco y con un único y gigantesco ojo, caminaban a saltos en dirección a una construcción de pequeño tamaño. Su extraña fisonomía dejaba claro que no estaban adaptados a la superficie por la cual se desplazaban con dificultad. Tras de sí, dejaban un pequeño objeto inidentificable.
-¿Qué es eso, señor?-
-No tengo ni idea-
-¿Qué hacemos señor?
El comandante miró a su segundo y con la voz temblorosa repitió –No tengo ni idea-
Ambos permanecieron ocultos, mirando alrededor, y el terror se apoderó de ellos cuando la construcción en la que se habían introducido los dos alienígenas se elevó. Temieron por su tercer compañero, que les esperaba orbitando sobre el satélite. Cuando la nave alienígena hubo partido y se aseguraron de estar solos, el comandante avanzó lleno de pánico en dirección a aquel objeto nunca visto pero claramente manufacturado, no natural. Se acercó lentamente. Desarmado y temeroso llegó a su altura. A cierta distancia el segundo al mando le siguió. Se colocaron en torno al objeto, echando furtivas miradas en derredor. El comandante tocó el extraño objeto, lo acarició y no comprendió nada.
-¿Qué significan esos colores y esas figuras?-preguntó el segundo
-No lo sé- respondió el comandante.
-¿Esto significa que no estamos solos en el universo?-
El comandante ZZorgasx dudó por unos instantes, sus tres dedos sujetaron la parte más fina del extraño hallazgo y se deslizaron hasta la rígida tela de la parte superior en la que se dibujaban unas barras y estrellas que para él nada significaban. Miró a su segundo que se apoyaba en su apéndice trasero para mantener el equilibrio.
-Eso parece- respondió.
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