Hoy culmino mi repaso a doce grandes películas con doce grandes finales. Mañana tengo tres pachangas (es lo que tiene no encontrar curro, en algo hay que amortizar el tiempo) y no creo que tenga físico para ponerme con el blog, pero el sábado prometo volver a mis personajes de comic.
En Pixar se toman su tiempo a la hora de hacer una película, y cuando no tienen la mente puesta en el vil metal (Cars) hacen obras de una maestría indudable. Si estuviese hablando de inicios de película en lugar de finales, tendría que escribir páginas y páginas de la apertura muda de Up, increíble demostración de cómo transmitir sentimientos sin una sola palabra. Sin embargo hay un final excepcional en Ratatouille, un final acorde a una gran película. La rata Remy se hace cocinera en el gran París y su némesis será un crítico de cocina que ha perdido el gusto, no solo por la comida, sino por la vida en general (como demuestra su habitación con forma de ataúd). En el final de esta película, Brad Bird, su director, hace una crítica de los críticos, valga la redundancia. Una crítica dura y sutil, hermosa y elegante, una forma de transmitir la idea de cómo algunos solo quieren destruir la belleza sin querer aportar nada hermoso al mundo. Sin duda una película muy hermosa.
Llorar y llorar. Eso es lo que provoca el final de esta película. La milla verde de Stephen King se convierte en una película de tres horas realmente impresionante. Hermosa por momentos y de dureza extrema en las ocasiones en las que se requiere. Todos los actores están de sobresaliente absoluto, con mención aparte para Sam Rockwell y Doug Hutchinson en el papel de malos y un realmente entrañable Michael Clarke Duncan en el papel de John Coffey, el cual llega al corazón del espectador, hecho increíble dado el espectacular y monstruoso físico de este actor nominado al óscar por esta película. Tras dos horas y media de idas y venidas, John Coffey decide acabar con su sufrimiento. De esta manera, un “ángel de Dios” como lo define un personaje, un sanador, en definitiva una buena persona, va por propia voluntad a la silla eléctrica entre las lágrimas de sus ejecutores y de todo el que vea esta película y no sea un psicópata homicida. Posteriormente se nos muestra el final del otro personaje, el carcelero interpretado por Tom Hanks, el cual ha alcanzado la inmortalidad en compañía del pequeño ratoncito protagonista de una de las historias más duras de la película. Una demostración de buen cine, sin duda alguna.
Otra película de David Fincher. Otra película excepcional y realmente impresionante en cada minuto de metraje. Otro hito en el cine y otro éxito para su director y dos actores realmente en un estado de gracia increíble. Estaba claro que Edward Norton tenía una capacidad interpretativa soberbia y parece ser que acorde con su mal genio (solo hay que hablar con Tony Kaye, su director en American History X, que abandonó el cine tras esta maravilla de palícula), pero a Brad Pitt le faltaba el impulso final tras Se7en y Doce Monos. Aquí el rubio actor se consagró definitivamente como un intérprete de primera y dejó atrás la idea de que estábamos ante un guaperas más de Hollywood. La película es una alabanza hacia la anarquía y la liberación de la clase media a través de los ojos de un esquizofrénico con trastornos de personalidad evidentes. Cuando piensas que todo ha concluido, aparece un final de esos que te dejan pegado a la silla, y si en este caso eres un poco psicópata, puede que con una sonrisa en la cara.
Cadena perpetua es la absoluta exaltación de la amistad y del valor. Al igual que La milla verde, tiene un final altamente lacrimógeno, aunque en este caso parece que solo me afecta a mí, ya que no conozco a nadie que haya llorado nunca con el reencuentro entre Andy Dufresne y Red. La película es increíblemente dura y cruel con sus protagonistas, sobre todo con el interpretado por Tim Robbins, pero deja un mensaje de esperanza ya implícito en la novela de Stephen King. La historia original, incluida en el libro Las cuatro estaciones, se definía como “Primavera, esperanza eterna” y esa es la sensación que queda tras el visionado de esta maravilla. Nadie puede pasarlo peor que Dufresne. No puede haber peores castigos. Sin embargo, empeñándose en vivir sale adelante y hace realidad sus sueños, y uno de ellos es el poder envejecer junto a su amigo. El encuentro final entre ambos, en las playas de Zihuatanejo, con la belleza del paisaje y de la música de Thomas Newman, es de una hermosura delirante y una demostración de que la esperanza y la amistad son dos de las sensaciones más maravillosas que puede vivir el ser humano.
Con estas cuatro obras de arte me despido del tema. Faltan grandes películas con grandes finales, como Braveheart o Casa de arena y niebla (la actuación de Ben Kingsley es increíble), pero bueno, como decían en el final de otra obra cumbre del cine, "Nadie es perfecto".
No hay comentarios:
Publicar un comentario