Los tres hombres reunidos en la sala menos lujosa del palacio, esperaron la entrada del cuarto. Éste portaba una tela, una mortaja oscurecida de sangre y en cuyo interior todavía se encontraba el cuerpo que la manchaba. El trío que esperaba se agrupó y el cadáver fue arrastrado hasta depositarlo a sus pies. El legionario que había traído el cuerpo los miró con ojos furiosos. La misión que le había sido encomendada había resultado más complicada de lo esperado, y muy desagradable para él.
-Nada puede salir de esta sala- dijo el prefecto de Judea, Poncio Pilato –Nosotros tres y tú, pese a tu bajo rango - dijo mirando al soldado –somos los únicos que conocemos el secreto- Los demás asistentes a la reunión asintieron mientras el cuerpo envuelto en aquella sábana permanecía ante ellos.
Junto a Pilato, además del soldado encargado de transportar el cuerpo, se encontraba el jefe de la guardia del prefecto y un enviado del emperador Tiberio llamado Lucio. Toda vigilancia de la sala había sido despejada y los sirvientes de Pilato habían recibido órdenes de alejarse de la estancia y no molestar. El legionario Pilus había atravesado pasillos vacíos con su carga. Había sido una operación tan rápida que lo más sencillo fue vaciar determinadas alas del palacio para despejar el camino. Ocultar el paquete o desviar la atención de los observadores, habría provocado habladurías y comentarios. Dada la inestable situación política y religiosa de Judea, nada de eso interesaba. Había que operar con el mayor de los rigores y una discreción más allá de toda duda.
El representante del emperador no pudo reprimir sus dudas y apuró a Pilato a que explicara la causa de la reunión que le había hecho venir de tan lejos. El prefecto carraspeo y comenzó a informar a su superior.
- No es un secreto que intento gobernar una región ingobernable. Los judíos no respetan las órdenes de Roma. Su fervor religioso ha dado paso a una creciente fiebre subversiva. Los grupos rebeldes surgen y aumentan su poder día tras día. La gente los aclama y vitorea aumentando la fama de los insurgentes. Mis hombres lo saben bien- El legionario y el guardia personal de Pilato asintieron sin que nadie se lo pidiera –Sin embargo, por grave que parezca esta situación, otra ha ocupado su lugar en la escala de importancia. Hace tres días ejecutamos a un hombre mediante su crucifixión- Pilato interrumpió su relato cuando la sábana que se hallaba a sus pies comenzó a moverse. Los dos soldados se apartaron y el político venido de Roma dio un alarido de terror. El cuerpo envuelto en la sangrada tela comenzó a saltar y agitarse produciendo unos ruidos extraños.
-¿Qué demonios hay ahí dentro?- preguntó Lucio. Los demás se miraron entre sí. Pilato dio una orden con la mirada a Pilus y este avanzó dubitativo. Observó cómo se movía el cuerpo envuelto tratando de liberarse e incorporarse. Se aseguró de la situación del mismo dentro de la sábana, puesto que no veía bien donde se encontraba la cabeza y donde las extremidades. Con un rápido gesto lo sujeto por la parte de atrás de la espalda inmovilizando cuello y cabeza.
-Lo que va usted a ver no es hermoso- dijo Pilato –Y lo que es peor, no es útil al imperio. Si este hecho llega a oídos públicos, el fervor religioso unido a la rebelión política podría tornar en un caos absoluto a esta zona del imperio-
-Pero, ¿de qué me está hablando? Muéstreme que hay bajo esa sábana-
El jefe de la guardia de Pilato dio un paso al frente y comenzó a apartar la tela por los pies. Pese a la ayuda de Pilus, el cuerpo envuelto pataleaba y se revolvía sin producir ningún sonido humano, únicamente un ruido extraño al rozarse contra la tela cubierta por sangre seca. Los pies manchados y quebrados tras la agonía de la crucifixión quedaron al descubierto. Pilus y el jefe de la guardia se miraron. El legionario soltó los hombros del prisionero mientras que el otro soldado dio un fuerte tirón de los pies, descubriendo el cuerpo por completo.
Un hombre delgado y lleno de llagas cayó al suelo de espaldas. Inmediatamente Pilus se situó sobre su pecho mientras las piernas eran sujetadas por el guardia personal del prefecto de Judea. Lucio había observado la operación sin entender que sucedía ante sus ojos. Ahora las espaldas de los dos soldados, evitaban que contemplase quién era el hombre que se agitaba y gruñía como un animal. Pilato le tomó del brazo y ambos avanzaron desde las piernas del detenido hacia su rostro. Pese a que trató de taparse la boca, Poncio Pilato escuchó el grito de terror de su acompañante al ver las facciones del detenido. Delgado y desnutrido, sus labios habían sido devorados y mostraban unos dientes enormes y amarillentos. Su pelo lacio le caía por el rostro demacrado. Pese a la delgadez extrema del tronco y extremidades, era evidente que los dos soldados hacían enormes esfuerzos para evitar que se levantase.
-Observe- indicó Pilato –No tiene ojos, no ve. Las heridas del torso y las manos son mortales. Este hombre está muerto y aún así-
-Vive- le interrumpió Lucio -¿Cómo es posible?- preguntó. Pilato negó con la cabeza. El asunto era realmente asombroso, pero que tuviese origen en una zona con un conflicto religioso tan grave, podría dar origen a problemas más relevantes, y eso no permitía pararse a pensar en las causas de tal aberración.
-No es el primero- interrumpió Pilato mientras el cadáver del no muerto permanecía sujeto por los sudorosos soldados que evitaban todo contacto con la abierta boca de su cautivo–Uno de nuestros legionarios, fue asesinado por uno de los insurgentes. Tras recoger el cuerpo, éste presento signos de vida. Se levantó y le arrancó la garganta de un mordisco al galeno que se encargaba de verificar en qué situación se encontraba. Pilus se encargó de encontrar una solución definitiva para sus males-
Lucio miró a Pilus -¿Qué hiciste, legionario?-
Pilus se apartó de un salto mientras desenvainaba su espada. El muerto viviente al no sentir la presión sobre su torso, tosió y se incorporó de inmediato hasta quedarse sentado. Pilus le rebanó la garganta con un solo golpe de su espada. Miró la cabeza caer y la carne y sangre podridas que permanecían en su espada –Hice esto, señor, a mi compañero, y a muchos otros- Pilus mostraba tristeza en sus palabras. Lucio observó el cuerpo por fin inerte. El guarda personal de Pilato dejó de sujetar las piernas y se levantó. Sabía que luego, junto con Pilus, se encargarían de la limpieza de la sala.
-El legionario fue el primero. El galeno que le atendió falleció, pero al poco tiempo presentó los mismos síntomas, luego otros cinco más le siguieron- dijo Pilato –no debe llegar a oídos del pueblo. Que los muertos se levanten podría provocar la locura. Este pobre diablo fue crucificado y murió ante mis ojos y ahora ha vuelto hacerlo en mi sala. Informe a Tiberio para ver si el suceso se repite en otras localidades y también de cuál es la solución- dijo señalando a la cortada cabeza. Son peligrosos, no solo físicamente, también políticamente-
-Lo entiendo- dijo Lucio -¿Qué vas a hacer?-
-El rumor ya está en la calle- respondió Pilato mientras indicaba a los soldados que recogiesen los restos del cadáver – El problema existe. Si los religiosos lo convierten en una señal divina, podemos encontrarnos ante miles de fieles golpeando los muros de esta casa. Solo hay una solución-
-¿Cuál es?- volvió a preguntar Lucio.
-Dirigir la atención a otra parte. Hace tiempo que el hijo de un carpintero viene resultando un problema para Caifás y los demás sacerdotes locales. Sus ideas ganan adeptos y pese a ser inocuo para nosotros, los líderes religiosos judíos no piensan igual. Vamos a darles lo que vienen pidiendo desde hace meses. Nos han solicitado la pena capital para él. Lo convertiremos en un espectáculo público. Les entregaremos a ese hombre y entre la agitación y el murmullo, apartaremos el rumor de las resurrecciones de la calle-
-¿Y qué sucede si ese “hijo de carpintero” también se levanta de su sepulcro?- preguntó Lucio.
-Estaremos atentos a esa posibilidad- respondió Pilato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario