CONAN EL BÁRBARO (2011)

Tengo a un buen amigo, Avelino de nombre, el cual habitualmente muestra su grado de estupefacción o asombro con la frase “No tengo palabrinas”. Esa frase ha circulado por mi cabeza mientras veía anonanado la última versión cinematográfica de Conan el bárbaro. Me prometí a mi mismo no criticar películas que no me hubiesen gustado, pero esto ha sido demasiado para el cuerpo. Señores de Hollywood, no están ustedes haciendo una película que se llame “Lolo el guerrero”. Ustedes están trabajando con uno de los personajes más míticos del género de espada y brujería, un personaje que ha transcendido a diversos medios, teniendo éxito en todos y cada uno de ellos. Nacido en la novela “pulp” de la mano de su creador Robert E. Howard, desarrollado en el comic bajo la atenta mirada de genios del medio como Roy Thomas, John Buscema, Gil Kane o Barry Windsor-Smith e inmortalizado para el gran público en el cine bajo la tutela de Oliver Stone, la dirección de John Millius y la increíble banda sonora de Basil Poledouris, Conan es un personaje muy conocido y con un potente calado, por tanto no me imagino cómo hemos podido caer en esta abominación de película.

"Marcus Nispel, me quedo con tu cara"

Evidentemente detrás de esta versión, no existe ningún nombre que invite a la confianza. Su director, Marcus Nispel, especializado en revisitar y versionar películas antiguas como Viernes 13, El guía del desfiladero o el propio Conan, no ha destacado nunca por hacer una película decente. Pero lo peor viene cuando compruebas que la película tiene tres guionistas. Los dos primeros trabajan juntos y han creado bazofias del nivel de Sahara o El sonido del trueno (la peor película que he visto en mi vida). Además uno de ellos se apellida Oppenheimer, como el padre de la bomba atómica. Estoy seguro que la familia Oppenheimer está más orgullosa de su participación en el proyecto Manhattan que en esta “obra de arte”. 

Un hongo de este porte se debieron comer los guionistas

Supongo que ante el nefasto trabajo de estos dos elementos, llamaron a un tercero para arreglar el asunto. El señor Sean Hood colabora en el guión gracias a la experiencia adquirida en los libretos de las “maravillosas” El cuervo 4 o Halloween Resurrection, que no llegan al cuatro de nota en IMDb. Supongo que este trío de genios eran baratos y por ende la bazofia vomitada sigue los mismos cánones de austeridad. No sé lo que habrá costado la película, pero hasta la guarida del malo destila cutrerío por los cuatro costados. El uso de cromas es constante, lo cual no es problema si no se notase continuamente que los fondos están pintados utilizando una caja de ocho plastidecores, y para mí que alguno de los caballos era de cartón piedra.

Y para ahorrar compraron los Plastidecor en el chino de la esquina

Pasando a la historia, Conan, parido en el campo de batalla, ve como su padre muere por proteger el último componente de una máscara, la cual, una vez bañada en la sangre de una mujer, última de su dinastía, convertirá a su portador en un Dios. Tras una hora de rollo insufrible, con cambios de escenario increíbles (ahora nieve, ahora mar, ahora un bar, ahora un acantilado, ahora una cueva picadero), Conan se dirige a por el malo malísimo, pero antes ha de enfrentarse a un pulpo mierdero, el cual aparece en una escena delirante. Conan y su amiguete ladrón caminan por un estanque en el que el agua les llega por la cintura. De pronto un tentáculo atrapa al amigo de Conan y se descubre que en realidad el estanque era una piscina con cientos de metros de profundidad habitado por un pulpo, el cual se caracteriza por ser un sibarita con su alimentación. Cuando coge con el tentáculo a Conan o al ladrón, los arroja contra una pared, pero ahora, cuando pilla a un malo, se lo zampa de inmediato. Así, el cimmerio se escapa, con enorme facilidad, de la cueva del pulpo, la cual está a chorrocientos kilómetros de la guarida del malo, que digo yo que habría más caminos para llegar hasta allí. 

Pero claro, nadie se resiste a un buen pulpo

Cuando el malote se pone la máscara, tras bañarla con tres mililitros de sangre (yo pensaba que para estas cosas había que destripar o degollar a la muchacha, pero parece que me equivocaba), se pelea con Conan. La poderosa máscara que convierte en Dios a su portador no hace nada de nada. No sé qué clase de Dios será, pero está claro que es un dios pacífico y hippy. Ni tira rayos, ni da superfuerza, ni ná de ná. Hubiese dado más miedo si se hubiese puesto una careta con las facciones de Esperanza Aguirre y seguro que tal máscara, poder no proporciona, pero  debe entrarte una mala leche de cuidado, y si te apareces de tal guisa a un funcionario, seguro que se caga por la pata.

"Oye Conan, tú no serás sociata ¿no?"

Al final, cuando el malo tiene a Conan a su merced, el bárbaro clava su espada en el puente donde están ambos, y el villano cae al vacío. Y ya está. La hija del malvado brujo-guerrero, capaz de invocar hombres de arena que mueren cuando se les roza con una espada (incomprensible), dura medio minuto en su pelea con la doncella secuestrada. Mención especial, por cierto para la doncella, Rachel Nichols, que en la escena de la despedida de Conan (que la deja literalmente tirada a kilómetros de donde debe ir), se marca unos pucheros lamentables, más cercanos a la diarrea que a la tristeza. Para un aficionado al personaje, chirría toda la película. De hecho creo que no se oye ni la palabra Crom, dios de los Cimmerios e importante en la mística del personaje. Para mí que en el rodaje nadie había leído una página de lo escrito sobre él.

La pareja de guionistas celebrando su trabajo

Total, una decepción y un aburrimiento, que es mucho peor. No se la recomiendo ni a mi peor enemigo.