martes, 15 de noviembre de 2011

LA SERPIENTE DEL MONONGAHELA


Mientras espero la vuelta de la liga, encontrar un comic bueno que llevarme a la boca y trago el disgusto que me llevé con la película de Conan, hoy voy a volver a mi infancia y traerme del viaje una historia que me ha llamado siempre la atención. Amante desde niño de las historias fantasmagóricas, misteriosas o mitológicas, mis padres tuvieron a bien comprarme un pequeño libro de la editorial SM, el cual llevaba por título “El mundo de lo desconocido. Todo sobre monstruos”. 
No solo de Mortadelos vive el niño
En sus páginas encontré ilustraciones e información sobre historias tan fascinantes como la leyenda de Beowulf y Grendel, recientemente trasladada a la gran pantalla en dos versiones, una de ellas olvidada y olvidable, que fue interpretada por Cristopher Lambert. También hablaba del Yeti, el monstruo del Lago Ness o el gusano de Lambton. Todas ellas historias entretenidas e imaginativas que llenaron mi imaginación de monstruos y guerreros de otros tiempos. 
La del Gusano de Lambton también está bien
Sin embargo llamó mi atención una historia más cercana temporalmente y también más real. En este caso además se aprovechaban de mi temor al mar, temor el cual me ha llevado a nunca meterme en la playa más allá de donde haga pie. Odio la sensación de mar abierto y vacío y temo a cualquier bicho que por allí se mueva. De ahí viene mi atracción por la historia de la serpiente del Monongahela.
Tú imaginate que estás en la playa y te sale un bicho de este porte
El Monongahela era un barco ballenero estadounidense que a mediados del siglo XIX partió en dirección al Pacífico norte  bajo la dirección de su capitán Jason Seabury. Casi dos años después de partir, desde el puesto del vigía, se informa del avistamiento de lo que parece una ballena. El ballenero se prepara y se acerca a la presa con las velas hinchadas por el viento. Cuando se van acercando las dudas crecen. El color no parece el de una ballena. El comportamiento no es el de un gran tiburón, ya que asciende a superficie para respirar. El capitán Seabury y su tripulación ven pasar bajo el casco a un animal de enorme longitud y movimiento similar a un reptil. Pese a no saber de qué animal se trata, el capitán da la orden y los arponeros a regañadientes bajan a bordo de las barcas para cazar a la bestia marina. Tras arponear a la serpiente, los marineros del Monongahela mantuvieron una lucha feroz con el animal que se debatía con fiereza ante su muerte pero se negaba a rendirse. Prácticamente un día después, el monstruo entre estertores de muerte, sube a la superficie. El reptil con forma de serpiente es medido y dibujado. Su longitud superaba los treinta metros y su grosor era cercano a los siete en la parte más ancha. Ante la tesitura de su enorme tamaño, el capitán decide conservar la cabeza, con noventa y cuatro dientes curvados hacia adentro, y despiezan al animal, quedándose también algunos de los huesos y vísceras. Toda esta información llega a la prensa gracias al encuentro entre el Monongahela y el Brik Gipsy, otro barco cuyo capitán, desconocedor de la captura del ballenero, acepta llevar las cartas que Seabury le da, para hacerlas llegar a la prensa.
Imagen de la publicación de la época
Aquí comienza la parte que causa que la historia se convierta en leyenda. Tiempo después, el Monongahela inicia la vuelta a puerto acompañado de otro ballenero llamado Rebecca Sims. Al parecer ambos cruzan un banco de niebla y se pierden de vista mutuamente. Finalmente, el único barco que accede a puerto es el Rebecca, mientras que todos los ocupantes del otro ballenero han desaparecido con las pruebas de tan fantástico animal.

Evidentemente nada de esto se puede tomar como una verdad. Parece ser que el capitán Seabury, sí desembarcó a bordo del Rebecca Sims y que restos del Monongahela aparecieron en la costa de las Islas Aleutianas, en el sudoeste de Alaska. Extrañan diferentes puntos de la historia. Evidentemente el ballenero podría haber hecho mucho dinero exhibiendo la cabeza cortada, sin embargo no se dirigen inmediatamente a puerto ¿por qué?. Tampoco muestran la cabeza a ningún tripulante de los demás barcos con los que se cruzan. Hay muchos interrogantes, como en toda buena leyenda. Nunca más se han encontrado historias similares, ni se han probado los hechos publicados, pero a mí, primero de niño, y ahora de más vejete, es una historia que me sigue llamando poderosamente la atención.

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