Tras observar en blogs amigos como Smooth criminal o el rincón de Heracles comentarios acerca de sus gustos y conocimientos musicales, me he puesto a pensar y he llegado a una conclusión. No tengo la más puñetera idea de música. Ninguna. Como muestra un botón. Nunca me gustó Bruce Springsteen. Un día me regalaron entradas para su concierto en el estadio del Molinón y salí encantado y enamorado del Boss, pero desde entonces no he vuelto a escuchar una canción suya ¿qué significa este hecho? Simplemente que voy un poco por cambios de humor y que habitualmente no escucho música de calidad, sino aquella que me transmite en un momento dado una emoción, una sensación, algo que necesito oír aunque no entienda la razón.
Por ello, y como científico aburrido y en paro, he decidido observar como un primate común (yo mismo), define sus sensaciones a través de la música, esto es, como determinadas canciones transportan a unos estados de ánimo determinados. Al ser yo una persona anodina y aburrida, que a lo largo del día cumple con las funciones básicas de comer, dormir y acudir al baño cuando no queda más remedio, he reducido los estados de ánimo, y con ello las canciones escogidas, a solo tres.
TRISTE. Cuando estoy triste, mi proceder habitual es lo que mi mujer ha dado en llamar “revolcarse en la mierda”. Esto me aleja de los simios más avanzados y me acerca más a los indignos procederes del cochino jabalí, pero sí que es cierto que en momentos duros y tristes, mi primera opción es encerrarme en mí mismo y para ayudarme nadie mejor que Radiohead. En la larga trayectoria de este grupo existen cantidad de títulos deprimentes. Una banda de calidad, pero que por alguna razón ven el mundo en un extraño tono gris oscuro, deprimente y horrible. Aún así sus canciones me gustan y las escucho sin necesidad de sumirme en el letargo. Cuando estoy de bajona, me acompaña su canción “Faust Arp”.
ALEGRE. En esos días en que ganas tu pachanga, haces bien de vientre, te partes el culo un rato con una vieja reposición de “El príncipe de Bel Air”, el Sporting ha ganado, echan “La jungla de cristal” por la tele o encuentras cinco euros en un bolsillo del pantalón, en uno de esos días en los que parece que todo puede mejorar, me acompaña “Victoria” de The Kinks, un grupo que pese a no ser uno de los grandes históricos de la música, ha dado temas por todos conocidos como “My Sharona” o “You really got me”. El tema “Victoria” no tiene nada que ver con la palabra castellana, expresión de triunfo y júbilo, pero a mí me vale ya que el traductor que tengo en la cabeza está medio averiado y escuchar este tema me anima. No pido más.
ENFADADO. Si cuando estoy triste busco más tristeza, cuando me encabrono lo que quiero es encabronarme más. Tal vez, algún día me vuelva verde y enorme durante el proceso, o unas garras de adamantium me atraviesen los nudillos mientras descargo mi furia. Mientras, me contento con cagarme en todo lo cagable y si puedo escuchar un tema con guitarras pesadotas y que me permita apagar el cerebro, pues miel sobre hojuelas. En este caso le toca el turno a los bruteños alemanes de Rammstein, cuya música puede no ser una obra maestra de calidad, pero que ayuda cuando estás en uno de esos días en los que odias al mundo y el mundo te odia a ti. El tema en cuestión es “Bückstabü”, también conocida como “B********”. Guitarras pesadas, batería de fondo y una especie de orco alemán dando alaridos como si estuviera pariendo. Poesía en estado puro.
Se me olvida un estado de ánimo muy común en mí.
APIJOTADO. En ese momento la batería se recarga con la música de Peter Gabriel y su temazo “Sledgehammer”. Un par de acordes ya me despiertan y cuando quiero darme cuenta ya estoy tarareando la parte final. Una canción magnífica, una de mis favoritas, válida para en cualquier momento dejarme a gusto conmigo mismo y en el estado mental adecuado.
Esos son mis principios musicales, y si no les gustan, tengo otros. A lo mejor mañana me da por Andy y Lucas o Bustamante. Si eso sucede supongo que las puertas del manicomio se abrirán de par en par para recibirme o que ya habré caído de cabeza en el infierno. Mientras llega ese momento, disfrutaré con lo que tengo en mi MP3 (También escucho “Alejandro” de Lady Gaga, pero es un secreto, menos mal que este blog no lo lee ni el Tato).
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