Hoy, tras mi regreso de una boda asturiana, con gaiteros, marisco y alcohol como para no volver a probar ninguna de las tres cosas durante el resto de mi vida, no sabía sobre que escribir. Revisé mi lista de pachangas para esta semana y caí en la cuenta de que en el equipo en el que juego habitualmente, el otro día recibí un mote, que no por poco acertado, era menos esperado. De pronto me puse a pensar en lo sencillo que es colocar un apodo o un sobrenombre a una persona. Algo que la califique en un determinado entorno y que permita de manera inmediata conocer de quién estamos hablando.
Tristemente, los motes más rápidamente comprensibles, son aquellos que hacen referencia a las características negativas de su portador. Es cierto que existen por igual apodos positivos y negativos, pero es fácil entender que es más sencillo asociar una connotación negativa. Si a una mujer le llaman “La tacones” o a un hombre “El barrigas”, inmediatamente asociamos una cualidad individual al personaje que permite su inmediata identificación. Es por ello que en mi triste carrera deportiva, mis compañeros me han conocido entre otras cosas como “El cojo”, “La perra del área”, “La tanqueta de La Pola” y ahora soy simplemente “El diesel”. Cualquiera puede identificar que el paso de los años ha venido acompañado de un desconcertante incremento de peso y por ende, un decremento de velocidad. Pero no me desanimo. Para evitar caer en la tristeza y la depresión, he recordado la lista de apodos peyorativos que han acompañado a grandes triunfadores, sin evitarles lograr el éxito en la vida. He descartado a los clásicos como “El carnicero de Milwaukee” o “El destripador de Boston”, los cuales pese a la fama alcanzada, considero que no han hecho méritos. Por ello, y como aficionado a las listas, hay van mis tres apodos de triunfadores:
1 “EL TIBURÓN DE LA BAHÍA” David Barral.
Vale que no sea un triunfador. No hablamos de Cristiano o Messi, pero es un tío que juega en primera y titular habitual. El apodo surge en el momento en el que Barral felicita las fiestas navideñas a los gijoneses y esportinguistas, desde uno de los tanques con tiburones del acuario de Gijón. El problema es que en ese entorno, los que tenían más miedo a un mordisco eran los escualos, ya que el bueno de David, se caracteriza por una dentición más bien exuberante. Es por ello, que gente de poca fe, mala voluntad, o simplemente oviedistas, basan sus maldades en atacar el aspecto del delantero gaditano, atribuyendo a un mote agresivo y bonito, unas connotaciones claramente negativas.
2 “MANO LENTA” Eric Clapton
Uno de los dioses de la música. El señor Clapton recibió el apodo de Slowhand de modo irónico, ya que una de sus cualidades era la velocidad con la que tocaba la guitarra. Ese hecho parece ser que le llevó a romper durante algún concierto varias cuerdas de su instrumento, las cuales cambió en el transcurso del evento para desesperación del público asistente (según Wikipedia). Todo ello llevó a que Eric, quiero decir, el gran Clapton, llevase ese apodo casi desde sus inicios. El problema, como he mencionado, es que siempre en ocasiones, la gente tiene la mente sucia y uno de los rumores que corría, y que yo me tragué al completo, es que dicho sobrenombre se debía a la poca velocidad que mostraba el guitarrista de Cream a la hora de pagar las copas que él y sus compañeros consumían en el bar. Clapton se ha tomado bien este apodo, utilizandolo incluso para nombrar uno de sus trabajos.
3 “LA TANQUETA DE LEGANITOS” Massiel
Uno de esos casos en los que el apodo y el sobrenombre artístico tapan el verdadero nombre de la persona. Nacida María de los Ángeles, Massiel recibe este sobrenombre entre sus allegados. Para los profanos como yo, la naturaleza y origen de ambos sobrenombres es desconocida. Ya que la artista creció en Madrid, supongo que el apodo le viene dado por la calle Leganitos, cercana a la Gran Vía. Lo de tanqueta me imagino que puede deberse al carácter indomable de la ganadora de Eurovisión. El problema es que para los que en vez de verla cantar, la hemos conocido por sus salidas de tono en dudoso estado etílico, inmediatamente el mote nos ha parecido extrañamente acertado pese a que desconozcamos la procedencia real o dónde está Leganitos. Para mí es un honor haber recibido, al igual que la genial Massiel, el sobrenombre de “La tanqueta” aunque creo que en mi caso estaba más justificado.
Pues ya ven. No hay problemas en que a uno le llamen “El mono”, “El feo”, “El cuernos”, “La tetas”, “El bocas”, “El cuchillas”, “Pulmón”, “El coletas”, “La tigresa”, “Pipiolo” o cosas peores. Sobre todo cuando tú conoces tu mote y te lo dicen a la cara. Por lo menos ya sabes que de ahí para arriba, será lo que digan a tus espaldas.
Conocen buenas chapas para frentones que puedas decirle a un amigo
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