jueves, 24 de octubre de 2013

AJARE NAO 11. BAD BOYS

 
Decía el jefe de policía Antibalas que Ciudad Imperio estaba cubierta por la lacra del malvado Jefe y su banda de… (Pausa tope dramática) DELINCUENTES.
Ojalá solo fuese en Ciudad Imperio.
 
Mi época iniciática como becario predoctoral estuvo trufada de múltiples experiencias, no todas ellas positivas, pero sí que formativas. La falta de recursos es fundamental para agudizar el ingenio y el que todo tiene nada necesita. Pero ¡Ay! Del que nada tiene. Siempre el alma débil atisba con facilidad el foso de la penuria y el crimen en el que es fácil meterse pero cuyos empinados muros dificultan la salida. La maldad es un paso lógico en la formación como investigador y lleva, irremediablemente, al empobrecimiento del alma y la perdición como persona.
"Es mejor pedir que robar, pero..."
Y eso fue lo que me pasó a mí en mis años con el Tito. El dinero que el gobierno nos suministraba desaparecía como por ensalmo y la necesidad imperiosa de proceder con nuestra tarea investigadora nos llevó a actos ruines, maléficos y mefistofélicos.
Antes de cualquier acto malvado es buena una sonrisa malévola
No me entiendan mal, que tanto mi compadre Jandro como yo mismo hemos sido siempre buenos como borreguillos y puros como el lucero del alba, pero al contrario que el noble junco y a semejanza del rigor y la fortaleza del roble asturiano, la presión acaba en ruptura y no siempre por el mejor sitio.
Comenzamos nuestro devenir por la senda sucia de la vida pidiendo a los payos con mejor suerte que nosotros. Material de laboratorio como guantes, pipetas, papel, cristal. Lo barato, lo simple. Apoyados en la bondad ajena crecimos como personas. Ellos nos concedieron lo que les pedimos. Sin preguntar. Sin pedir nada a cambio. Pero todo ser humano esconde un futuro presidente de Bankia en su interior y comprobar que todo el mundo es bueno deriva en saber que para lo positivo siempre tiene que haber un contraión. Allí estábamos nosotros.
Comenzó como algo furtivo, como un pequeño desliz, pero poco a poco se convirtió en hábito de descuideros. Todo ello y sin querer echar balones fuera, permitido, sugestionado y hasta alabado por nuestro Tito, persona sin mácula, de excelentes maneras y magno comportamiento. Hasta Él se rebajó y como un moderno Fagin nos susurró al oído en ocasiones el qué, el cómo y el cuándo.
Para los que tengan la suerte de estudiar bajo la ley Wert indicar que Fagin es un personaje de Oliver Twist. Oliver Twist es un libro. Un libro es lo que sujeta las mesas cojas.
De esa manera, un día ibas a pesar en la balanza de precisión carísima de ese laboratorio dónde nadie trabajaba, dónde el polvo se acumulaba pero en el cuál, vaya usted a saber la razón, siempre había el más moderno, pulcro y caro material disponible para la nada absoluta que lo poblaba. Y tú te veías allí, con tus guantes de látex a los que les faltaba el dedo meñique. Manchados por reactivos posiblemente letales para tu salud. Sentías la vergüenza de saberte el niño pobre al que nadie le deja su bicicleta por temor a no verla jamás, y veías aquella caja de guantes. Impoluta. Nueva. El cáliz dorado. Tenía que ser tuya. El primer día te llevabas un par nuevo de guantes y volvías a tu oscuro laboratorio convertido en un galán de telenovela que despertaba las envidias de tu compañero de al lado, el cual, siguiendo el ejemplo triunfal repetía saqueo con idénticos resultados. El segundo día decidías que regresar al lugar del crimen era un error y hacías desaparecer varios guantes de una tacada. Nada avaricioso. Los suficientes para un mes. Era llamativo que, en un lugar donde nadie habitaba nadie se molestase en averiguar porque el material volaba, pero así sucedía y nosotros nos aprovechábamos.
El hurto a pequeña escala se volvía tedioso y llegaba el momento de evolucionar, de dar ese paso en el camino a fraguar una carrera como tesorero del PP. Informadores deshonestos nos daban la clave para recaudar enzimas de precios desorbitados, reactivos que en cantidades mínimas alcanzan altos valores en el mercado negro, incluso aparatos de tecnología punta.
 
Para ello la nocturnidad y alevosía o la maestría en el disfraz eran frecuentes herramientas y de esta manera era normal vernos pasear por el Hospital cercano, o bien a esas horas en las que los bares ya están empezando a cerrar, o bien disimulando nuestra mala intención con batas blancas que nos identificaban como personal serio y respetable. Todo por la ciencia. Como buenos doctores surcábamos pabellones con los bolsillos repletos de maldad y delincuencia. Era nuestro trabajo y no lo hacíamos mal. Incluso, en una ocasión, tras alguno de los diversos actos ilícitos acometidos, tuve a bien en ayudar a una pobre ancianita perdida por los pasillos del Hospital. La buena mujer me despidió con un “Gracias doctor” que a punto estuvo de hacerme cambiarme a la acera del profesional honrado. Solo dudé un nanosegundo.
 
No estoy orgulloso. Tampoco me arrepiento. No sé hasta qué punto es un delito sin víctimas pero soy consciente de que de no haberlo hecho nuestro futuro personal se habría truncado por la mala gestión de los bienes públicos concedidos a la investigación. El hecho sangrante es que durante un verano en el que nos negamos a cometer tropelías públicas, lo único que podíamos hacer en el laboratorio era jugar al Quake. Así de simple. Sin guantes, sin puntas, antibióticos, anticuerpos, reactivos de PCR, polimerasas, RPMI, DMEM, FBS, todo aquello básico en un laboratorio bioquímico no existía, y el Tito, ¿el Tito dicen? El Tito de vacaciones. Una lástima.
Próximo artículo: "Efectos de viciar al Quake en cerebros no privilegiados"
Luego llegué a praderas más verdes y abandoné hábitos. Costó y la gente miraba mal al asturiano que usaba aquellos guantes raídos y asquerosos. Era como aquel viejecito que huyó del hambre pero que sigue quedándose los sobres de azúcar cuando toma el café en el bar y que, al igual que yo piensa “Qué no haya que volver a aquello, pero por si acaso, no perdamos las formas”.

4 comentarios:

  1. Badbois, badbois, wachigonadu, wachigonadu, guen dey kein for yu!!

    Vosotros erais Bad Boys, pero yo era un pusher de cuidado. Un poco tonto porque me cobraba los reactivos en mahous que son las responsables de mi triste carrera cientifica, mi calvicie y de que me sepa la potencia de todos los coches del mercado.

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    1. Yo prefiero la de los Simpsons. Lo de "Bad cops, bad cops...". Las cervezas no causan ningún tipo de trastorno mental irreparable que se sepa. A lo mejor el problema eran los Gin Tonics.

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  2. Es triste de pedí, pero más triste es de robá!...

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