domingo, 20 de octubre de 2013

OBJETIVO ZAPATERO. FRACASO ABSOLUTO


Tres entradas en un día. Ya hacía mucho que no me prodigaba tanto.
Pasamos de la bilis futbolera descargada en la entrada anterior al tema político, en el cual no me gusta entrar habitualmente, pero que de vez en cuando he de tratar porque no me queda elección.

Es Ana Pastor una periodista de renombre. A sus treinta y seis años es un rostro reconocible del panorama periodístico nacional y su paso relevante por la CNN o por RTVE da buena prueba de ello. Sin embargo la entrevista a José Luis Rodríguez Zapatero me ha dejado un sabor desagradable en la boca por dos razones.

La primera es la propia Ana Pastor. Considero que no sé nada de periodismo ni aspiro a saberlo pero me chirrían las entrevistas en las que el periodista atrae más el foco que el entrevistado. Pienso que es un error impropio de un profesional reputado y que, al hacerlo, la entrevista deriva hacia la nada absoluta para llegar al destino incorrecto. El ponente, el expositor de ideas ha de hablar y contestar y para ello no puede estar constantemente a la defensiva. Es como una película de terror. Si el sobresalto es continuo, llegado el momento se pierde la sorpresa y el entrevistado sabe a qué atenerse. Además, Pastor parece confundir agresividad y tenacidad con la falta de respeto. Sus interrupciones no funcionan, cuando habla no consigue imponer sus palabras y sus mohines de niña enfadada son poco útiles. Sin ser un entrevistador nato, admiro como Jordi Évole consigue que sus interlocutores estén cómodos, como les deja hablar hasta que no deben hacerlo y como maneja los tiempos. La diferencia es que Jordi se aproxima al entrevistado de manera sumisa, deseoso de escuchar y que el entrevistado se dirija, por sí mismo, a las respuestas que “El follonero” intenta sacar a la luz. Otro ejemplo son las entrevistas de Louis Theroux, periodista de la BBC, plagadas de silencios incómodos. Louis no habla si no es necesario y guía al entrevistado a su redil a base de dar la callada por pregunta. Pastor fuerza, empuja y es, precisamente, como el pastor que golpea a la res con una vara para guiarla. A veces funciona y a veces la vaca no se mueve, porque al fin y al cabo, tanto la vaca como el político suelen hacer lo que desean y sienten escasamente los palos. Ana Pastor ha progresado con esa forma de trabajar, no cabe duda, pero hoy, como otras veces, se ha mostrado inútil e incapaz de sacar una respuesta concluyente. Mi recomendación de neófito en la materia sería el visionado de la gran película de Ron HowardFrost/Nixon”, cuya ficción engloba la que quizá sea la entrevista más famosa de la historia, realizada por David Frost, un showman inglés convertido por tenacidad propia en personaje de estudio.

Aunque del fracaso del programa de hoy también tiene culpa el entrevistado. Sin variar una coma el discurso monocromo de la casta política de este país, Zapatero habló y habló pero nada dijo. Elipsis, parábolas y piruetas llenaron un discurso vacuo de todo contenido y con un continente repetitivo y tedioso. No se mojó en nada y como un mercader de segunda, refirió todas las posibles respuestas candentes a un libro de futura publicación. Será que le falta dinero, pero tuve la sensación de estar ante una versión palpable de los males de la casta dirigente nacional. Nada sé, nada digo, nada conozco pero si me dejan un euro en la gorra puedo bailar el Cancán sobre la mesa. Echo en falta un político que hable como el vecino de al lado, que se exprese en libertad, en confianza y sin miedo. Que se pueda equivocar por hablar claro y no por no entender lo que sale de su puño y letra. No espero un iluminado ni un redentor, sino alguien al que pueda comprender cuando me explica porque hay más parados, porque hay más pobres o porqué hay más ricos y ya de paso que no encante serpientes venenosas con cada sílaba. Creo que no es tanto pedir.
Mientras, espero a que “Salvados” vuelva la semana que viene. Évole no me caía bien como humorista, pero el jovial titiritero, que dirían otros, ha dejado los juegos malabares y se ha metido a domador resultando un maestro en el arte del látigo y el aro.
Esos son los periodistas que hacen falta. Lo de los políticos ya es otro telar.

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