DE SILLAS Y TAQUILLAS

No es oro todo lo que reluce ni se nada en la abundancia intelectual aquí en los Estados Unidos. Poco a poco veo cosas que me hacen pensar, precisamente sobre la manera de pensar y obrar estadounidense. Siempre ha corrido ese rumor, esa leyenda urbana acerca de la creación de un bolígrafo científicamente diseñado para que los astronautas de la NASA pudiesen escribir en el espacio lo que quisieran. Se habla de como el gobierno invirtió millones en un instrumento adecuado para tal menester mientras los soviéticos vieron una rápida solución para luchar contra la falta de gravedad. Un simple lápiz.

A veces una imagen vale más que mil palabras

No sé si es verdad completamente, parcialmente falso o una falacia, pero si sé que define en cierta medida la forma de pensar autóctona. Una manera que evita el pensamiento abstracto, la conjunción de ideas y la asociación e interpretación de conceptos, en pos de un orden cuadriculado e inamovible que encorseta la capacidad de maniobra de una manera salvaje.

Homer, gran filósofo local

El otro día me encontraba en mitad de una reunión cuando asistí a un momento cataclísmico, una conjunción astral que conllevaba un dilema de proporciones cósmicas y de conflagraciones que los bardos cantarían por los siglos de los siglos. Una de esas personas que tienen un puesto de trabajo asegurado pero nadie sabe en que trabajan (Sí amigos, pasa en todas partes), se acercó a mi jefe con un problema de difícil solución. El evento es el que sigue. Nos mudamos a un nuevo edificio, construido para albergar la flor y nata de la investigación local. Hecho de cristal, espacioso, hermoso y maravilloso, pero con un defecto asombroso, una tara que deja al talón de Aquiles en mero chascarrillo. He aquí el dilema. En las salas dedicadas al asueto de los investigadores que conforman cada grupo, hay siete sillas y seis taquillas. Increíble infortunio y giro del destino, el cual, según esta “trabajadora” puede llevar a polémicas por la sencilla razón de que alguien no va a poder guardar la chaqueta en la taquilla y eso puede generar tensiones, y ya sabemos cómo se las gastan aquí para descargar tensiones. La pregunta del millón es ¿Quitamos una silla o metemos una taquilla? Parece ser que el problema ha dado la vuelta al servicio de investigación y como un tornado ha ido arrastrando a su paso a diferentes investigadores. En España la respuesta a tal cuestión comenzaría por un “Y a mí que tres coj…” Fin del problema e inició de una solución rápida, limpia y barata. Además seguro que alguien robaría la silla de más en la primera semana y asunto zanjado.

Se contrata al "Bigotes" y solucionado

Mi argentino jefe asistió atónito al discurso de la recién llegada y tras su marcha me hizo la pregunta que nos lleva de vuelta al párrafo inicial: “¿De verdad te crees que estos fueron capaces de llegar a la luna?”

Pues no lo sé. Supongo que en el Apolo XI llevarían sillas de sobra. Y un lápiz. 

"Tenemos que dar la vuelta. Me he dejado la fiambrera abajo."