Pobre epílogo a una temporada
triste, a un año para olvidar. El Sporting viajó a Málaga consciente de que las
carambolas se producen cuando el billarista a tres bandas está en su noche de
gloria y por la ribera del Piles hace tiempo que la gloria dejó paso a la
oscuridad y al desencanto.
El Sporting se fue a Málaga a defender y pillar una contra, pero esta
noche no. Esta noche enfrente había calidad y ganas, algo a lo que los
rojiblancos no han sabido hacer frente en toda la temporada. Ganó el Málaga y
descendió el Sporting, pero más allá de considerar el partido de hoy como el
fin del camino, debería considerarse como el último escalón.
El largo descenso sportinguista
comenzó cimentándose en la no renovación de Diego Castro. Continuó con la venta
de José Ángel. Prosiguió con la idea de no encontrar refuerzos de garantía para
ninguno de ellos, poblar el medio campo de mediocentros y medias puntas dejando
la plantilla coja en casi todas las parcelas. Escaleras abajo siguió el equipo
con un Manolo Preciado para el que las pretemporadas consistían en paseos por
el monte en los que daba igual que pasase, hasta la jornada diez no había
prisa. Pero resulta que al final faltó tiempo. Se fue Preciado y llegó Tejada.
Para quedarse, decían. Otra perla de sabiduría de los gestores rojiblancos. El
bombero pirómano arribó días después de certificar la presencia de Iñaki hasta
final de temporada. Con Clemente llegó la tormenta a lomos de su empecinamiento
en Gálvez, en ningunear a Cases, en obviar de pronto a Castro o Barral. Nada
nuevo bajo el sol. Nada que no hubiese hecho el de Astillero, con la diferencia
de que uno caía bien y el otro abría la caja de los truenos cada vez que le
dejaban.
Entre medias, los artistas. Los
que al final pierden o ganan partidos, pasaron cada una de estas etapas con la
indolencia del estudiante al que no apremian en casa y para el que lo mismo es
un aprobado que un cero. Partidos malos, partidos nefastos, partidos
vergonzantes, un chispazo, una bofetadina, un “esto es lo que hay”, y nadie
despierta.
Juan Pablo atechado de la lluvia
bajo el larguero. Botía, Canella, de las Cuevas, los futuros internacionales
haciendo el ridículo, jornada sí,
jornada también. Sin aceptar responsabilidad y sin dar su mejor nota,
sabedores de que el puesto estaba garantizado incluso ante su peor versión. Trejo
paseándose por el campo como si nada de esto fuese con él. André de media punta
o en el banco, Cases lesionado o en la grada, Barral disfrutando de rebujitos,
liándola en cada partido, Sangoy de rositas y los chavales del B, más o menos
válidos, en casa por vacaciones.
Al final entre todos lo mataron y
él solo se murió ¿Y ahora qué? Ahora empezar a pensar. Ya mismo. No vale que
Amado se vaya de vacaciones, a Lozano le queden moscosos y que Fernández esté
en Marbella o en Somió paseando en bicicleta ¿Quién entrena esto? ¿Quién está
en la cantera para jugar? ¿A quién traemos? ¿Quién no vale? ¿Quién no quiere?
Limpieza. Renovación. La fórmula
parece clara. Mantener a Lora, Gregory, Cuéllar, Nacho, Sangoy, gente que
quiera sacar al equipo y el que no quiera, ahí está la puerta. Si Barral
considera que será más feliz en La Coruña, hasta luego y buena suerte, si
Canella cree que su futuro está lejos, que cambie de actitud. En otros sitios
no permiten tantos errores. El que se quede que sepa a qué se queda. A subir. A
ayudar a Barrera, a Adama, a Guerrero, a Muñiz, a gente joven con ganas. Y si
viene alguien, que sepa qué ya no queremos más Ricardos, más Ayozes, más
Carmelos. De suplentes de lujo está el mundo lleno. Lora y Nacho son
fundamentales, y de ahí para arriba. Basta de medianías venidas del Montañeros,
el Tomelloso o el Danubio.
El año que viene hay que
recuperar a una afición que aún en la derrota ha dado lecciones de pasión y
amor a unos colores por los que pocos se han partido el pecho. Llega la hora de
que algunos demuestren que el Sporting no es solo un club o un equipo. Es un
sentimiento que convierte de pronto a un chico de Móstoles en su capitán y su
escudo. A un croata en un amante de la Santina de Covadonga. A un francés en un
asturiano más. Aquí han jugado Joaquín, Cundi, Quini, Abelardo, Ferrero, Villa, Luis
Enrique, Lediakhov y muchos otros que han sido y serán grandes.
Los que se queden y los que
vengan, jugadores y técnicos, ya saben donde se empieza el año que viene. En su
mano está saber dónde se acaba, porque la afición, por lo que se ve, siempre va
a estar ahí.
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