lunes, 22 de agosto de 2011

SOUNDWAVE


Hoy, por coincidencias de la vida, he encontrado una página denominada Ion Litio. Buenísima. Sobre todo para los ancianetes de mediana edad como yo que miran con nostalgia su juventud, la cual no se aleja ni veinte años. Parece que hay un intento de reivindicación de la década de los 80 y los 90, en efecto unos años excepcionales para todo lo lúdico y divertido. Una época quizá más tranquila e ingenua de la que han salido obras maestras del cine, la música, etc.
En la página anteriormente mencionada, hablan de Grimlock, un Transformer que pasaba de la forma robot a dinosaurio. En el relato se menciona como durante un cumpleaños, el preciado juguete le fue regalado… a otra persona, con el consiguiente encabrone del cumpleañero agraviado.
Grimlock molaba, es innegable.
Yo tuve un juguete deseado en mi infancia. Mis padres eran bastante permisivos en cuanto a regalos. Siempre y cuando estudiara, tendría casi todo lo que quisiese y la verdad es que en ese aspecto no me puedo quejar. Tampoco creo que pidiese tanto. Yo era más de leer Mortadelos que de juguetes, aunque de vez en cuando uno se te cruzaba y lo querías y deseabas con toda tu alma. En mi caso ese juguete era un transformer que se llamaba Soundwave. 
Ese oscuro objeto de deseo
Le cogí cariño a raíz de la serie de televisión, donde se nos presentaba a un malo (un Decepticon) que no respondía al patrón de los demás. Para empezar era el único racional y que parecía un robot. Para seguir, nunca fallaba. Para terminar, mientras que sus compañeros villanos se convertían en aviones, pistolas o tanques, él cambiaba a forma de radio chusquera de esas que llevaban a hombros los macarras en el Bronx. Era genial por ser diferente. Nunca fallaba una misión, serio y disciplinado, el soldado perfecto y a su vez tenía unos ayudantes geniales, un perro robot, un águila robot, un robot martillo pilón (sublime).
La única función de Rumble era pegar leches en el suelo.
Pero aquel juguete no aparecía por ningún sitio, no había manera. Tenía varios Transformers pero ninguno era él. Y un día, en 1993, de vacaciones con mis padres, el día de mi cumpleaños, en una tienda de mierda, allí estaba, cubierto de polvo. Soundwave me miró desde la caja en el momento que mi padre me dijo que buscase algún regalo de cumpleaños. Lo cogí con las manos, y la tendera, sabiendo de antemano que estaba ante el objeto de mi deseo, me dijo su precio. Cuatro mil pesetazas de la época. Yo sabía que aquello era demasiado. No se podía consentir tal atraco, y con una fuerza de voluntad que he perdido con los años, abandoné aquel objeto de pasión y en su lugar me hice con otro Transformer que se convertía en avión y cuyo valor no llegaba a las mil pesetas.
Hace menos de cinco años, vine de Asturias a Madrid. Con mi mujer, Vir, nos dimos una vuelta y encontramos una tienda de cómics. En su interior habitaba Soundwave, impoluto y magnífico. Lo vimos. Cincuenta euros. El doble de su valor quince años atrás. De nuevo dudé, llevaba seis meses sin cobrar de mi antiguo trabajo, pero gracias a ella y a su tesón (y a que puso la pasta) por fin tenía a Soundwave en casa. Era desgarbado, mal hecho, un juguete de una era anterior y sin embargo allí estaba, con sus cintas cassette dentro del pecho. Me hizo feliz. Desde entonces la colección ha aumentado, siempre patrocinada por Vir, la cual me ha proporcionado las figuras y juguetes que adornan mis estanterías. Ahora, desde allí, desde mi salón, cuatro hermosos Soundwaves, todos diferentes, en lo alto de la estantería, vigilan mis sueños. Ya puedo dormir tranquilo, ¿o no?.
¡Me faltas tú!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...