miércoles, 3 de agosto de 2011

FEELING GOOD

Hoy dejo una historia de mi buen amigo Félix, un auténtico crack cuya colaboración es todo un lujo y un honor. A disfrutar.

Voy por una carretera que cruza el desierto, hacia sabe Dios dónde, conduciendo mi viejo Chevy. Llevo gafas de sol, cincuenta pavos en el bolsillo y una pistola en la guantera. Joder, soy un estereotipo sobre ruedas... pero aún así sonrío como si fuera el rey del baile.

Hace ya tres días que lo dejé todo atrás. Todo. Fue justo en el momento en que me di cuenta que no tenía nada en absoluto.

¿Dinero? Sí, tenía dinero. El que me daba un buen trabajo en una multinacional. “Señores, hemos de maximizar nuestro rendimiento en pos de una óptima producción en función del mercado bursátil denostado por la inflación asiática en realidad todo esto me la pela pero tengo que ganar dinero diciendo cosas importantes para parecer que sé de qué va todo esto.” Un trabajo que odiaba. Un trabajo que me alienaba, que no me dejaba pensar. Ni siquiera podía cagar sin pensar en cómo optimizar el papel higiénico. Alguien que piensa mientras está sentado sobre un trozo de mármol, luchando por echar un tronco al aserradero, merece un tiro en la cabeza.

¿Familia? Sí, tenía familia. Papá, mamá, mi novia. Papá era una versión mayor de mí mismo, una versión que me horripilaba, pues cada consejo y recomendación que me hacía era como un mal sueño, un déjà vu que sentía haber vivido ya... cuándo él los recibió de su padre. Fotocopia de fotocopia de fotocopia... cada una peor que la anterior, más borrosa y más sucia. Al final ya no puedes ni imaginar lo que está escrito. Mamá quería lo mejor para mí, costase lo que costase... su salud física, mi salud mental, qué más da; el caso era que saliera educado y trabajador, respetuoso y descerebrado. Que encontrara una buena chica como ella en versión más pequeña, que supiera cocinar y no diera muchos problemas, para así procrear y tener pequeñas mascotas a las que poder lobotomizar. Mi novia era guapa, graciosa y lista. La odiaba desde el mismo día que la conocí, y sin embargo supe que no encontraría una mejor. Íbamos al cine, hacíamos el gilipollas los sábados por la noche y follábamos todo lo que podíamos... A veces me daban ganas de vomitar al terminar. ¿Estaba ella acostándose conmigo, o con el tipo de traje que veía en el espejo cada vez que me afeitaba por las mañanas? ¿Me estaba acostando yo con ella, o con la zorra superficial y envidiosa de las noches de fiesta?

¿Amigos? Sí, tenía amigos. Colegas que decían ser mis hermanos, que me querían mogollón, que se hostiarían con cualquiera que me mirara mal. Personajes que encontraban más fácil emborracharse los viernes y sábados para así olvidar el asco que se profesaban el resto de la semana. Gente que me daba consejos de mierda como si fueran dechados de sabiduría... mensajes de galleta china con apariencia de enciclopedia. A veces estaba con ellos y sólo sentía la necesidad de levantarme y gritarles que se fueran, que me dejaran en paz... pero sólo conseguía asentir con la cabeza y reír alguna de sus bromas soeces.

¿Vida? No, no tenía vida. A eso no se le puede llamar vida. Trabajar cada día era como ir a una cámara de torturas con una sonrisa puesta, ver a mis padres una mala parodia de una comedia de situación, y hacer el amor con mi novia una perversión de la propia expresión.

Era tan asqueroso que ni siquiera me apetece pensar en ello. Para qué. Qué cojones, eso ha quedado atrás. Jamás ha existido. Ahora sólo estoy yo, encima de esta chatarra con ruedas con rumbo a ninguna parte.

Y con una sonrisa que iluminaría la cara oculta de la Luna.

Pongo la radio, en una emisora al azar, y mi sonrisa se hace aún mayor cuando escucho a Nina Simone y su “Feeling good”.

It´s a new dawn, it´s a new day... it´s a new life for me.

Ya lo creo que sí, cariño. Una nueva vida para mí, y sólo para mí.

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