“Runaways” es un comic de altísima calidad y entretenimiento. Al
menos mientras a los mandos de las aventuras de los jóvenes superhéroes
californianos estaban Brian K. Vaughan
y Joss Whedon. Tras la salida de este
hacia pastos más verdes, del color del dólar que supone dirigir la versión para
la gran pantalla de “Los Vengadores”,
la colección cayó en picado.
Sin embargo no está de más
reclamar el reconocimiento para esta primera etapa de los “Runaways”, héroes alejados de los estereotipos superheróicos sin
dejar de lado muchas de las características que han convertido en estrellas a
otros personajes.
La trama central gira en torno a
cinco familias de la ciudad de Los Ángeles. En apariencia son familias normales
pero esconden varios secretos. El primero es que controlan el crimen organizado
de la ciudad sin permitir la más pequeña intromisión. El segundo es que su
ascenso al poder viene mediado por un sangriento pacto con unos seres
extradimensionales (sea lo que sea eso). En el tercer puesto nos encontramos
que cada familia comparte una serie de características especiales, desde
brujos, a extraterrestres pasando por viajeros temporales, científicos locos o
simples macarras de toda la vida. Lo más importante es que estos secretos se
mantienen para sus descendientes, adolescentes normales con preocupaciones
normales como la ropa, las fiestas o los chicos.
Cada año las familias se reúnen para
llevar a cabo el rito con el que sacian a sus monstruosos valedores, con el
inconveniente de que tales artimañas son descubiertas por sus vástagos, los
cuales, como buenos adolescentes, se rebelan contra el orden establecido por
sus padres, los cuales, todo sea dicho, solo buscan lo mejor para ellos. Tras
descubrir de golpe dos de los secretos familiares, los Runaways descubren el
tercero. Su naturaleza diferente. De esta manera sus capacidades alienígenas o
mutantes salen a la luz y deciden confrontar a sus padres.
No voy a contar más allá. Sin ser
una saga de guión complejo, “Runaways”
esconde un par de giros de guión bien llevados y orquestados, sobretodo en base
a que estamos ante una historia con personajes nuevos y en los que Marvel no había depositado mucha
confianza, de manera que las muertes, cambios y evoluciones dentro de estos
caracteres se mantienen y son de naturaleza lógica y entendible.
La fuerza de los chicos, en
cuanto a su capacidad de atraer al lector, es notable. Muestran características
típicas de cualquier púber y se aprecia que los guionistas se han esforzado en
dotar de cierta personalidad a cada uno de ellos. Sin embargo entre todos
destaca Molly, también conocida como La Princesa Poderosa, clásico instantáneo que
se ha llegado a codear con personajes como Lobezno o Punisher (con éste no se
codea, más adelante lo explico).
Molly es la benjamina del grupo. Mutante
hija de mutantes, con una fuerza increíble y un alto nivel de invulnerabilidad,
Molly ha sido clasificada como la cuarta mujer más poderosa del Universo Marvel. La única pega es que
tras el subidón de adrenalina oculto en la batalla, el uso de sus poderes hace
caer a Molly en un profundo sueño. Molly es divertida, una niña simpática que
admira a Lobezno (hasta que lo conoce), que echa de menos a sus padres, que
busca compañeros de juego y que lleva unos gorros divertidos (conocidos en mi
casa como Mollygorros) que suelen representar la cabeza de un animal.
Entrañable y genial como pocos personajes creados en los últimos años, para el
que esto escribe, el momento clave para adorar al personaje es cuando vence al
oscuro cazacriminales Frank Castle (alias El Castigador) con el viejo y casi
olvidado arte del “Puñetazo en la zona bajo ventral”. Dicho encuentro entre los lados más tenebrosos y brillantes
del cosmos marvelita se salda con la vergüenza de la pequeña Molly por haber
tocado “sus cosas” al bueno de Frank,
y con el duro exterminador neoyorquino postrado sobre sus rodillas, agarrándose
sus destrozados testículos mientras repite un mantra destinado a mantenerlo
consciente “No te derrumbes soldado”.
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