BLANCANIEVES Y LA LEYENDA DEL CAZADOR

Sé que lo prometí y juro que lo intento. No me gusta criticar películas que considero nefastas por la simple razón de que no debería juzgar un trabajo que, por conocimiento, no sería capaz de igualar. Soy un desconocedor de cómo se crea una película. El proceso de generar un guión, de construir una escena, de armar un diálogo convincente, de crear unos personajes y de montar el entramado final es una arte ignota y por ello, hasta el más inepto de los creadores del séptimo arte está millones de cielos por encima de mí. Pero sé lo que me gusta y creo saber cuando algo tiene calidad.

Por ejemplo, ésta es la peor película que he visto jamás.

Cada cierto tiempo a Hollywood le da por hacer películas a pares. Sucedió con el descubrimiento de América, Robin Hood, los biopics sobre Truman Capote y ahora es el turno de la hermosa historia de Blancanieves. Habitualmente, de estas parejas de películas, una es al menos correcta y está dotada de un presupuesto acorde con la obra mientras que la otra suele ser una mierda o pasar de puntillas sin ser vista. En el caso del antiguo relato sobre la hermosa dama de pelo negro y pálida piel, las dos han sido un truño como un puño.

No me voy a extender con “Mirror, mirror”, la película creada para divertimento de una Julia Roberts más que correcta pero que no deja de ser una estupidez sin gracia dirigida por Tarsem Singh, el mismo que nos trajo la nefasta “Inmortales”. Hoy me ensaño con la película “Blancanieves y la leyenda del cazador”.

Yo creo que la verdadera leyenda del cazador habla sobre Juan Carlos y sus andanzas

Ya desde el título vemos que esta película se pasa por el quinto forro de los eggs la idea de Blancanieves. ¿Por qué la leyenda del cazador? ¿A quién le importa el cazador? ¿Cuál es esa leyenda? Ninguna de esas preguntas son respondidas por la trama mostrada en pantalla, si bien el error del título procede de los casi siempre sagaces creadores de títulos Made in Spain, ya que los estadounidenses, más sosos, simplemente llamaron a la película “Blancanieves y el cazador”. Por ende os preguntaréis, ¿Y los siete enanitos? Pues para empezar son ocho en la película. Uno palma al principio y se quedan en siete, recurso cinematográfico que no entendí pues desde siempre estuvimos ante “Blancanieves y los siete enanitos”, no ante “Blancanieves y los ocho enanitos que se quedan en siete cuando uno palma con una flecha en la chepa”.

Ocho, podéis contar.

¿Y el príncipe? Diréis, mis sagaces y escasos seguidores, el príncipe ni es príncipe ni es nada. Para empezar es el hijo de un duque de medio pelo y para seguir, cuando da el beso de amor destinado a despertar a la bella Blancanieves, nada pasa y todo queda, Blanca sigue más tiesa que un palote y no se despierta pues su amor verdadero es el cazador, del cual, ni sabe el nombre, pero a ver quién se resiste al guapote melenazas del cazador.

Que en la segunda parte te ponen al hijo de la baronesa Thyssen y se quedan tan anchos, total no pinta nada

Una vez que los guionistas deciden que la historia de Blancanieves y su ejército de enanitos de número variable les importa un pijo, pasamos a la película en sí, y como tal, debemos de mostrar a sus dos principales personajes, Blanca y Thor el cazador. Hay que valorar en su justa medida el trabajo impagable de ambos actores, cuyos denodados esfuerzos hacen que:
  
   a.   Te importe una mierda el cazador

         b.     Desees que a Blancanieves la maten a los quince minutos de película.

Chris Hemsworth, el cazador, tiene el carisma de un bolígrafo y pasea dicho carisma por la pantalla con una facilidad asombrosa para que te dé igual si está o no, pero las palabras mayores se las lleva nuestra princesa de cuento de hadas.

La chica de “Crepúsculo”, Kristen Stewart, da un recital de interpretación soberbio. Durante la película, atendiendo a sus expresiones faciales, a sus miradas penetrantes y a sus gestos sobrios pero sinceros, no sabes si Blanca está sufriendo, tiene hambre, le pica un pie, está enfadada, está friendo panceta o atacando a sus enemigos. El punto culmen viene cuando le ponen una corona real y no sabes si es que le aprieta mucho o es que le viene un eructo. Todo el rato con el mismo rostro, Kristen permite que, por comparación, Megan Fox parezca Meryl Streep. Además su personaje es insulso y lamentable hasta decir basta. Su poder se basa en que en conjunción con las hadas del bosque, los troles y un ciervo blanco que pasaba por allí, Blancanieves es la sanadora y dadora de vida definitiva. De esa manera los enanos, los nueve o los once, no sienten dolor en su presencia, bueno, todos salvo uno que es ciego y del que Blanca pasa como de la mierda demostrando que ni todo su poder puede curar los excesos del metanol.

Los mil rostros de la moza

Así que llega el enfrentamiento final con la malvada Ravenna, personaje interpretado por Charlize Theron y que es lo único salvable tanto visual como interpretativamente, y deseas que Blancanieves muera en un baño de sangre a ver si espabila de una santa vez. Atención spoiler. No pasa, Ravenna muere y el público abuchea. Charlize se lo pasa pipa haciendo de mala malísima y es la única de la función que sabe interpretar y muestra un carisma arrollador, aunque por comparación era tarea sencilla. Otro dato a tener en cuenta es que ya durante el prólogo se nos muestra que la belleza de Blanca se encuentra en su interior, lo cual es de agradecer, ya que cuando la reina Theron le pregunta al espejo si hay otra más hermosa en el reino y nos muestran a la chica de “Crepúsculo”… en fin, es como si vas a una cita a ciegas y tienes que elegir entre Brad Pitt y Cañita Brava, que no hay color, vamos.

Espejito espejito...

En definitiva, dos horas de chapa. Piensas que se va a liar la de dios al final con el trol, el ciervo, las hadas y ya te crees que van a salir David el gnomo y Hellboy por una esquina, y al final, ná de ná. La verdadera Blancanieves siempre será ésta.