Tan enamorado como envidioso del talento ajeno, cuando Hugh Jackman vino a presentar su show musical al Madison Square
Garden no me quedó más remedio que comprar dos entradas y acudir junto a mi
mujer a ver el espectáculo que deparó el Lobezno cinematográfico.
Hugh Jackman se presentó en el coliseo que normalmente
acoge a los (decepcionantes) New York Knicks, ataviado con una sonrisa y ganas de disfrutar. Su espectáculo,
llamado “Hugh Jackman. The man. The
music. The show”, sonaba como una especie de elogio a uno mismo. Un triunfo
del ego. Sin embargo, una vez se apagan las luces y comienza el espectáculo,
queda claro que nada más alejado de la realidad. A Jackman el éxito le llegó con 32 años, al debutar como Logan, en la
película de la patrulla X. El propio actor explicó como estuvo al borde del
despido por no ser capaz de llenar los zapatos de un personaje icónico. Pero el
australiano aprovechó la oportunidad, se ató los machos y comenzó una carrera
espectacular en la que ha dejado atrás al pequeño mutante canadiense para adentrarse
en aquello que le gusta. Y lo que le gusta a Jackman es el musical. Y nos dejó claro a todos los presentes que
esta gira mundial con su nombre en la marquesina no es tanto un baño de ego
como una manera de disfrutar lo que a Hugh
más le atrae. Cantar y bailar. Como él mismo dijo al principio del show, “Si
habéis venido buscando a Lobezno, os vais a llevar una decepción”.
No salen Magneto, ni la bestia, ni cíclope...empiezo a dudar. |
Así que Jackman sale decidido a
relatarnos porqué ama los musicales. Nos narra sus primeros pasos como Gastón
en “La bella y la bestia” y de ahí
nos movemos a versiones de otros musicales como “Los miserables” o “El gran
showman”. Sin embargo, es la parte central del show cuando Jackman se desata un poco. Primero
homenajeando al fallecido Peter Allen,
entertainer australiano, ganador de un óscar y exmarido de Liza Minelli. En esta sección del show pasamos del sentido homenaje
a la alegría desatada con ritmo de maracas y ecos de “Arthur, el soltero de oro”. Después Jackman da rienda suelta a sus capacidades pasando del piano a los
bongos e incluso bailando claqué al ritmo de Thunderstruck de AC/DC.
Como se puede observar por la temática, el muchacho está orgulloso de sus
orígenes australianos.
Queda claro que Hugh no es el
mejor pianista, percusionista, cantante, bailarín de claqué o bailarín en
general de todos los que aparecen en el show. También es evidente que Jackman es espectacular en todo lo que
hace y que, para meter más el dedo en la llaga, es capaz de hacer todo esto sin
demasiado esfuerzo. Un hombre de múltiples talentos. Para mí, la diferencia
evidente entre una persona de altísimas capacidades como Jackman y el resto de talentos que formaban parte del show, quedó
palpable al dar entrada al espectáculo a Keala
Settle, estrella reciente tras aparecer como mujer barbuda por “El gran showman”. Keala es una gran
voz. Pero nada más. Por ella misma sería incapaz de mover el público que atrae Jackman. Keala recibe aplausos y admiración, pero es solo una voz y Hugh es mucho Hugh. Y si no que le pregunten a Marilyn, una abuela marchosa de Carolina del Sur que, invitada al
escenario se marcó unos contoneos interesantes con el gigante australiano.
Estoy seguro que una camisa con piñas no le queda bien a cualquiera |
Jackman, ya un cincuentón, cantó, bailó, saludó (efusivamente) a
su mujer, hizo de Lobezno (no le quedaba más remedio) y disfrutó de más de dos
horas de show centrado en lo que a él le gusta. Y como es un show a su medida
lo hizo con una sonrisa y disfrutando. El tipo, tras un baile con coristas,
saltos, dobles molinetes, patadas voladoras y acrobacias con volatín ni sudaba y a
mí, solo por estar allí, se me estaba subiendo el gemelo derecho desde mi
asiento del Madison. Un crack entregado a lo que le gusta ahora que se lo puede
permitir. Una gran experiencia y una interesante manera de acercarse a un
género para mí muy lejano como es el musical de Broadway. Altamente
recomendable.
No había más pelotas. |
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