Existe una
versión del juego “Pro Evolution Soccer
5”en el que las voces de los narradores son las de los conocidos
periodistas de la COPE, Manolo Lama, Paco González y Tomás Guasch.
Mientras juegas, estos alegres muchachos dicen sandeces de todos los colores,
casi siempre de boca de Poli Rincón.
Por poner un par de ejemplos:
“Este es uno de los mejores equipos del
continente mundial” (fin de la cita)
“Eso es más peor” (fin de la cita)
Pero de entre
todas las sentencias, una me llama siempre la atención y esta vez, como no
podía ser de otro modo, proviene de una mente preclara como la de Tomás Guasch. Hace, originalmente,
referencia a un lance de un partido de fútbol en el que el árbitro se equivoca,
pero Tomás piensa que puede que no de
manera inconsciente.
“Es un muchacho increíble. Llevaba mucho
tiempo sin armarla. Sí, sí, pobrecito. No sabe nada” (fin de la cita)
En el momento
en que esto escribo, veo a don Mariano
Rajoy exponer su triste situación de persona engañada y no he podido evitar
que esta frase acuda a mi memoria.
Rajoy dice que Bárcenas le engañó. Le engañó para
mantener una supuesta trama fraudulenta de movimiento de dinero de dudosa
procedencia y difícil detección. Le engañó para enriquecer al partido mientras
se enriquecía él mismo, pero no nos olvidemos de lo más importante.
Bárcenas en un don
nadie, un “mindundi” que pasaba por ahí y que a nadie le importa un comino. El
problema no es Bárcenas. El problema ha sido y es los que le dieron y dan cobijo. El problema real ha sido que el
engañado se tornó en engañador cuando, milonga tras milonga, nos han ido
filtrando medias mentiras y falsedades completas día tras día. Primero Bárcenas era un tipo honrado. Luego los
famosos papeles eran falsos (salvo alguna cosita). A continuación Luis “El cabrón” no trabajaba ahí, pero
tenía despacho, pero lo habían despedido, pero seguía cotizando, pero yo no lo
conozco, pero a mí me pagó para arreglar el piso, pero yo soy bueno y recto y
lo declaro todo a hacienda.
Mentira tras
mentira se esconde la verdad y lo que podría haber sido un shock momentáneo de
dolorosas consecuencias, se ha convertido para la política española en una
larga travesía por el lodazal de la mentira y la vergüenza propia y ajena.
No olvidemos
que, según nuestro presidente, él no está en política para ganar dinero, sin
embargo, y así lo admite hoy, cobró sobresueldos de su partido (legales o
ilegales, vaya usted a saber) que situaban sus ganancias anuales muy por encima
de la media nacional. Aunque, si algunos informes son ciertos, Rajoy como registrador de la propiedad
en Santa Pola, sí que se llevaba un sueldo sustancialmente elevado. Sin
trabajarlo, que en España eso de ganar dinero merecido está muy feo.
De esta
manera, Rajoy, el pobre Mariano, gana como presidente una
auténtica millonada que le permite llevar un tren de vida magnífico al que,
seamos sinceros, pocos renunciarían fácilmente. Desde esa posición, pedir a los
demás que se aprieten el cinturón, echarles en cara que viven por encima de sus
posibilidades, acusar a los parados de vivir del cuento, a los jóvenes de huir
del país por espíritu aventurero y a los investigadores de que sobran muchos,
es poco menos que inmoral. Y un país no puede tener un presidente inmoral, y si
además es un tonto manipulable, peor que peor.
Sobre todo cuando
no eres un tonto solitario. Una marea de tontos, engañables, manipulables y
fácilmente timables acababa siendo un problema, más cuando se les coloca al
mando de un país. Rajoy engañado por
su tesorero que hace aparecer y desaparecer millones en un pestañeo. Ana Mato engañada por un marido cruel al
que se niega a abandonar por que no se lo permite su religión y con el cual su
tren de vida mejoró ostensiblemente sin que ella, pobrecita, se preguntara como
la vida era tan de color rosa. Rubalcaba,
autoengañado, creyendo que todavía le respalda alguien y Rosa Díez, engañada frotándose las manos, creyendo que está ante su
ocasión de subir al más alto escalón del estrellato político. Que ellos sean
tontos no sé en qué lugar nos deja a nosotros.
Parafraseando
a Guasch: “Son unos muchachos increíbles. Llevaban mucho tiempo sin armarla. Sí,
sí, pobrecitos. No saben nada.”
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