Para celebrar (con retraso) el cumpleaños
(dos añitos) de éste, su humilde podreblog de sobremesa, vamos a cerrar la
primera temporada de Ajare Nao, con
un vistoso descubrimiento. El significado de sus siglas. Y de complemento, dos
historias que transcurren en el mismo espacio pero en distinto periodo de
tiempo.
Cada mañana, penetrar en el territorio de la
bestia, se hacía un poco más cuesta arriba para los dos muchachos que
conformaban la maquinaria obrera del laboratorio del Tito. Muchos días, el mero esfuerzo de recorrer la escasa distancia
de mi hogar, hasta la caverna de Smaug,
me costaba un esfuerzo soberano, ya que pese a encontrar numerosos puntos
atractivos a mi labor diaria, había momentos desoladores y que te arrebataban
de toda energía, y perder la energía cuando haces algo que te gusta es algo muy
complicado de sobrellevar.
De esa falta de animosidad proviene el grito
de guerra que encabeza cada una de estas entradas. Dos personas normales que se
encuentran por primera vez con la luz de la mañana, suelen saludarse con un “Buenos días”, “¿Qué tal?”, o un más formal “¿Viste
ayer al Sporting? Qué mangantes, la madre que los parió”. Nosotros no.
Habitualmente, el que llegaba primero nadaba en la soledad del espacio vacío
del laboratorio y la tristeza le inundaba por dentro. Normalmente, el que
llegaba después, abría la puerta esperando el inicio de un día que solía acabar
con un cuerpo peor que con el que empezó. Por ello, al cruzar la entrada del
recinto ferial que hacía las veces de laboratorio, el saludo iniciático estaba
desprovisto de energía y sin ínfulas de tenerla. El recién llegado decía “Ajare”, y el que estaba de cuerpo
presente “Nao”.
Nadie sabe cómo
empezó, ni quién lo creo, ni qué sentido tiene, ni por qué semejante parida ha
seguido en el tiempo. A veces te agarras a pequeñas cosas del día a día sin
saber la razón.
Y después de un Ajare Nao para todos, empiezan
las historias de hoy. En ambas y aludiendo al efecto mariposa, solo cambia una
cosa, el tiempo de llegada de los protagonistas. La vida es dura y pocas veces
entrega a cada uno lo que se merece. Es por ello que en dos mañanas diferentes,
Jandro y yo nos enfrentamos a dos
situaciones idénticamente patéticas pero con diferentes matices.
El punto focal de ambas historias es la
Batcueva o Titocueva, hogar del hijo de la bestia y origen de mil situaciones
inverosímiles (o inveromisiles). Ambos héroes, en días diferentes y con una
duda surcando por su brillante cerebro, ante la falta de “el otro” para conversar, tomar decisiones y obrar, decide acudir al
Tito para que Él, con su brillante talento, le aconseje.
"Seguro que tengo otras opciones, pero ahora mismo...Ná, me voy a hablar con el Tito, ¿Qué puede pasar?" |
Así que ambos, a primera hora de la mañana,
comienzan a caminar por el pasillo, cabeza gacha, paso dubitativo, sabedores de
que de nada sirve enfrentarse al león sin látigo ni pistola. Ambos abren la
puerta, mismo gesto, diferente momento. Ambos se enfrentan a su destino.
El burro delante. Nada más abrir, con la
cabeza incrustada en los papeles repletos de datos que portaba, percibo una
sensación de estrés y un agitamiento repentino. Alzo la mirada sin saber. Abro
los ojos y veo.
Por su parte, Jandro, repite el mismo procedimiento estándar de aproximación a la
nave enemiga. Vista al suelo, orejas gachas. También, al cruzar el umbral que
separa los hombres libres de la cadena perpetua, Jandro entra en el despacho del Tito
y percibe una sensación de estrés, un agitamiento físico que le perturba. Sin
embargo Jandro no alza la mirada,
solo abre sus aletas nasales.
Ante mis ojos el Tito de espaldas. Allá a su frente, en la pantalla del ordenador, una
melena. Pelirroja para más señas.
Ante los ojos de Jandro unas lágrimas. A través de las cataratas locales se halla el
Tito, también de espaldas.
Atravesando el sistema olfativo de Jandro
se encuentra el origen de su sucinto deseo de lagrimar. Un olor acre,
penetrante, sucio y doloroso para el sistema digestivo.
Yo avanzo, reconozco que con la mirada fija
en la pantalla, pero no por la hermosa mujer que allí está de cuerpo (desnudo)
presente. El Tito, en un intento de
tapar la vergüenza de ser encontrado disfrutando de la belleza femenina a las
nueve de la mañana, decide hacer algo impensable ¿Minimizar la pantalla? Maldigo
a los hombres de poca inventiva. Para evitar que su empleado descubra a qué
dedica el tiempo libre, el Tito
simplemente tuerce el cuello de manera que va ocultando la cabeza de la
interfecta y permite apreciar con mayor calidad las posaderas de la misma que
se encuentran en el lado opuesto de la pantalla.
El Tito
también se mueve en otros tiempos. En este caso se agita en la silla, se
muestra incómodo. Su movimiento levanta nuevas briznas de pútrido perfume. Jandro duda, pero en el tiempo que la
duda llega desde su mente a sus piernas ya han pasado valiosos segundos. Ya ha
entrado en la nube de metano, cadaverina y putrescina que inunda el despacho.
Antes de que yo pueda llegar a su altura el Tito se gira y olvida su talento de
creador para darme la segunda disculpa más manida de la historia. “Esto no es mío, me lo ha enviado un colega
al correo”. Disculpa que acepto sin preguntar, pues la chica pelirroja no
es mi problema.
Sin embargo, frente a Jandro, el Tito se
muestra más imaginativo. Se gira, y cual villano de James Bond esgrime una sonrisa que hace imaginar un gato blanco en
su regazo. Pero no hay gato porque de haberlo, habría muerto saltando por la
ventana en rápida huida de tal hedor. El Tito
sonríe yJandro llora por dentro. Una
estampa habitual, si se me permite el comentario.
Ambos comentamos nuestros pormenores a
nuestro insigne maestro. Yo en presencia de la chica que me observa desde la
pantalla y cuyo nombre me será revelado en los títulos de crédito, copiando una
moda que las películas arrastran hoy en día. Jandro, en un ambiente más hostil, sufre el extrañamente largo
parloteo del Tito, el cual solía
sacarnos de su despacho a la máxima brevedad (posiblemente para ver pelirrojas).
Mientras la calavera de Jandro se va
aproximando a la que portara uno de los nazis de “En busca del arca perdida”, el Tito
se explaya y magnifica sus explicaciones. Según el propio Jandro lo hizo todo el rato con una sonrisa en la boca que solo
puede transmitir una línea de pensamiento “Sí,
me tiro pedos en la intimidad, y sí, me siento a disfrutarlos. Te lo estás
comiendo todo y lo sé. Disfrutémoslo juntos. Enjoy, my friend”.
Ambos volvemos a nuestro redil y encontramos
allí al compañero perdido. Le contamos nuestra aventura y el oyente, malévolo
por naturaleza independientemente de quién sea, se ríe de la situación ajena
sin saber que algún día le tocará pasar por el mismo lugar común.
Ambas historias, como toda leyenda que se
precie tienen un final. En uno de ellos se demuestra que no soy una persona inteligente.
En el otro se revela el secreto de la misteriosa identidad de la pelirroja
desnuda.
Tras la historia relatada por Jandro, no accedo a creérmelo con
facilidad. Como investigador quiero pruebas de lo que me definen como “El Tito se caga en el despacho y se queda a
olerlo”, así que, aprovechando un descuido, accedo a la guarida del Tito acompañado, valga la redundancia,
de mi compañero. Entro. Doy dos pasos y la puerta se cierra tras de mí.
Entonces lo comprendo. La trampa mortal me ha pillado. Piqué el cebo y lo pago.
Intento salir, pero ahogado en putridez no lo consigo. Jandro ríe y yo pierdo años de vida. La ciencia es el caldo de
cultivo y lugar de reunión de hombres malvados, no cabe duda.
Por su parte, para cerrar esta entrada, el Tito, arrepentido y encantado, entra en
nuestra sala de torturas y me comenta con su sonrisa de triunfador la
misteriosa identidad escondida tras la chica pelirroja de su pantalla. Según el
Tito, esa chica era la actriz que en
su día dio vida a Pippi Calzaslargas.
El comentario concluyó con un “Qué bien
ha crecido la jodía”. Una rápida busca online en esa fábrica de bulos que
es internet resuelve el misterio sobre si realmente estaba viendo desnuda a Inger Nilsson, intérpetre que saltó a la fama interpretando a la pizpireta Pippi en 1969 (Obviamente no lo estaba).
Un polo de lima limón para el que acierte que versión tenía el Tito en pantalla. |
Joer, es que lo de agarrarse a algo como "Ajare??", "Nao!!" para empezar cada mañana demuestra que muy jodíos debíamos estar.
ResponderEliminarPOr otro lado, corroboro que al Tito le gustaba jugar a lanzar sus "cosas" de manera parecida a como soltaban al Chuache y demás en "Perseguido", hasta que ya era demasiado tarde y lo veía recorrer el pasillo con graves problemas, en busca del váter más cercano (lo de menos era lo de que fuese para hombres o mujeres)
!Ah¡, los baños de la Facultad de Medicina, un ejemplo de estética y diseño vanguardista.
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