Llega la marcha minera a Madrid.
Lo hace envuelta en la dicotomía del clamor y la indiferencia. Clamor popular,
apoyo masivo del ciudadano. Indiferencia de la prensa que mira hacia otro lado,
ninguneando al pueblo una vez más y defendiendo los intereses de quien la
protege, la cobija y la ampara, puesto que hace años que la prensa pasó de ser
un medio de información para convertirse en un medio de propaganda.
Pero dentro del apoyo del resto
de ciudadanos, también existe una especie de división. Muchos son los que ven
en esta lucha de los mineros un ejemplo a seguir, una forma de moverse, una
protesta que puede perder en algún momento la razón en la forma pero que es
solida como la roca en el fondo. Otros consideran que esta huelga no es legítima
y que es solo ruido y fuegos de artificio por parte de un grupo social particularmente
beneficiado.
La minería ha sido desde siempre
una de las imágenes de la lucha social y de clases. En 1895, Leopoldo Alas Clarín ya hablaba del tema
en su obra “Teresa”. Todo el mundo
sabe de la participación de los mineros en la revolución de Octubre del 34 y de
sus batallas campales en busca de la defensa de sus derechos con la huelga del
62 y posteriormente, ya durante la democracia, con la marcha negra de hace
veinte años. De esta entrega y esta capacidad de lucha vienen diferentes
resultados. Uno de ellos son las controvertidas prejubilaciones y la gestión de
los fondos mineros y las ayudas nacionales al sector. Se habla y se critica a
gente con escasa edad y ya prejubilados, o lo que es lo mismo, percibiendo un
dinero a cambio de no trabajar y de la voluntad de no volver a hacerlo.
Así que, volviendo al apoyo
ciudadano, observo que hay gente que habla de estas prebendas y otras como una vergüenza
que incapacita o ilegaliza la lucha minera por cuanto los propios luchadores conviven
con unas ventajas que otros no tenemos. Lo primero, y a título personal, no veo
una ventaja en ninguna parte a vivir sin trabajar, por mucho que cobres. Yo he
ganado casi lo mismo cobrando el paro que trabajando y no me duelen prendas en
decir que fue el peor año de mi vida. Supongo que existen personas que serian
felices así. Otros hablan de las ventajas fiscales o sociales otorgadas a estos
mineros y piden lo mismo para ellos. Bien, me parece justo. Solo necesitan
organizarse y levantarse del cómodo sofá, salir a la calle y luchar por esos
derechos que supuestamente merecen, ya que, corríjanme si me equivoco, pero
creo que el gobierno español desde siempre, y más ahora, no va a traer ningún derecho
adicional o ventaja fiscal a casa de nadie, o a lo mejor solo de algunos. Para
muestra de la dejadez general, un botón. Hace un par de años, a mi colectivo
laboral se nos recortó un cinco por ciento del sueldo por parte de la Comunidad
de Madrid bajo el amparo de que éramos personal sanitario público, mentira que
no por cien veces repetida se convertiría en verdad. Además muchos no tenían ni
contrato laboral, ya que cobraban de una beca estatal y en lo general los sueldos
estaban por debajo de lo correspondiente a su nivel profesional. Tras una serie
de reuniones acordamos que la situación era nefasta e inconcebible y pensamos
en que ya era hora de que nuestros derechos fuesen defendidos. Pese a algunas
voces discordantes y extrañamente ancladas en el pasado que decían aquello tan
manido de “Peor se estaba antes”, nos
mostramos decididos a buscar un representante sindical, respaldado por la serie
de ventajas que respaldan a los representantes sindicales y que incomprensiblemente
nadie ve como ventajas a la hora de la negociación con una empresa que te puede
echar si le apetece, sino como un apoyo a un vividor que quiere dejar de
trabajar. Queríamos hacer piña y ya puestos, reclamar una serie de derechos que
se niegan sistemáticamente al sistema investigador español. Han pasado dos años
y nada de nada. Es más, huelgas generales y prácticamente ningún apoyo por
nuestra parte ¿Huelgas de funcionarios?, ningún apoyo, ¿Representante de los trabajadores?desaparecido en combate ¿Y muchos quieren lo mismo que los mineros?, pues
protestando en “La Twitter” como diría Clemente,
no se consigue mucho.
Así que mi enhorabuena a todas
esas familias que están sacrificándose día a día tras más de cuarenta jornadas
de huelga. Gente que lucha por sus derechos aunque sea quemando carreteras, que
llevan su batalla campal justo delante de la casa de mi abuelo, el cual luce
orgulloso un pin en apoyo a la minería y a esos chavales que, tristemente, han
de seguir batallando lo que el peleó hace cuarenta años. En esa lucha algo
saldrá. Mientras, otros menos decididos, veremos por televisión como nuestro
presidente se ha dignado en salir al ruedo para anunciarnos que nos van a
retorcer el puñal un poco más en la herida, que hay que subir el IVA porque hay
muchos que están robando dinero y ya se sabe que mal de muchos lo pagan los
tontos. Para solucionarlo, en lugar de hacer como el sector minero, siempre
podemos hacer algo muy español.
Cambiar de canal y echar la culpa
al de al lado.
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