Me encanta el cine, pero el cine como arte, no como espacio dedicado a proyectar películas, ya que en este espacio es dolorosamente habitual que tenga cabida la demostración de que en tiempos de crisis hay algo que no decae ni disminuye. La estupidez humana. No entiendo muchos de los comportamientos de mis iguales y menos cuando estos se encuentran en las edades puberales, las cuales se alcanzan cada vez con mayor precocidad y se abandonan más tarde. Supongo que cuando yo fui adolescente, largo tiempo atrás, también era un capullo y que estoy tratando de olvidarlo, pero es que hay veces que a uno le llaman la atención muchas cosas.
Lo primero es hacerme una pregunta. Si el cine vale ocho con veinte euros la sesión, ¿Alguien se extraña de que las salas estén medio vacías y la gente acuda a internet para ver esas películas que en modo alguno verían pagando? Esta pregunta nada tiene que ver con la adolescencia, o puede que sí, ya que ante este precio lo que me llama la atención es que se vaya al cine para estar metido un largo tiempo en internet a través del móvil, ya sea en twitter, tuenti, facebook, o simplemente mandando mensajitos. Las tarifas telefónicas ya son bastante altas como para encima tener que hacer todo eso en una sala donde te cobran la velada a cuatro euros la hora. Además, por si no lo saben, la luz de esos aparatitos molesta.
Lo segundo es ya la duda por la duda ante el género humano. Ayer en una escena dura y complicada de tragar como es una violación, comprobé sorprendido que durante y al término de la misma había unas chicas que se estaban riendo como si estuviesen en un pase de “La vida de Brian”. Me llamó poderosamente la atención la falta de empatía hacia lo que en la pantalla se nos narraba con una crudeza difícilmente digerible. En fin. Supongo que en mi futuro se pinta un viejo cascarrabias de esos que mira a su alrededor en busca de jóvenes a los que criticar por criticar. Vamos a la película en sí.
La primera parte de la saga americana de Millenium era un producto destinado a triunfar. En el guión, uno de los libros que más éxito ha tenido en los últimos tiempos. Tras la adaptación cinematográfica, uno de los directores más brillantes del momento. Una fórmula que ha conseguido el éxito esperado y que observando el final de la cinta, parece destinado a presentar continuación. Nunca he leído los libros con lo que mi comentario atañe de manera exclusiva a la película. Me llama la atención que el título original de la película ("The girl with the dragon tatoo"), haya sido cambiado en España para hacerlo coincidir con el primer tomo de la trilogía ("Los hombres que no amaban a las mujeres").
Tras una breve introducción, David Fincher vuelve a colarnos unos títulos de crédito espectaculares y bizarros en los que parece ser que se condensan parte de las características de los personajes y las tramas de los libros. Cables, tatuajes, cuerpos y teclados se funden en un líquido negro que adopta diferentes formas mientras una música cañera invade nuestros oídos. No alcanza el nivel de maestría de Se7en, pero está claro que el encargad@ de hacerle los créditos a Fincher es un genio.
La historia presenta de manera alternada a los personajes de Mikael Blomkvist y Liesbeth Salander, verdadera estrella de la función por lo extraño y bizarro de su comportamiento y estética. Los dos están muy bien interpretados, sobretodo el papel de la joven y desquiciada sueca. Ambos, el periodista y la hacker se verán implicados en la investigación de la desaparición de una joven perteneciente a una familia adinerada instalada en una isla en el norte de Suecia. A la vez que Blomkvist investiga los sucesos, se nos muestra la torturada vida de una Salander declarada demente por haber quemado vivo a su padre. Liesbeth trabaja como investigadora para una agencia especial que se dedica a buscar trapos sucios, entre otros los de Blomkvist, y allí se inicia su relación. Cuando el periodista se encuentra en un callejón sin salida, recurre a ella para acabar con la trama de la desaparición, la cual incluye decenas de asesinatos de mujeres.
La película está muy bien hecha y durante gran parte del metraje se alternan las dos tramas de forma limpia y clara. Cuando ambas historias se mezclan, parece que todo se desboca y conduce a un final, cuya representación en el libro en el que se basa el filme desconozco completamente, pero que en la película está bastante cantado. Atención que vienen “spoilers”. Si la película se titula “Los hombres que no amaban a las mujeres”, está claro que el malo es un hombre. Si salen cuatro personajes masculinos y hay un actor relativamente conocido, todo indica quién va a ser el que esté detrás del asunto, así que mientras Liesbeth y Michael van desentramando pistas, todo se aboca a un final que sucede de manera abrupta.
No cuento más de la trama. Otro error claro se encuentra, en mi modesta opinión, en el trabajo de doblaje del personaje interpretado por la actriz Rooney Mara. En ocasiones la voz, más que la de una persona "ida", parece la de una bobalicona sin sangre. No sé como es el original, pero no me ha gustado. Tal vez es criticar por criticar.
Tras la resolución del caso asistimos a media hora de Salander en estado puro, claramente destinada a preparar futuras entregas y que en mi opinión no aporta gran cosa, haciendo descender el ritmo de la película, el cual es bastante trepidante. Es una buena película, entretenida y que se deja ver. Tal y como fue el año 2011 en cuanto a cine, creo que esta es una de las mejores películas que se pueden ver actualmente.
No entiendo quién puede ir a ver bazofias de este porte |
Fincher con el piloto automático. Toma el dinero y corre.
ResponderEliminarFincher con pilioto automático todavía ve muy de lejos al resto de directores.
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