Ayer me acerqué a ver la última entrega de “La Guerra de las Galaxias”. Sin ser un
gran fan, he de decir que pocas películas pueden tener tanta magia como ésta. Ver
los cartelones amarillos mientras suena la fanfarria orquestada por John Williams, ya parece suficiente para
retrotraerte a la más tierna infancia y te genera ilusión por lo que estás a
punto de ver.
Es cierto que “El despertar de la fuerza” no es una obra maestra. Es evidente que
el guion es simple y vuelve a lugares comunes sin arriesgar casi nada. Sin
embargo sería falso decir que, tras la lamentable trilogía anterior, esta nueva
entrega no significa una nueva esperanza.
Y es el inicio de la película mi parte
favorita. Saltamos de personaje en personaje con rapidez pero con pulso. Del
bravo piloto al soldado imperial con conciencia…
Y hago un inciso porque hace un par de años
escribí una breve historia sobre un soldado imperial con un amor inquebrantable
por las artes escénicas. En su momento no me decidí a publicarla porque, seamos
serios, me pareció una fumada monumental. Pero todo se andará.