jueves, 12 de septiembre de 2019

GANANDO EN EL BERNABÉU




Este blog se está torciendo hacia el lado del fútbol. No es nada personal. Llevo semanas sin ver, leer o escuchar algo que me motive a escribir. Mientras la musa se mantenga alejada me acercaré al balompié y cuando Calíope se decida a darme algo diferente sobre lo que escribir, con ello me pondré. 
 
Cuando no se puede, no se puede

Como sportinguista uno se acostumbra a pocas victorias. Pocas, pero elegidas. De esas que se quedan grabadas, quizá por escasas, quizá por hermosas. De memoria recuerdo especialmente dos ascensos, uno con Abelardo, otro con Preciado. Especial y vívidamente recuerdo una victoria. Un dos de abril de 2011 en el Santiago Bernabéu.  



En el plano deportivo el Sporting viene haciendo una liga interesante. Botía e Iván Hernández son dos centrales de garantías. Juan Pablo está inconmensurable. El trivote Cases-Rivera-Castro funciona a la perfección y Miguel de las Cuevas está haciendo la temporada de su despegue como futbolista. Aun con todo, que el Sporting triunfe en feudo merengue no es plato habitual. La última victoria del Sporting en el Bernabéu databa de la temporada 95/96. Sobre el verde, Ablanedo, Hugo Pérez y el Príncipe Lediakhov doblegaban al Real Madrid con gol de Velasco, lateral de buen recuerdo. Pero estamos en la primera temporada de Mourinho, así que lo deportivo importa poco. Hay una guerra abierta contra el guardiolismo y el resto somos daños colaterales.


En los siete días que van del 18 al 25 de septiembre, el Sporting tiene que jugar contra Athletic, Barcelona y Valencia. Para los encuentros contra leones y ches, Preciado saca prácticamente el mismo 11 y rota para defenderse ante el Barcelona de Guardiola que ganará liga y Champions. Jugando a defender, el Sporting pierde por uno a cero en el feudo en el que, un par de meses más tarde, se apaleará sin piedad al Real Madrid. En los siete últimos partidos de liga de 2010, el Barcelona marca 32 goles, así que la táctica del murciélago planteada por Manolo Preciado parecía de lo más apropiada. Sin embargo, para la prensa madridista que dicta el pensamiento nacional, y para el entrenador portugués, la actitud de Preciado ese 22 de septiembre no fue la correcta. Mourinho acusa al Sporting de, en la jornada 4, entregar la liga al Barcelona y juntaletras apenas cualificados para acercarse a una máquina de escribir reportan y amplifican los lloros del portugués.
 
La redacción de As en aquellos tiempos
Preciado no era mi entrenador favorito y nunca lo oculté. Sin embargo, le dio una personalidad al equipo que se echa de menos. El de Astillero salió y respondió al canalla portugués como debía hacerse. Primero en lo mediático, luego en el campo. Entre medias, gente como Cuéllar le daba un repaso televisivo a un Roncero vergonzante, pero el runrún de que el Sporting cedía y cede (cuando puede) victorias al Barcelona sigue presente pese a no ser cierto. Sin ir más lejos, ese año el Sporting y el Real Madrid conseguían el mismo resultado frente a los culés jugando como locales (1-1).
 
Bizcochete contra Nosferatu. Roncero tenía las de perder
Pero viajemos ya al dos de abril de 2011. Los rojiblancos visitan el Bernabéu y, pese a la buena inercia, ganar se antoja complicado ante un Madrid que se juega la vida sin Cristiano, Benzema o Xabi Alonso. En la grada del Bernabéu hay cierta animadversión al Sporting y se pita a Preciado pero apenas lo noto ya que el estrés que se apodera de mí va in crescendo conforme pasan los minutos y veo que aguantamos el arreón blanco. Con una defensa salvaje y un juego perfectamente conjuntado, el Sporting aguanta hasta que Nacho Cases toca un balón atrás y de las Cuevas incendia a todo el estadio porque somos muchos los que disfrutamos de la magia en un campo más rojiblanco que blanco. El momento es catártico y el Bernabéu se convierte en un estadio pequeño para tanto alma sportinguista. Rodeado de la afición local apenas celebro, más por incredulidad que por temor. Quedan 12 minutos y prolongación que se hacen eternos. El partido no se detiene y la agonía se alarga. Parece imposible que el Madrid no marque, pero no lo hace. Victoria por la mínima. La tercera en la más que centenaria historia sportinguista. La celebro con algarabía y un seguidor blanco me dice “esto lo hacéis para joder y que gane la liga el Barcelona”. En medio de la alegría veo que el mensaje simplista ha calado. El trilero portugués y sus adláteres de la prensa escrita, aquellos que aún no saben que le perdonaran aplaudirán por meter el dedo en el ojo a un compañero de profesión, habían señalado el camino y muchos lo habían seguido sin pensar. Como pronosticó Manolo, al escupir para arriba Mou solo tenía que esperar que la gravedad hiciese su efecto.


Una gran victoria. Desde aquel día hemos perdido mucho más que ganado pero en los malos momentos hay que recordar aquellas pequeñas victorias. No está de más. Y recordar una época en la que el Sporting era un ejemplo de pundonor, entrega y lucha. Quizá por Preciado, o por Bilic, o por Cuéllar, o por Gregory, o por Cases. Quizá porque todos juntos hacían que, ganasen o perdiesen, cada partido fuese una ilusión. También porque le dimos un portazo en los morros a la gente adecuada. Son cosas que hacen que la victoria sea más dulce. Fue el mejor año que recuerdo en la historia moderna del Sporting. Lejos quedaba la vitoria en Mestalla que nos metía en UEFA o el 0-4 en Barcelona. Ese momento en que Preciado doblegó al canalla fue un gran momento. Digno de recordarlo de vez en cuando.

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