lunes, 29 de diciembre de 2014

JUGANDO VIDEOJUEGOS III. EN LA SALA




Es muy difícil mantenerte como un referente en el campo de lo audiovisual, del entretenimiento, del arte en su más vasta extensión. Al colocarte en lo más alto de la pirámide es normal sufrir la ira, el ataque y el oprobio de aquellos que ven en ti un enemigo al que derribar. Le pasó a SONY con su película sobre el líder de Corea del Norte y ahora le pasa a Jugando Pachangas. El blog de los sin voz.

Porque si unos hackers aterrorizaron a SONY con la difusión de sus intimidades y el robo de información, ésta, su página de información para aquellos temas importantes y relevantes, también ha sido atacada.No puede haber destino más cruel, situación menos dichosa ni momento más sofocante que darte cuenta que todo el esfuerzo, trabajo y dedicación se han ido al garete por la maldad y la necedad de una sola persona. Hice un esfuerzo. Traté de, por primera vez, cumplir mis promesas y realizar una serie de capítulos que repasaran mi historia con el videojuego. Luché denodadamente contra la adversidad, pero siguiendo una larga tradición de infortunio, me di de bruces contra la cruda realidad y es hoy cuando me debato entre la derrota y la esperanza.

Porque para llevar a cabo esta tetralogía del videojuego, tuve que realizar un enorme esfuerzo de reunión de datos, información y análisis. Básicamente, un buen día, apunté cuarenta nombres de videojuegos en un papel mugroso, clasificándolos de diez en diez, para hacer cuatro grupos uniformes y con entidad propia. Pero hete aquí que, tras la segunda entrada, el malvado y necio que soy hizo una bola con la susodicha hoja y la lanzó a las profundidades del cubo de reciclado. Mil veces me maldigo. Así que hoy voy a tirar de memoria. Un acto durísimo del que espero salir ganador. Y no es sencillo. Mi memoria pudo haber sido prodigiosa, grandiosa y esplendorosa pero durante unos años habité una zona desconocida entre el bien y el mal, destinada a quemar las neuronas de los jóvenes. Me refiero a las salas de juegos.
 
No encuentro ninguna foto que haga justicia a como yo veo una sala de juegos
Porque aquel que no haya ido a una sala de juegos de manera habitual, digámoslo en plata, no sabe vivir. Tú, con tu adolescencia saliéndote literalmente por los poros, te ibas a la sala de recreativas gobernada por un tío conocido como “Jefe” y allí eras el puto amo. O al menos eso sentías. Era un microuniverso con entropía propia, con leyes de la física diferentes y que servía de prueba para aquello que algunos equívocamente llaman “mundo real”. El pelo en el pecho nacía en ese momento en que ibas al “Jefe” y le decías que una máquina te había tragado cinco duros. Al principio sudor frío “¿Me creerá?” “¿Recuperaré esos cinco duros para perderlos ipso facto en la misma puñetera máquina?

Sí a todo. Porque al “Jefe”, Dios de su propio establecimiento, nada le preocupaba más que tu felicidad. Bueno, eso, y que no escupieras en el suelo.

Allí me moví yo, pasando del futbolín a los dardos y de ahí al billar sin brillar (juego de palabras del semestre) en ninguno de ellos. Ahí acepté que la maestría en esas artes correspondía a una generación anterior. Sin embargo los reyes de las salas de juegos nacieron en mi era. Yo vi a gente acabarse el “Golden Axe“ con cinco duros. También encontré personas capaces de saberse todos los movimientos del “King of Fighters” (Todos los movimientos de todos los personajes de los cientos de “King of Fighters”). He pedido partida y me la han pedido golpeando el tablero con una moneda, moderna versión de retar a un duelo. Me echaron unos mayores del “Superside Kicks” y juré venganza que nunca tuve. Así era la vida en la sala de juegos. Así es la vida. Así que repasemos los diez mejores juegos que he jugado en una sala.
Cinco duros que no volverán
La nostalgia me invade cuando pienso en la primera vez que visité una de estas atmósferas con personalidad propia. A lo mejor es que estoy escuchando a Carla Bruni cantar en francés y, pese a no entender nada, me está invadiendo una añoranza sin sentido por aquella infancia entre mandos y botones, pero sobre todo entre amigos, o mejor dicho, hermanos. Porque a la sala no vas solo a no ser que vayas a vender algo ligeramente fuera de la legalidad. 
 
Como este señor que vende cachorritos en el metro de NY
Y no hay mejores juegos para disfrutar en pareja que los Beat’em up. Mucho dinero invertido, que no gastado en el “Final Fight”. Lo primero decir que soy horrendo a estos juegos. Lo segundo decir que Haggar se parece a mi querido padre y por eso era mi personaje de cabecera por delante de Max y Cody. Con el bueno de Haggar, alcalde de PODEMOS en la peligrosa Metro City, me lancé a limpiar las calles de morralla y delincuentes. Nunca me lo acabé, pero disfruté de él en mis primeros años en las salas de juegos.


Luego las cosas evolucionaron y llegaron juegos como el “King of Dragons”, que es una maravilla y a la que reconozco haber jugado mayormente solo. Flechas para todos y enfrentamientos imborrables con minotauros y dragones que dejan a las películas de “El Hobbit” a la altura del betún.


Con mi hermano Javier disfruté de épicas veladas en Hilario, sala de juegos cenital en Oviedo. Sin embargo fue en otra sala diferente (antes podías encontrar cinco o seis diferentes en una ciudad de doscientos mil habitantes) donde conocimos el “Cadillac and dinosaurs”. Partidas a dobles usando como personajes a aquel muchacho negro de bonitas botas y pantalones amarillos que respondía al nombre de Mustafá Cairo y el otro fornido chico que acabo de descubrir que se llamaba Mess O’Bradovich (vaya pasada de nombre). Nos repartíamos la pantalla y disfrutábamos del scroll lateral y de las palizas a dinosaurios, macarras o punquetas.  Imborrable el chiste privado de ver a Mustafá repartiendo cucho con su patada giratoria. Como es un chiste privado no tiene gracia pero yo me quedo tan fino.


Pero claro, a la sala no se va en parejas. A veces las cosas se van de las manos y te quedas solo mientras tus compañeros echaban un “Ferrari F355 Challenge”. Ahí el máquina era mi hermano Avelino, un amante de la escudería italiana que es tan buen tipo que merecería tener un Ferrari pero no lo tiene porque esos coches normalmente no los llevan buenos tipos. Entonces tú, preso de la envidia, te ibas a una máquina que todos llamábamos “El Carlos Sainz” y que resulta que se llama “World rally championship”. Auténtica viciada jugable a muerte y que buscaré luego en mi teléfono. Aprenderte atajos era fundamental para el éxito. Un juego educativo, si lo quieren mirar así.


Si el “Carlos Sainz” estaba ocupado siempre podías echar un “Radikal Bikers”, otro juego de la casa Gaelco realmente divertido y absolutamente desquiciado. Logré acabarlo por si a alguien le interesa. Claro que mejor habría estado estudiando Química Orgánica para aprobar los exámenes del Doctor Barluenga que haciendo el botarate por ahí.


Pero no hemos venido solos a la sala y es hora de hacer algo con amigos. Por ejemplo jugar al “Gal’s Panic”. Divertidísimo juego en el que limpiar una pantalla para, en idea, ver a una hermosa señorita nipona. El caso es que de hermosa la señorita no tenía nada y si algo tenía el “Gal’s Panic” era la gran capacidad de arremolinar gente a su entorno y la necesidad de coordinarte con tu compañero de aventura para que éste no te engullese y perder vidas a lo idiota. Juegazo.


Y no me puedo ir de la sala sin volver a traerme a mi hermano Javier. No solo a él, sino al “Hombre tabique”, clásico e impenetrable defensa del juego de fútbol más espectacular al que he jugado en una sala de juegos.  Konami soccer superstars”. El único juego donde el portero mejicano era una mezcla entre Casillas, Ablanedo, Valdés, Dikembe Mutombo y el hombre araña. Al final jugabas con México como equipo porque hacerte un gol era tarea imposible. Imprescindible.


Como de fútbol no come el hombre, llega el momento de poner un arma en la mano y jugar al “House of the Dead”. Junto a Javier logré darle fin al susodicho juego un 31 de diciembre antes de irme a cenar para salir de farra. Como dato decir que recuerdo el logro de terminarme ese juego pero nada de la juerga de después. No es por el alcohol, no se crean que le daba tanto a las espirituosas. Para mí fue un logro terminar ese juegazo de SEGA. Y con prisa, que nos daban las uvas. Me llevaré ese triunfo a la tumba. Por cierto que la canción nostálgica que suena ahora es de los Stone Temple Pilots, por si quieren acompañar de música esta lectura. Para que no se duerman, más que nada.


Evolucionando en el tiempo y con otro artista, o mejor dicho ARTISTA, como es mi hermano Sergio, nos fuimos a jugar al “Time Crisis 3”. He de reconocer que no hay otra mano tan rápida como la mía a este lado del río Pecos. Aquí me habrían llamado un “Trigger happy”, pero es que mi técnica de disparo rápido era complicada de imitar y estoy orgulloso de ella. También tengo unas piernas cinceladas en mármol, pero eso es otra historia. Por otra parte, lo de agacharme con el pedal de la máquina ya era otra cosa y al final solía morir como un perro.


Y creo que llego a diez con éste. Porque aquí en los USA sobrevive el negocio de las maquinitas. No conserva el clásico ambiente ceniciento y cutre, sino que está lleno de colores y familias. En lugar de “Jevimetaleros” salidos del infierno alrededor de la máquina de billar, hay niñas de ricitos rubios y en lugar de futbolín hay una máquina de Kung-fu Panda. Pero todavía tiene su encanto. Así que ahí nos encaminamos mi mujer y yo de vez en cuando. Y nos enfrascamos a batallas de “Guitar Hero” o juegos de velocidad y reflejos, pero a mí me encanta el nuevo “Pac-Man”. Me pone nervioso y me excita. Es una mezcla entre lo nuevo y lo añejo. Un duelo con los fantasmas a una velocidad de otro tiempo. Muy divertido. Me retrotrae a lo antiguo, a mis buenos años con mis mejores amigos. Y a la vez puedo disfrutarlo con mi mujer ¿Qué más puedo pedir?


Mierda, ahora suena “Karma Police” y si algo tiene Radiohead es que es capaz de deprimir a un trianero. Pero no es depresión lo que siento. Simple nostalgia. Clásica y navideña. Cuando pienso en esos días veo las caras de Ave, Javi y Sergio como las vi en otro tiempo, casi veinte años atrás. Unos buenos chavales jugando videojuegos y riéndose ante la vida. Como pasa el tiempo. Pronto estaré por allí, espero, para poder reunirnos. Qué pena no poder echar una partida tranquilos. 

10 comentarios:

  1. El gran Haggar, alcalde convertido en mamporrero. Suele ser al contrario.
    Si quieres escuchar a un grupo "depresivo" de lo más molón, aquí tienes a los jevilones suecos Evergrey:
    https://www.youtube.com/watch?v=rwvkTvv2NHU

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    1. A ver, no es que quiera deprimirme, es que hay canciones que parecen invitar a ello. Por ejemplo si salgo a correr me pongo algo de macarraque, pero para trabajar hay que estar calmado. Grande Haggar ¿Para cuándo la película?

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  2. En su día el Jesse Ventura de "Depredador" podría haber encarnado a Haggar, con bigotón y todo.

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    1. Ayer estaba jugando al Final fight 3 (no sabía que había 3) y me di cuenta de lo que dices, sobre todo cuando sale André el Gigante y te das cuenta de la influencia del wrestling en según que cosas.

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    2. Coño, el gran André, menuda bestia parda.

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  3. Con palabras como oprobio ya me tienes XD. Que gran Ranking, espero que sigas con estas listas aun con el agravio de la pérdida del papel en el reciclaje. El Final Fight me trajo muchos problemas de cabeza con mis padres porque vaciaba la semanada (paga) en tal máquina. Yo era de Cody porque siempre he sido muy callejero y de escuchar Camela. Es broma, lo de callejero. Al Time Crisis, me acuerdo de aquel pedal y de mi reconocida mala suerte. Como soltar el pedal, salir a disparar y comerme de frente toda la bala del enemigo.
    He notado un aura de nostalgia más poderosa que en otras ocasiones, que el Japi Krismas no empañe el recuerdo. Soy Pío Baroja. Un abrazo y Feliz año!

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    1. El time crisis, como todos los juegos, era un pelín tramposo. Como bien dices, ese momento en el que llevas agazapado una hora y cuando sale, pum, machete entre las cejas. Ser fan de Camela no es malo. HAy drogas más chungas. Hay gente a la que le gustan Andy y Lucas. Un abrazo, merry christmas and japi niu llir.

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  4. Ah, eso muchachos. ¡Feliz año y que vuelva McTiernan a estrenar película de una pu...ñetera vez!

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    1. A ver si la estrena y nos llevamos un disgusto...

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    2. Cabe la posibilidad. El tío no es que sea equilibrado, precisamente.

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