UN DÍA DE FURIA

En 1993 se estrena “Un día de furia”.  En 1995 Iron Maiden le dedica la canción “Man on the edge” al personaje central de la película. En 1997, en el episodio de los Simpsons titulado “El enemigo de Homer” aparece Frank Grimes, inspirado de nuevo en el personaje interpretado por Michael Douglas en “Un día de furia”. En 2011, los Foo Fighters recuerdan la película en el videoclip de "Walk".

Pese a una recaudación escasa y un impacto inmediato poco relevante, estamos ante una película que ha creado corrientes de admiración y también cierta controversia sobretodo en los lejanos noventa. La obra de Joel Schumacher narra con acierto el descubrimiento de lo engañoso del sueño americano.

Toda la película gira en torno a dos personajes. Foster y Prendergast. Dos abnegados trabajadores, dos hombres que han servido a su país, pero por encima de todo dos personas amargadas que están condenadas a encontrarse desde que coinciden en el atasco que tiene lugar en la opresiva primera escena.

Sin dejar a un lado que se trata de una película triste, “Falling down”, que así se llama en la versión original, tiene la virtud de sacar el lado más oscuro que reside en cada uno de nosotros. William Foster, el personaje interpretado por Michael Douglas, es un hombre odiado y repudiado por su propia familia. Su madre y su mujer le temen y solo su hija parece estar ausente de cuanto de maligno o loco hay en su padre. Sin embargo y pese a las atrocidades que Foster comete a lo largo del metraje, en torno a él y gracias a la brillante interpretación de Douglas, hay un aura de tristeza. Porque Foster es un perdedor que viste traje y corbata. Estudió, fundó una familia, trabajó fabricando misiles para defender a su país y ahora sus estudios no valen, su familia no existe y su trabajo es para otros.

Foster no acepta la realidad de su fracaso vital y se cubre los ojos con una venda, en parte por su intrínseca locura, en parte por no saber hacer otra cosa. Es el cumpleaños de su hija y decide entregarle un regalo. Para ello cruzará Los Ángeles a pie solo para encontrar el lado oscuro de ese mundo que él desconocía. Harto de todo, Foster se enfrenta a los que son como él, a los desamparados, los ladrones, los violentos y los locos. En un viaje al infierno que empieza en las mismas llamas, solo la ilusión de encontrar a su hija le permitirá avanzar superando cada obstáculo. Una única parada en el camino. Foster se encuentra a la puerta de un banco con un hombre desahuciado, expulsado de la sociedad, económicamente no viable. Un hombre como él. Su vivo reflejo. La imagen de los exiliados del paraíso por su condición económica. El hombre le pide a Foster que no le olvide y Foster no lo hace. Ya no hay elección porque nunca la hubo. Foster sabe que el de hoy es su último viaje y se dirige a pasar sus últimos momentos con su hija, la única persona que todavía le quiere en este mundo.

En viaje inverso viene el sargento de policía Prendergast. Afable, educado e incluso admirado por su compañera. Capaz de cantarle a su esposa por teléfono o de enfrentarse con una sonrisa a la panda de garrulos que tiene por compañeros de trabajo. Prendergast comprenderá lo que, en su fuero interno, ya sabía. Su sonrisa eterna es falsa. Su mujer y él no tienen nada desde que perdieron a su hija, su trabajo no le llena y el respeto de sus compañeros es una mentira a la que él responde con otra. Prendergast sobra en la sociedad y todo el mundo se lo hace saber. Su mujer quiere que se vayan a un desierto, su jefe le odia por no ser Harry el sucio y en su último día de trabajo va a tener que lidiar con otro que lo tuvo todo para no tener nada. Un duro reflejo para el que creyendo tenerlo todo, nada tiene.

Y así llegamos al final. Mano a mano con Prendergast, Foster se enfrenta a su final decidido a acabar con la historia a su manera. Ha abrazado a su hija tras un periplo en el que siempre ha estado más allá del momento de la duda, ese momento del viaje en que es más largo volver al punto de partida que continuar hasta el final. Ya nada será igual. El sueño se acabó. La burbuja explotó y Foster no tiene porque luchar.

Y Foster muere. El loco triste cae tiroteado y abandona el mundo con una enigmática sonrisa. Prendergast a su vez renace. El engaño toca a su fin y los buenos modales, el trabajador ejemplar, el hombre modelo de lo que todos los demás querían que fuese abre paso a la persona que es. Quizá un poco tarde.  Pero no solo Prendergast abrió los ojos. Iron Maiden sintió la fuerza del mensaje de “Un día de furia”. Los Simpsons introdujeron una versión de William Foster en un Frank Grimes que ha de soportar como la vida sonríe al patán (genial patán por aquel entonces) de Homer Simpson. Un mensaje que cala, cercano, que parece no envejecer, un drama real, por desgracia, porque hay muchos William Foster que lo han dado todo para no recibir nada y muchos Prendergast que pensaban que la vida ya solo consistía en dejarse llevar para darse cuenta que van a morir en la orilla.

Quizá sea una visión excesivamente metafísica de una película que hace años que no veo. Pero es un peliculón, al fin y al cabo.