LOCKE AND KEY

Hace no muchos años todo era más sencillo. Sin las autopistas de la información que ahora nos sustentan, la cantidad de datos a los que teníamos acceso era baja y por ello, lo poco que nos llegaba nos hacía felices. Miles de recuerdos se agolpan. Una vieja casete TDK de 90 minutos podía escucharse por meses. No se avanzaba y retrocedía en busca de esa canción que quieres. Escuchabas todo el disco, te gustase entero o no y sabías en que nanosegundo exacto había un destrozo en la cinta de tanto uso. Leías los comics que tenías, una y otra vez. No había más. Viajes al rastro de León para comprar discos de tres y medio dónde los últimos juegos que habías visto en Micromanía se convertían en realidad por trescientas pesetas. Las tardes lluviosas de sábado caminabas al videoclub para alquilar algo interesante. Cruzabas la puerta y ahí estaba. El símbolo de “Novedad” cruzaba el rostro de Arnold en “Terminator 2”. Sin embargo “Alquilada”, en amarillo, bloqueaba tu sueño de ver lo antes posible aquella película que varios meses atrás había sido un éxito en los cines. Pero un día, tras toda la semana visitando el mismo local, estaba libre y el T1000 se revelaba ante tus ojos en todo su esplendor en una televisión de tubo con varios años a su espalda. Tenías acceso limitado a aquello que querías, de manera que al lograrlo todo era más dulce.

De Mecano a Status Quo, todo cabía aquí.

En los ochenta y noventa, la época en la que crecí, paladear algo nuevo era un placer. Ahora eso se ha perdido. Todos viajamos buscando la última película, el último gran éxito, el último dato en nuestras tabletas, iPods o iPads, salvo mi colega Pablo que lo hace en su iPol (Solo estamos en Enero y ya acabo de hacer el chiste del año 2014. No conozco límites). Es por ello que ahora mismo en la tableta de mi mujer mi tableta tengo todos los comics de los 4F de John Byrne y de pronto me canso de tal obra maestra y salto a ver qué tal le va al Conan de Roy Thomas, pero pierdo el hilo y visito las últimas aventuras del Batman de Scott Snyder. Sin parar, metiendo datos y datos en mi cerebro, sin filtrar hasta que llega algo que te llama la atención y colapsa todo deseo de búsqueda.

Ese algo es “Locke and Key”.

Joe Hill, hijo de Stephen King y Tabitha King parece haber heredado el talento familiar para la escritura de obras de misterio. Sin duda Stephen es un maestro de cómo unir lo mundano y lo paranormal en obras efectivas y de gran nivel y Joe va camino de ser, cuanto menos, digno heredero. En “Locke and Key”, Joe Hill narra la historia de la familia Locke, lastrada por una especie de maldición que lleva al padre de familia a morir a manos de dos asesinos adolescentes. La rota familia se instala en la vieja mansión Keyhouse. En ella, el pequeño Bode (mi personaje favorito con diferencia) encontrará una llave que le permitirá cruzar una puerta, solo que al hacerlo muere y se convierte en un fantasma con la capacidad de retornar a su cuerpo y revivir a voluntad. Éste es el inicio de un comic que entremezcla drama familiar, misterio, aventuras adolescentes y momentos de terror sin patinar en ningún instante. Con buen pulso y una envidiable capacidad para describir y hacer cercano a cada personaje que pulula por la historia, Hill nos acerca una historia de casas encantadas, monstruos y asesinos despiadados. Cada llave de la mansión Keyhouse tiene una característica determinada que permite que cada historia sea diferente y que cada personaje evolucione. Un gran comic con un dibujo sencillo y correcto por parte de Gabriel Rodríguez. 

El cerebro de Bode se asemeja en contenidos al mío.

Una lectura recomendable que incluso estuvo a punto de convertirse en serie de televisión pero los magnates de la FOX dudaron en algún momento y todo se fue al limbo de lo que nunca existirá.  De momento voy por el cuarto arco argumental y sigo enganchado, lo cual, como expresé en esta introducción que, como casi todas en este podreblog no venía a cuento de nada, es bastante difícil en estos días.