martes, 25 de junio de 2013

THE RIDE FOR ROSWELL.



 
Hace cuatro días que participé en “Ride for Roswell”. No encontraba las palabras para describir el evento ni la magnitud del mismo. Quizá por el cansancio con el que acabé el sábado, muestra del cual puede observarse en la siguiente imagen.

Espero que estas fotos no generen un imparable fenómeno "fan"
Sin embargo, hoy algo me ha llamado la atención y me ha obligado a escribir. Esta mañana, en el trabajo, he recibido una muestra de sangre de un niño de Chicago. Con tres años está pasando por un cáncer al cual se ha unido el daño cardíaco causado por la quimioterapia recibida. Mi trabajo consiste en procesar esa muestra, extraer el ADN y determinar si en su carga genética hay algo que predisponga al chico a sufrir por el tratamiento que intenta salvarle la vida. Un niño, una familia, una enfermedad condensada en un tubo de ensayo. Unos análisis que conducen a datos, números, resultados que quizá lleguen tarde o que no sirvan de nada. Ese es mi trabajo y, lo reconozco, prácticamente nunca pongo atención al nombre adherido al tubo, a la edad, al sexo, al diagnóstico. Todo ello lo anoto en una libreta como un robot y lo olvido inmediatamente. Todo ese sufrimiento es un número para mí porque no podría ser otra cosa. Hoy, sin embargo, ha sido diferente.

Puestos de avituallamiento
Y en parte es por la dichosa carrera. No me entiendan mal. Todo lo que pueda hablar de la “Ride for Roswell” es positivo. Destaca la participación, como se involucra la gente y ver como se vuelca un pueblo hasta conseguir casi cuatro millones de dólares de los cuales, cuatrocientos pertenecen a mi entorno, gracias a Javier, Kike, Pol, mis padres o Vir. El evento en sí es una fiesta, un intento de involucrar a la comunidad en una lucha difícil. La música, el espectáculo, la alegría, todo ello envuelve historias personales que, de pronto, se te acercan durante las treinta millas de marcha.

La salida de una de las pruebas
Con cada pedalada observas los mensajes de algunos de los participantes. Un hombre, un anciano prácticamente, se sube a la bicicleta en memoria de su esposa fallecida. Una mujer lleva la foto de su hija superviviente mientras que un grupo diferente muestra la imagen de otra chica que corrió peor suerte. Y sin embargo, de tanta tragedia surge una especie de estado emocional positivo, una sensación de lucha, de grupo, de humanidad, que raras veces he sentido. 

Buffalo nos recibió con un soleado día
Son las ocho de la mañana cuando cubro la mitad del recorrido y entro en terreno urbano. No diré que el ambiente sea el de una gran vuelta ciclista, sin embargo choca ver la cantidad de gente que abandona su domicilio para aplaudirte o animarte. Es extraño, tanto que cuesta describirlo. Al entrar en meta, tras dos horas y media pedaleando, la organización prepara algo especial. Quinientos metros vallados rodeados de gente que te recibe como si hubieses coronado el Angliru en primer puesto. Aplausos y vítores que, por alguna razón, no suenan vacíos, sino sinceros. 

Los aplausos fueron parte del día
Hay una alegría, una animosidad que, transmitida, resulta contagiosa y te llega. No me es lejana la tragedia del cáncer ni la lucha de los que lo sufren en carnes propias o seres queridos, pero esta especie de unión tribal, de ver a tanta gente remando en la misma dirección de forma altruista, esta simple etapa ha cambiado algo en mi percepción. No mucho, pero algo. Quizá no conseguí nada sobre mi bicicleta el domingo. Quizá hoy, en el trabajo, tampoco. Quizá, lo mejor, sea seguir considerando números anónimos a los distintos seres humanos que de uno u otro modo pasan por mis manos, ya que como casi todo investigador que conozco, dedicado a lograr avances en la salud, cada día que pasa siento que mi esfuerzo es ímprobo y culminará en nada, que nadie se va a curar por lo que haga cada mañana sentado frente a la mesa, que formo parte de una cadena, de un engranaje, de una maquinaria que no avanza hacia donde debiera.

El año que viene, si se puede, volveré
Puede ser. Lo que me queda claro es que no se puede dejar de intentarlo. Aunque sea dando pedales.
Me he puesto muy serio pero ahora llega el momento de reconocerlo. Iba dopado.

6 comentarios:

  1. Felicidades Adolfo!!! Veo que mi inversión ha sido fructífera...
    Es realmente complicado tener empatía hacia algo que se desconoce como es una enfermedad tan grave como el cancer, y creo que es normal, uno siempre piensa que nunca te va a pasar y que es algo que te es muy lejano, pero lo cierto, y por muy tópico que resulte, es que te puede tocar vivirlo ya sea directamente o en tu entorno y eso te hace ver las cosas de otra manera.
    Ayudar de manera desinteresada a la búsqueda de respuestas para una enfermedad de la que se desconoce mucho es de alabanza por tu parte Adolfo, sigue así,los ADNs de desconocidos te lo agradeceran....
    Espero que el granito de arena que hemos aportado sirva para algo, estoy seguro de que sí, porque los americanos para estas cosas son bastante serios...

    Un abrazo y Felicidades nuevamente...

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    1. EL problema no es la empatía, es que a veces, si te paras a pensar en lo que hay detrás de cada tubo que hay en el congelador de mi laboratorio, yo creo que te puedes presionar mucho.
      En cuanto al dinero donado, yo también creo que esto no acaba en el bolsillo de algún Bigotes o Bárcenas.
      Otro abrazo.

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  2. Me alegro que hayas acabado la marcha sin fenecer ni padecer terribles dolores.
    Lo de trabajar con muestras humanas es lo que tiene. Cuando hacia la tesis en España me llego material de una chica con una grave enfermedad, que a pesar de estar bien jodida, nos quiso donar un poco de DNA y unos fibroblastos (y sacarse fibroblastos jode un monton) que conoci personalmente y me entere hace poco que la habia palmao. :-(

    Yendo a temas menos serios, los cuernos, los reflectantes de las ruedas, la pata de cabra, los panatalones de Allen Iverson, las botas de futbito y el Maillot de Asturias hacen la combinacion con mas style que se ha visto desde el traje de batman con pezones de Chris o'Donell. He dicho.

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    Respuestas
    1. Sabía que me faltaba ponerme unos pezones en la camiseta. Craso error. En lo que no hiciste hincapié es en la combinación de color, y es que me di cuenta que el rosa palo de las botas no pega con la raya naranja acridina del pantalón. No estuve a la moda ese día.

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    2. Yo tambien me di cuenta, pero se compensa con la bandera de asturias cerca del corazon!

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    3. Fui las 30 millas cantando canciones de Víctor Manuel.

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