Vivimos una era de oscurantismo, un mundo de
terror. La era de los Bárcenas, del
rescate a Chipre, de las personas que se medican para superar la palpable
sensación de que no volverán a ser útiles nunca más, que no hallarán trabajo,
morirán sin tener un techo sobre sus cabezas, con el despido a la vuelta de la
esquina y la irrecuperable realidad de una vida dura en la que arañar el pan
del día a día entra en directa competencia con el amasar dinero de los ricos y
poderosos. Eso es ahora, pero antes todo era de color de rosa y, ¿quién mejor
para reflejar este cambio en los acontecimientos que la mal llamada caja tonta?
Paso al Rey |
En esa época crecimos con la extraña
sensación de ser necesarios, que ayudar al prójimo y no burlarse de él no era
una pantomima. Era la época en la que, una vez expulsados del ejército por un
delito que no habían cometido, cuatro tipos se convertían en defensores de la
injusticia, del débil y del aterrado. Y todo ello sin cobrar. No me cabe duda
que en los tiempos que corren, Hannibal y sus alegres muchachos se habrían
convertido en violentos mercenarios con sangrientas misiones en los lugares más
recónditos del lejano, y también del cercano oriente.
Sanos muchachos |
Ayudar era fundamental. No importaba el
precio ni el dilema moral, existencial o físico. Bruce Banner se convertía en
el increíble Hulk y paseaba su verde esplendor por la América profunda “desfaciendo” entuertos a golpe y
porrazo, pero siempre con un tierno corazón latiendo bajo el pecho irradiado
por los malditos rayos Gamma. Michael Knight, desfigurado policía, era
rescatado por un billonario que le concedía el honor de ponerse a los mandos
del coche más fantástico jamás creado y dedicarse a enterrar a los malvados a
golpe de gasolina. Sam Beckett sufrió un accidente que le envió atrás en el
tiempo, lejos de los que quiere y ¿qué debe hacer para retornar a su cuerpo y lugar?
Sencillo, introducirse en la vida de los demás y reparar los errores acumulados
por sus huéspedes.
Los decorados de Hulk eran de calidad increíble |
Todo era más sencillo. En aquella época, Rick
Grimes se habría levantado de su cama en medio de un apocalipsis y se habría
puesto a andar. En medio del desastre y rodeado de muertos que caminan, Rick no
habría caído en una espiral de locura, no habría matado a su mejor amigo por un
delito de cuernos, no habría renegado de su esposa ni desenfundaría su arma a
la menor ocasión. Los zombis no morirían nunca puesto que las balas irían
directas a sus pies o, de fallecer, no lo harían en medio de charcos de sangre
y vísceras, pues si algo nos enseñó la magistral “V”, es que se puede matar a seres cuyo aspecto no sea humano
siempre y cuando su sangre sea verde. Rick ayudaría a Merle a encontrar a su
hermano Daryl, uniría al roto matrimonio de Carol y su marido maltratador, que
en esta versión de los noventa solo sería un borrachín triste, y juntos
avanzarían hacia un nuevo amanecer para la raza humana.
Pero no solo se vive de tragedia personal y
sufrimiento individual. Las grandes historias, las tramas de alcoba y los líos
de poder también tenían su sitio en los primeros noventa. Los problemas de “Dinastía”, los líos en los viñedos de “Falcon Crest”, los abogados que
impartían “La ley de los Ángeles”,
todos ellos se envolvían en un halo de clase que les diferenciaba de la plebe. Pero
nada más. Antes los ricos también lloraban mientras que ahora se dedican a
hacer peinetas y a jugar con el sueldo de los demás como si fuera una versión
online del Monopoly. En aquellas
épocas los problemas de poder se solucionaban con sibilinas tramas gestadas tras
un Martini servido por un mayordomo chino al que no afectaban los estereotipos.
Las mujeres eran malas, muy malas, pero su maldad se escondía tras una
seductora sonrisa. Ahora los desvaríos de poder se solucionan a golpe de
espada, en el barro, en la arena y con el pelo cubierto de mugre. Hace frío,
nieva y hasta los sillones son de hierro. Todo es más duro y más complejo y las
mujeres siguen siendo malas pero empuñan una espada y son capaces de destripar
al más pintado si se le opone en mala fe.
He de aceptar que vivimos una era más dura,
más oscura y tenebrosa, menos cínica y más grave, donde los implantes mamarios
de las “Vigilantes de la playa”
pueden explotar a cada paso. Donde en “Salvados
por la campana”, Screech sufriría de Bullying agresivo mientras Zack lo
graba todo con su móvil de última generación. Un mundo en el que Steve Urkel
sería un despojo de la sociedad y Alf descuartizado y operado a corazón abierto
en busca de sus más oscuros secretos.
Alf no venía de Melmac, era bonaerense |
Lo aceptaré, pero me va a costar. Por eso
ayer empecé a ver de nuevo “Quantum Leap”,
porque hay valores que no deberían perderse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario