viernes, 22 de marzo de 2013

EL MUNDO A PRINCIPIOS DE LOS NOVENTA (SEGÚN LA TELE)


Vivimos una era de oscurantismo, un mundo de terror. La era de los Bárcenas, del rescate a Chipre, de las personas que se medican para superar la palpable sensación de que no volverán a ser útiles nunca más, que no hallarán trabajo, morirán sin tener un techo sobre sus cabezas, con el despido a la vuelta de la esquina y la irrecuperable realidad de una vida dura en la que arañar el pan del día a día entra en directa competencia con el amasar dinero de los ricos y poderosos. Eso es ahora, pero antes todo era de color de rosa y, ¿quién mejor para reflejar este cambio en los acontecimientos que la mal llamada caja tonta?
Paso al Rey
Solo hace falta repasar cómo funcionaban las series de televisión antes y como lo hacen ahora. En los no tan lejanos finales de los ochenta, principios de los noventa, la vida era distinta, diferente, quizá no mejor (el año 93 nos trajo otra profunda crisis a España), pero estén seguros que más colorida, más tonos pastel y esperanza. Eran otras épocas, más inocentes y ello se transmitía a través de la televisión con insulsa facilidad.

En esa época crecimos con la extraña sensación de ser necesarios, que ayudar al prójimo y no burlarse de él no era una pantomima. Era la época en la que, una vez expulsados del ejército por un delito que no habían cometido, cuatro tipos se convertían en defensores de la injusticia, del débil y del aterrado. Y todo ello sin cobrar. No me cabe duda que en los tiempos que corren, Hannibal y sus alegres muchachos se habrían convertido en violentos mercenarios con sangrientas misiones en los lugares más recónditos del lejano, y también del cercano oriente.
Sanos muchachos
Ayudar era fundamental. No importaba el precio ni el dilema moral, existencial o físico. Bruce Banner se convertía en el increíble Hulk y paseaba su verde esplendor por la América profunda “desfaciendo” entuertos a golpe y porrazo, pero siempre con un tierno corazón latiendo bajo el pecho irradiado por los malditos rayos Gamma. Michael Knight, desfigurado policía, era rescatado por un billonario que le concedía el honor de ponerse a los mandos del coche más fantástico jamás creado y dedicarse a enterrar a los malvados a golpe de gasolina. Sam Beckett sufrió un accidente que le envió atrás en el tiempo, lejos de los que quiere y ¿qué debe hacer para retornar a su cuerpo y lugar? Sencillo, introducirse en la vida de los demás y reparar los errores acumulados por sus huéspedes.
Los decorados de Hulk eran de calidad increíble
Todo era más sencillo. En aquella época, Rick Grimes se habría levantado de su cama en medio de un apocalipsis y se habría puesto a andar. En medio del desastre y rodeado de muertos que caminan, Rick no habría caído en una espiral de locura, no habría matado a su mejor amigo por un delito de cuernos, no habría renegado de su esposa ni desenfundaría su arma a la menor ocasión. Los zombis no morirían nunca puesto que las balas irían directas a sus pies o, de fallecer, no lo harían en medio de charcos de sangre y vísceras, pues si algo nos enseñó la magistral “V”, es que se puede matar a seres cuyo aspecto no sea humano siempre y cuando su sangre sea verde. Rick ayudaría a Merle a encontrar a su hermano Daryl, uniría al roto matrimonio de Carol y su marido maltratador, que en esta versión de los noventa solo sería un borrachín triste, y juntos avanzarían hacia un nuevo amanecer para la raza humana.

Pero no solo se vive de tragedia personal y sufrimiento individual. Las grandes historias, las tramas de alcoba y los líos de poder también tenían su sitio en los primeros noventa. Los problemas de “Dinastía”, los líos en los viñedos de “Falcon Crest”, los abogados que impartían “La ley de los Ángeles”, todos ellos se envolvían en un halo de clase que les diferenciaba de la plebe. Pero nada más. Antes los ricos también lloraban mientras que ahora se dedican a hacer peinetas y a jugar con el sueldo de los demás como si fuera una versión online del Monopoly. En aquellas épocas los problemas de poder se solucionaban con sibilinas tramas gestadas tras un Martini servido por un mayordomo chino al que no afectaban los estereotipos. Las mujeres eran malas, muy malas, pero su maldad se escondía tras una seductora sonrisa. Ahora los desvaríos de poder se solucionan a golpe de espada, en el barro, en la arena y con el pelo cubierto de mugre. Hace frío, nieva y hasta los sillones son de hierro. Todo es más duro y más complejo y las mujeres siguen siendo malas pero empuñan una espada y son capaces de destripar al más pintado si se le opone en mala fe.


He de aceptar que vivimos una era más dura, más oscura y tenebrosa, menos cínica y más grave, donde los implantes mamarios de las “Vigilantes de la playa” pueden explotar a cada paso. Donde en “Salvados por la campana”, Screech sufriría de Bullying agresivo mientras Zack lo graba todo con su móvil de última generación. Un mundo en el que Steve Urkel sería un despojo de la sociedad y Alf descuartizado y operado a corazón abierto en busca de sus más oscuros secretos.
Alf no venía de Melmac, era bonaerense
Lo aceptaré, pero me va a costar. Por eso ayer empecé a ver de nuevo “Quantum Leap”, porque hay valores que no deberían perderse.

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