miércoles, 10 de febrero de 2021

SAINT MAUD

La autocrítica nos hace fuertes, dignos. Nos enseña nuestros límites y nos ayuda a superarlos. Es, en definitiva, un arma útil y necesaria a la hora de mejorar como seres humanos. Así que ahí va mi autocrítica de hoy. Soy un cagón y las pelis de miedo me causan pesadillas y momentos de sudor churretoso e insomnio irrecuperable. Yo soy así, y así seguiré. Nunca cambiaré.
Niña del Exorcista silenciando un cine

Eso no es óbice para que disfrute con las películas de terror cuando estas lo merecen. Más que nada porque no soy un cagueta al uso. Mi problema va más con lo sugestivo que con lo evidente. No me asustan los machetazos o los momentos de violencia. No me dan miedo los monstruos incuestionables. Es ese interrogante, ese ojo que ve durante un segundo aquello que no desea ver. Esa imagen grabada en el cristalino, transmitida al cerebro y sobreimpresionada en algún lugar de tu mente donde, cuando menos te lo esperas, vuelve a aparecer y a sembrar las dudas en tu subconsciente. Es, en definitiva, ese momento en el que los pelos de las nalgas se erizan sin saber muy bien la razón. Eso me da miedo.

The ring, cagazo desde el minuto cero
Así que allí me fui a ver Saint Maud, película inglesa si no me equivoco. Vanagloriada por algunos críticos como una vuelta de tuerca al cine de terror, me esperaba una ensalada de sustos y tensión. Sin embargo, Saint Maud es al cine de terror lo que Joker al de superhéroes. Un pretexto, una excusa. Humo y espejos para hablarnos de otro tema. Al igual que el payaso representado por Joaquin Phoenix, la Maud de esta película es solo una enferma mental a la que acompañamos durante su viaje a una locura religiosa sin control.

La Maud en cuestión en plena fiesta

Saint Maud no es una película para todos. Es lenta, rara y su personaje principal hace todo lo que puede para resultarnos distante. Maud (o Kate como la llaman sus antiguas compañeras de trabajo) es una chica que trabaja de enfermera y que, por lo que se descubre más tarde, vivía su vida alegremente, como cualquier otra. Un accidente fatal con un paciente la lanza a los brazos del extremismo religioso y ahí empieza el declive de Maud. Durante el metraje asistiremos al día a día de una chica que cree hablar con el Señor, tiene unas revelaciones casi orgásmicas a lo Santa Teresa y, básicamente, parece estar como una cabra.

Maud cantando un gol de Djurdjevic

¿O no? Spoilers después de la publicidad.

Igual algo hay de certeza en su locura

Lo mejor de la película es su giro final. No lo voy a destripar del todo, pero prácticamente. En un momento determinado Maud habla con Dios y encuentra su misión de redención. Amanda, una antigua paciente en estado terminal necesita de su ayuda para pasar al otro mundo en paz. Maud se colará en casa de Amanda y el caos se desatará. Esas escenas y las siguientes me hicieron dudar. Por un momento pensé que Maud sí estaba conectada con el otro mundo, con un poder superior. La acompañé en su viaje a la locura, solo para descubrir que quizá el loco era yo. Así que Maud decide despedirse de este mundo y, convertida en ángel, viajar con el altísimo señor de todo. Al final, una escena de solo un segundo nos devolverá a la realidad y se grabará en mi mente por siempre. Me alegro de no haber encontrado el GIF de la misma. Mientras lo busco, sudo en frío porque soy un cagón. Ya lo dije y lo repito. Todavía me pone los pelos como escarpias una escena de Babadook. Todavía veo a la chica de The Ring muerta en un armario. Ya he hecho triplete de imágenes desasosegantes. Ahora el largo camino al cielo de Maud ha venido para quedarse. Una película de hora y media, quizá nada del otro mundo, pero que me hizo pegar un salto después de verla cuando mi gata vino a darme unos inesperados arrumacos.

Pelos del culele como escarpias

Una película diferente, no cien por cien recomendable salvo si son como yo. Unos cobardes irredentos. 

Ascendiendo

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