viernes, 7 de agosto de 2020

LLEGANDO A LONDRES

 

Cuando era niño, me parecía de lo más natural que Peter Parker no envejeciera y fuera un eterno adolescente anclado a medio camino de casa de Tía May en Forest Hills, el instituto Midtown, y el Daily Bugle. Quizá porque para mí, la relatividad del tiempo también era algo común. Las semanas se medían en base a partidos de fútbol, exámenes y poco más. Y allá, en el horizonte las vacaciones, pero muy lejos. Inalcanzables. Me doy cuenta de que fui advertido hace mucho tiempo que, llegados a una edad, los cambios eran más bruscos, el tiempo circulaba más rápido y el verano y las navidades dejaban de ser tiempos de descanso y gozo para convertirse en una fecha más.

Y aquí, a los cuarenta (+1) hemos llegado. En 2010 dejaba atrás los treinta años y me adentraba en lo que se conoce como edad adulta. Todo ello, sin dejar atrás al eterno niño que siempre seré. Sin embargo, los dígitos no mentían y las agujas del reloj comenzaron a avanzar inexorables. El tiempo comenzó a correr en dirección tan natural como no deseada. Hoy, diez años más tarde, he recorrido Madrid, Buffalo y Nueva York. Ahora siento mi culo en la terraza de un piso en Londres, a la espera de recorrer mi siguiente etapa y de quemar la siguiente década. Siempre a velocidad de crucero, y que siga así.

Si echo la vista atrás, pocos reproches. Una tesis doctoral. Una gran experiencia americana, con claroscuros como todas las experiencias. Ver las cataratas del Niágara, pasear por Brooklyn como uno más, una comic-con neoyorquina, horas de bicicleta, nuevos amigos, dos gatas que me acompañarán hasta el fin del mundo y hasta algún trofeo futbolístico engordan las vitrinas de mis recuerdos. Una vitrina que crece a diario, lo cual celebro.

La vida gira cada día. Más en este 2020 de locos. A veces gira de la manera que uno no desea. A veces gira como debe. A veces, y solo a veces, donde uno quiere y como uno quiere. Es lo que hay y no me quejo. Aquel niño que fui soñaba con hacer muchas de las cosas que este cuarentón ha hecho. Todavía me quedan algunas. Pequeños sueños. Poco a poco porque, a veces, es útil vencer en pequeños retos.

De momento a tratar de disfrutar en Inglaterra, la pérfida Albión. Se cerró la puerta americana. Más de ocho años quedan atrás. Parece que fue ayer. De nuevo queda ir a por todas. Como siempre.

Adiós a mis pachangas americanas, ahora toca triunfar en Londres

2 comentarios:

  1. Madre mía Adolfo, qué todoterreno. Estás cerrando el círculo para acabar en Asturias, ya lo veo.

    Y esa salida tan drástica? Es por el tema de los visados que explicabas en el anterior post o porque ya estás hastiado de USA?

    PD: Tiene pinta que las pachangas en Londres van a ser más duras. Vas a ver buen fútbol en London.

    Un abrazo

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    Respuestas
    1. Señor Wallace, un placer siempre.

      La salida de los USA ha sido causada por varios temas, laborales y vitales. Mi trabajo allí era un suicidio profesional, bien pagado, pero suicidio al fin y al cabo. Un trabajo sin presente ni futuro.

      La situación social en USA, por otra parte, es digna de ver. Nunca pretendí envejecer en un país en el que la salud es un lujo y no un derecho.

      Ha surgido una buena oportunidad en Inglaterra y aquí estamos la familia, pasando la cuarentena y esperando empezar una vida nueva a tiro de piedra de Asturias, lo cual siempre es un plus.

      Respecto a las pachangas, espero que algún fisio inglés sea capaz de arreglarme los abductores que me desgracié hace casi un año y que siguen sin sanar. Una vez hecho eso voy a llamar a Abramovich a ver si le apetece probar un mediocentro de casta, tronío y curtido como yo.

      Un saludo

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