YO, TONYA

La verdad es que este blog, paralizado por la incapacidad de su único autor, tiene muchas historias en su debe. Muchas cosas de las que me hubiese gustado hablar a la escasa audiencia que, de vez en cuando, se asoma por aquí. Decidí tiempo atrás abandonar cualquier tipo de crítica política o social. No por desinterés. Más bien por la inhabilidad de transmitir unas ideas propias en momentos convulsos. Quizá ello explique que, en estos tiempos tan difíciles que corren, trate de guiar cada pequeño post hacia el mundo de la gran pantalla o la nostalgia de eras ajenas a la mascarilla y al guante. 

 

Si hubiese visto Hijos de los Hombres hace años, nada me habría pillado por sorpresa

Así que hoy recupero algo sobre lo que debí hablar en su momento. Una de las mejores películas de tiempos recientes. Yo, Tonya. Impagable reconstrucción de unos hechos que detuvieron el mundo en un día de Reyes de 1994.

 

El ataque a Nancy Kerrigan

Es evidente que la historia tiene mucha miga. El patinaje artístico es un espectáculo deportivo con un nicho de aficionados no realmente extenso. Sin embargo, la noticia de la agresión a Nancy Kerrigan corrió como la pólvora por el globo. Tras aquellas dulces bailarinas sobre hielo se escondía ira, violencia y barras de uña, título que desde aquí recomiendo a una futura película del señor Guy Ritchie. Tras el oropel, la purpurina y las rutinas de danza sobre el hielo bajo el manto de la música clásica, habitaba Tonya Harding, natural de Portland y nacida en el seno de lo que, en los Estados Unidos, se viene a conocer como una familia de White Trash (basura blanca para los parlantes de la lengua de Cervantes). Tonya se integró en un mundo que no parecía pertenecerle y, pasito a pasito, ascendió a base de fuerza pura y talento, llegando a ser campeona de los Estados Unidos y participar en los Juegos Olímpicos. Lo que debiera ser una historia de superación, se convierte en manos del director de Yo, Tonya en un auténtico drama plagado de personajes imposibles.

LaVona y su periquito son dolorosamente reales

La película es excelente. La interpretación de todos y cada uno de los implicados es increíble. Margot Robbie da un máster en interpretación con esos rostros desencajados mezcla de concentración y furia. Sebastian Stan deja atrás su sosería habitual en el universo Marvel hasta dejar claro que es un actor como la copa de un pino. Pero por encima de todo, dos interpretaciones. Allison Janney borda a esa madre/monstruo del clan de los Harding mientras que Paul Walter Hauser devora la pantalla (y todo lo que se le cruce por delante) mientras interpreta a Shawn Eckardt. 

 

Un personaje brutal y un parecido incuestionable

Sin embargo, la dirección y el montaje de esta película son lo que genera algo diferente al visionarla. No trata de contar una verdad, una versión, o de culpabilizar a nadie. Nancy Kerrigan apenas sale unos segundos. Nunca sabremos a ciencia cierta si Tonya pegaba a su marido o era al revés. Nadie nos confirma si LaVona Golden era una madre que gastó todo lo que tenía en dotar de un futuro a su hija Tonya o un simple monstruo más allá de cualquier atisbo de redención. Nos cuenta como Shawn y sus acólitos destrozaron los sueños de dos atletas sin clarificar si eran simples, estúpidos, soñadores, locos o, más llanamente, un grupo de imbéciles más grandes que la vida misma. Por la pantalla desfila una vida dramática que se impulsa a golpes. Tonya pelea en el hielo y pierde en la vida, una vida marcada para vivirla en la mediocridad, en una Estados Unidos en la cual lo único que puede sacarte de la miseria es un talento sobrenatural, un esfuerzo sobrehumano o una combinación de ambos conceptos. Una película que deja al sueño americano en simple postal propagandística.

 

Drama, humor, denuncia social y hasta terror. Lo tiene todo

Tonya se nos muestra como una luchadora, una maleducada, una gran atleta, una mala deportista, una mujer maltratada y una maltratadora. Una ganadora derrotada de manera constante. Una perdedora empeñada en ganar porque ganar es lo único que le permite sobrevivir a una existencia anclada en la miseria de haber nacido en el lugar incorrecto y el momento equivocado. Una gran película. Emocionante y divertida. Imposible de creer en esos ratos en los que la realidad y sus personajes parecen cocinados en el cerebro de Terry Pratchett. Altamente recomendable. 

 

Winter Soldier cortejando a Harley Quinn en un entorno redneck

Como nunca le dedicaré una entrada aprovecho para recomendar Jojo Rabbit. No es una obra maestra, pero se deja ver. Y mientras te dejas llevar por la historia del niño con dientes de conejo que habla con un Hitler imaginario, te darás de bruces con uno de los momentos más dramáticos y mejor rodados del año. Ese instante en el que las ventanas de los alemanes se convierten en los ojos del observador y asisten impávidos al tenebroso espectáculo presente. A partir de ahí tienen lugar unos minutos finales que alzan a la película de la mediocridad y consiguen algo muy difícil como es pasar de la comedieta ligera al drama más duro. 

 

Y sale Sam Rockwell, ese pedazo de ídolo