En septiembre de 2017 cerré la puerta de
atrás a este blog de baja calidad y nulo interés. Escasez de ideas, falta de
tiempo, nula capacidad... Se me acumularon tantos defectos que no pude encontrar
la virtud para hablar de temas banales, importantes o incluso etéreos. A veces
la vida se entromete en la vida y no existe forma o manera de dedicarse tiempo
a uno mismo. A veces solo se navega entre sucesos buenos, malos o peores. En
ocasiones solo somos pasajeros de una serie de eventos a los que únicamente
podemos prestar atención como observadores, sin poder participar, sin poder
opinar. Son esos momentos los que construyen la vida. No son los ratos en los
que lavas los platos, conduces al trabajo o ves la televisión con la persona
que amas. Todo eso lo damos por descontado y lo asumimos como natural mientras
se escapa entre los dedos. Y de pronto un sobresalto, un alto en el camino, un
suceso inesperado, un día que pretendes olvidar pero que es el que te
acompañará en el recuerdo. Esos son los días que se te grabarán en la memoria. Esos
son los días que, cuando te pregunten, serán tu vida.
La vida es lo que ocurre mientras crece Lena |
Y no está bien. No diré que es injusto, pero sí que no lo considero adecuado. Han pasado muchas cosas en los últimos 16 meses desde que me senté por última vez en este mismo sitio y frente a estas mismas teclas. No todas malas y sin embargo son las únicas que me vienen a la mente porque si algo tiene crecer, madurar o envejecer es que en el camino empiezan a aparecer imprevistos que, como joven, nunca tuviste en cuenta y que, como adulto, empiezan a formar parte con demasiada asiduidad de la vida diaria. Y ya no recuerdas el último gol, la última victoria, el último beso o la última carcajada porque, de alguna manera, hay tanto bueno que ya no te planteas destacarlo. Y de esa manera, solo lo que puede anular el gol, empañar la victoria, avinagrar el beso o silenciar la carcajada persiste en el recuerdo. Y no está bien.
Aquí he visto al Sporting descender dos veces |
Es complicado, cada día más, sacar tiempo
para el disfrute, para lo hermoso, para lo relajante. Cada primer día del año
nos planteamos favorecernos a nosotros mismos, eliminar el estrés de la vida avanzando
por el lado menos oscuro de la misma y, cada año, parece que la piedra en el
camino es un poco más grande y más difícil de bordear. Por eso me planteo que a
esa piedra solo queda escalarla y llegar al otro lado con la mejor de las
sonrisas.
Y también viví esta bendita locura |
Porque quizá es que llevo un rato escuchando
a Thom Yorke languidecer cantando Suspirium, el ejemplo más contundente
de canción deprimente, y me estoy dejando llevar por la melancolía. De manera
que mientras suena la triste voz del inglés tengo dos opciones. La primera es que
me arrastren los recuerdos de unos meses que me han traído más pena que
alegría. La segunda es pensar en lo hermoso que sería aprender a tocar el piano
de una santa vez, sueño que arrastro de la niñez. De la misma canción, como de
la propia vida, puedo sacar dos resultados a la ecuación y los dos serían
igualmente válidos. Lo del piano va ir para largo, pero mientras me lo pienso
he decidido darle a la tecla. No sé si tendrá continuidad, si algo volverá a
impulsarme a sentarme frente a la pantalla de mi blog donde Thanos me mira desafiante convertido hoy en
un icono del cine y el Brujo Quini
remata desde el cielo. Lo que tengo claro es que voy a luchar para negarle al
día a día que me vuelva a arrastrar a mi peor vertiente. Estos últimos 14 meses
me he cansado de odiar, de enfadarme, de cansarme. Me niego a seguir así. Y sé
que a ninguno de los posibles lectores les importa. Pero también sé que este
texto no lo leerá nadie con lo que puedo destensarme y abrir mi mente con la
privacidad que me confiere Jugando Pachangas. Un blog podrísimo, una terapia
para el autor.
Se avecinan cambios y en un mes y medio le
diré adiós a siete años de mi vida en Buffalo. Siete años, que pasan como un
suspiro. He visto y vivido tantas cosas que sería imposible arrepentirme de
prácticamente nada. Me queda mes y medio duro de cerrar miles de cosas que no
sabía que estaban abiertas. Y luego se verá. En cuanto llegue el momento y vea
que plantean las musas para mí, decidiré mi camino. Y lo que toque lo llevaré
adelante con la mejor de las actitudes. Lo tengo tan claro que llevo 10 minutos
escuchando la canción más triste del mundo con una sonrisa en los labios
porque, tarde o temprano, me llegará el momento de sentarme ante un piano y ser
capaz de tocar esta pieza. Y mientras llega ese día, creo que volveré a contar
estupideces menos personales y más universales en éste, su podreblog. Que no
estaba muerto, andaba de parranda. Aunque no lo sabía.
A dónde se va usted? Ya sé que en Bufalo hace mucha rasca pero vuelves a tus Asturias o seguirás recorriendo mundo?
ResponderEliminarAmigo Wallace, siempre un placer.
ResponderEliminarMe voy a Brooklyn el 23F, fecha relevante por diversas razones. Allí, si nada se tuerce, estaré al menos un par de años trabajando en la Universidad de Isla Larga (Long Island en el idioma local). Tengo la intención de dirigir el blog hacia la temática "un asturiano en Nueva York", pero todo dependerá del estrés laboral. Mientras, espero poder seguir leyendo las reseñas del tío Argail. Por cierto que sí que hace rasca en Buffalo. Estuvimos varios días a sensaciones térmicas nivel "La Cosa de John Carpenter".
Un abrazo.