Está de enhorabuena el
sportinguismo. Si el año pasado hacer un par de buenos partidos mientras se
naufragaba por mitad de la tabla ya ilusionó a la afición, la imagen y resultados
de este año permiten soñar con volver a la división de oro del fútbol español.
La temporada es larga y dura y
los palos en forma de derrotas llegarán porque nadie es perfecto, sin embargo,
la imagen y la inercia hacen presagiar un cambio. El conjunto de individualidades
blando, descabezado y repleto de nombres del año pasado ha dejado paso al grupo
compacto, al equipo y a los hombres.
De esta manera Cuéllar apenas tuvo trabajo parapetado
tras una línea defensiva más que correcta, con un Lora que juega donde lo pongan y que partido a partido tapa con
profesionalidad la boca de aquellos que le acusaron de antisportinguista por
reclamar lo que legalmente era suyo. Luis
Hernández hizo un partido muy digno y mostró que la dinámica positiva ayuda
incluso a los menos aptos. Sin embargo el punto fuerte está en el centro de la
zaga donde Bernardo y Mandi se han convertido en pareja de
hecho y de derecho, compenetrándose a la perfección y mostrando que la
reconversión del que fuera un mediocampista peleón y aceptable en defensa se ha
culminado con éxito, pese a las licencias que el canario se tomó en la recta
final del partido.
En el medio, Bustos estuvo peleón pero impreciso y Garai es el típico jugador que parece no estar, no hacer y no
intervenir, pero que se necesita. Es un centrocampista oscuro pero cuyo trabajo
se me antoja necesario pese a no ser visualmente muy agradable. Sin embargo
entre los dos no son capaces de crear un juego espectacular. Eso se deja a los
artistas. Isma López, Fraile, Barrera, Carmona y Scepovic muestran un entendimiento más
que aceptable. Están en sintonía y eso se nota. Cuando combinaron y conectaron
las cosas cambiaron y los goles llegaron, en gran medida porque entre Scepovic y Barrera parece haber algo especial. El gijonés llega y define
ocupando un puesto del agrado de Sandoval,
el de medio llegador, que el año pasado no ocupaba nadie.
El partido fue prácticamente un
monólogo rojiblanco solo amenazado por Bastón
y el árbitro, el cual, curiosamente, concedió un penalti que no fue al Sporting,
culminando así una tarde en la que pareció equivocarse en todo cuanto señaló.
Cinco partidos con tres victorias
como locales pero sobretodo una sensación de equipo cocinado a fuego lento que
debe crecer pero que cada jornada parece un poco más hecho. Llegarán las
derrotas y los momentos difíciles porque nadie es infalible, pero de seguir en
esta línea todo parece posible.
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