Dicen por ahí, ex
jueces, políticos y gente de distinguido pelaje, que la imputación judicial de
la infanta Cristina era poco menos
que un ataque hacia su persona y un acto deshonesto por cuanto fraguaba en la
propia palabra “imputada” la
ignominia y la calumnia que nunca han de rodear y menos vestir a un insigne
personaje de la Casa Real.
Digo por aquí, vestido
con menos bombo y platillo, que semejante razonamiento es una mamarrachada. Que
ayer en el excelente programa “Salvados”,
el exministro de interior Belloch se
oponga vehementemente a la imputación de la infanta, no deja de ser una vez más
uno de esos saltos cuantitativos, y lo que es peor, cualitativos, que separan a
la casta política del populacho.
Razonan allá en
poniente que imputar a una persona pública, a un cargo electo o simplemente a
una persona perteneciente a la monarquía española, causa en el imputado un
grave problema de respetabilidad y honorabilidad, haciéndole parecer, a los
ojos mundanos, culpable a simple vista. Tal razonamiento parece un acto de vil
soberbia por cuanto dan a entender que el pueblo llano es una muchedumbre
armada con piedras y lanzas esperando a sobrevenirse sobre el primer conde que
abandone el castillo y no es así.

Razonamos por aquí, por
el fango, que si la infanta hace todo lo que puede por no presentarse ante el
juez, por algo será. Si usted no ha hecho nada, como bien decía Belloch ayer aludiendo a un caso
personal, se va al juzgado, se presta declaración y se dan todas las
facilidades. El que nada hace, nada teme y por tanto, nada esconde. Es por ello
que esta huida hacia atrás, hacia las sombras, no arroja ninguna luz sobre el
entuerto y ahora sí que la infanta parece más culpable al ojo del observador.

Por último no olvidar
que, se haya nacido en cuna de plata, hospital público o cenagal infecto, a los
ojos de la cegada justicia todos somos iguales. Digo esto porque pongamos, que
es un poner, que aceptamos que la imputación de una figura pública trae consigo
un vapuleo indeseado a pie de calle que puede repercutir negativamente en la
imagen del imputado ¿Es eso suficiente para no imputar a un posible culpable?
¿Somos todos inocentes mientras seamos importantes? ¿Alguien en su sano juicio
pensaba que la infanta estaba alejada de todo el dinero que corrió por el
bolsillo de su marido? Ahora supongamos que usted y yo, figuras “no públicas”,
peatones, gente normal, somos imputados por un caso de narcotráfico a pequeña
escala del que somos inocentes. Un error, que haberlos “haylos”. Veamos si al viandante también le afecta o solo es un problema de las altas esferas. Diríjase a su patrón si es que lo tiene e infórmele que
mañana no puede personarse en su lugar de trabajo por estar imputado en una
causa judicial. Comuníquele que es inocente cual corderito, que todo es un
error y que nada pasará, pero que durante un tiempo la sombra de la justicia
dirigirá sus actos y le ordenará personarse en juzgado de guardia tantas veces
sea necesario ¿Perjuicio? Ninguno ¿Perderá usted el trabajo? Calle loco, con lo
difícil que es despedir a alguien hoy en día. Pero usted no es de la realeza,
como mucho será socio del Real Oviedo y con eso no le llega. Usted no es un
personaje público, solo un personaje. Hablemos claro, su poder se acaba en la
puerta de su casa y a veces ni eso y le pese a quién le pese, no somos nadie compañero,
y menos comparado con la infanta, el ministro o el diputado.

Pobrecillos, con lo que
sufren y lo malos que somos, sobretodo los de la revista "el jueves". Bueno, esos más que malos son unos genios del mal.