Protesta el 25 de Septiembre.
Seis mil manifestantes en Madrid según estimaciones gubernamentales. Si son
seis mil, están bastante fornidos, ya que en las imágenes parecen más. Las
formas, los modos, la imagen que demuestra esta rebelión social cuando se miran
las crudas fotos desde la lejanía y a través de los periódicos nos trasladan a
un país roto y sin síntomas de recuperación. Roto, no entre la clase política y
el pueblo llano, ya que a fin de cuentas, esta gente que no sobrevive con cinco
mil euros al mes y que juega con el dinero ajeno como si fuera el del Monopoly
no se puede considerar pueblo llano. Es al pie de la calle donde se observa una
ruptura entre dos grupos.
En un lado los que manifiestan su
odio y la frustración con aquellos dirigentes que, otrora convencidos de que se
saldría nadando de la crisis, ahora se ahogan con la piedra de la mentira al
cuello. Este grupo es bien mirado por otros que mantienen la distancia frente a
alguno de los métodos de dudosa honestidad utilizados por individuos que no
sabiendo hacia donde apuntar su cerebro, apuntan sus piedras.
En el otro lado del espejo se
muestra a un grupo social que alimenta sus esperanzas con la posibilidad de que
el gobierno esté actuando de manera consecuente y que los pasos a dar permitan
solucionar estos problemas. Desde este lado del cristal, las acciones de los
perroflautas, vagos, parados y maleantes parecen dignas de los arrabales de algún
país en vías de desarrollo.
Más allá de los métodos
cuestionables o no, es lícito, desde mi punto de vista, entender la acción social
que genera este desencanto, este run run de que todo va a peor. Y más aun
cuando las medidas parecen destinadas a paliar los recursos de unos pocos sin
afectar al nivel de vida de otros.
Observo en los foros de periódicos tan
ideológicamente alejados como EL PAIS
o EL MUNDO que determinadas personas
acusan a los manifestantes de criminales, de querer cambiar el gobierno por la
fuerza, de realizar manifestaciones absurdas. Sin embargo es tan libre
manifestarse por esto como oponerse a la aplicación del matrimonio homosexual. Algunos
no ven en la libertad de los otros la suya propia, y eso es un grave problema.
Muchos no se dan cuenta que
España, ahora mismo, es un país sumido en la pobreza mas absoluta. No en una
pobreza económica. También social, cultural e individual. Los ricos son más
ricos, los pobres mas pobres y por extraño giro a épocas pasadas, destinados a
trabajos dignos, pero sin la posibilidad de ascender en la escala económica. El
acceso a la Universidad se limita, pero solo a los que no puedan pagarla. Los
que si pueden opinan que hay becas y por tanto oportunidades. Migajas para el
pobre. Así no podrá quejarse. Es un recurso que no es nuevo.
Mientras tanto la rueda sigue.
Desde que Rajoy llegase al gobierno
el desencanto ha sido la nota constante. Mentiras, medias verdades o simples
omisiones han llenado los telediarios. Se lanza el señuelo de la independencia
catalana, recurso mil veces utilizado (no es la primera vez que es portada de periódicos),
pero las noticias ya no fluyen únicamente de la caja tonta y ahora, el que
antes no tenia voz, tiene banda ancha suficiente como para ver con los ojos de
ver (como diría Gomaespuma) que nos están
mintiendo ante nuestras narices y que la situación no va a mejor.
Salvo para algunos.
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