La democracia actual no funciona. No me entiendan mal, no deseo una vuelta
al modelo favorito de la derecha española, pero está claro que tenemos un
problema. Piensen, por ejemplo, que este año, los estadounidenses han de
decidir quién ha de dirigir el futuro del país de entre dos señores con escasas
capacidades mentales. Por un lado, un abuelo que está chocho perdido, que todavía
no sabe si François Mitterrand era presidente francés o un mediocentro
del Stade Reims y que parece capaz de confundir a Angela Merkel
con Shawn Kemp. En el otro lado, nos encontramos al tío Donald,
que lleva semanas vanagloriándose de saber distinguir una ballena de una
jirafa. Pinta feo.
Yo, a la hora de acercarme a las urnas, me planteo una cuestión. ¿Sería
este candidato capaz de cuidarme los gatos un fin de semana? En un mundo
paralelo, Pedro Sánchez estaría encantado de cuidar de mis mascotas un
fin de semana mientras yo me voy a la playa. Sonrisa de ganador, palmadita en
la espalda, verbo fluido. El lunes me daría cuenta de que al final, yo me he
quedado en casa con los gatos y Pedro se ha ido con todos los gastos
pagados a un apartamento en Torrevieja. Al menos, los gatos están bien, ese
consuelo me queda. Si por el contrario fuese a pedir el mismo favor a la
lideresa del PP, la señora Ayuso aceptaría encantada. Sonrisa inquieta,
ojos de muñeca, mirada en el infinito. Una hora después de llegar yo a la
playa, me llamaría la policía. Al otro lado del teléfono, el alguacil de guardia
me relataría los acontecimientos. “Señor mío, los gatos están por las calles
de Londres, su casa en llamas y una mujer está bailando a las puertas de la
misma con un bidón de gasolina y una sonrisa de oreja a oreja”. Al final de
esta leyenda, las fuerzas del orden perseguirán al tipo con coleta culpable de
todo y alguien sacará mucha pasta de todo esto mientras yo doy vueltas por los
valles de Essex en busca de mis queridos felinos. Mi conclusión, no voten a los
orates, porque entonces estamos todos locos. Al final, Milei, Trump,
Ayuso, Abascal, García-Page, Ábalos, Feijóo y
toda esta pléyade de inutilidades no son más que una extensión de la caída en
picado de la sociedad, la cual está entrando en una espiral en la que parece
que el menos indicado se encuentra siempre en el lugar más inoportuno. Pero, dejemos
temas menores y hablemos de comida.
![]() |
Uno de los mil hijos de Shawn Kemp se llama JAMON Kemp. Ídolo |