Cuando de chaval iba a misa, afición que con los años se fue sustituyendo
por cosas más útiles como pegar pelotazos a una pared, jugar con los Transformers
o leer tebeos de Frank Miller, había una plegaria que creo que se
llamaba el “yo pecador” o similar. Ya saben ustedes que las religiones,
independientemente del dios que se encuentre al otro lado de la oración,
tienden al golpe en el pecho, el lamento y la culpa como método de control y
que al final definen lo bueno como designio divino y lo malo como cacicada del
pecador y golferas que se esconde en cada uno de nosotros.
Pues eso, que la Iglesia me enseñó una valiosa lección acerca del arrepentimiento (aunque la propia Iglesia no parezca practicarla), que no deja de ser una forma extrema de cambiar de opinión. Es como el narcotraficante que ve la luz, se arrepiente, y encontrándose al chaval porretas le da la chapa incitándole a salir de tal pecaminosa costumbre. Cambiar de opinión está bien, pero pontificar acerca de dicho cambio es pasarse de pesado.
Sin embargo, como en este chigre no seguimos ninguna norma de comportamiento lógica solo me queda decir que la anterior entrada acerca del aburrimiento y el sopor que causaba el Sporting estaba mal, fatal y absolutamente equivocada. Que me arrepiento, por mi culpa, mi gran culpa, mi grandísima culpa. Que Miguel Ángel Ramírez es mi pastor y nada me falta y sólo puedo pedirle al señor, sea Ra, Mitra o Crom, que guarde a Campuzano en toda su gloria y no se vuelva a lesionar un músculo de su maltrecho cuerpo de goleador solo comparable al mejor Klinsmann. Así, el que no esté de acuerdo con todo esto, esclavo de sus palabras será y excomulgado de la iglesia sportingchigrista estará.
Y este viraje de opinión viene porque después de la turra insoportable del
derbi llegan partidos como el del Elche o el del Espanyol y uno
los vive de otra manera. Los chavales saltan al campo con otra actitud y muestras
de raza como la de la remontada ante el Zaragoza y sensaciones de equipo
hecho y derecho provocan que te tengas que comer la negatividad y volver a disfrutar
el regalo que nos entregó el grupo Orlegi desde allende tierras aztecas.
Loor y prez a Orlegi, herederos de los expatriados de Aztlán y seguidores
de Huitzilopochtli, el dios del sol y la guerra, que llegaron al lluvioso Gijón,
sacrificaron al Pitu y nos pusieron en la senda correcta. Les ha llevado
un tiempo, todo sea dicho, pero nadie aquí va a juzgar a las deidades que
manejan los hilos y son los amos de les perres. Faltaría más. Rosety ha
hecho carrera así y siempre hay que copiar de los mejores.
Ahora el Sporting va bien, así que me subo al carro. Es fácil porque ya no
supone un sopor y un agobio ver a estos jugadores cada fin de semana. Ahora son
dos horas entretenidas, viendo un equipo que sabe a lo que juega. Con sus
limitaciones, pero con orgullo. Nadie pide un fútbol como el de la Naranja
Mecánica, pero venimos de una travesía por el desierto y era hora de que,
guiados por Haissem Hassan (alias Josín, allende el Pajares) el
mar Rojiblanco se separara y viésemos la orilla de este peregrinar. Claro que,
nadie dice que en un mes o menos, los chigristas de bien cambiemos nuestras
miras y entreguemos nuestras ofrendas a otro becerro de oro mientras cargamos
tintas contra nuestro actual guía espiritual. Mientras llega, o no, ese
momento, sentémonos a disfrutar
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