Louis Theroux, y digámoslo sin ambages ni medias tintas, es el
mejor entrevistador y documentalista que hay. Ha perdido un poco de punch, y
por momentos parece que la magia se ha ido y que el entrevistado ya sabe a lo
que juega, pero sigue siendo top en lo suyo. Su método es simple. Él no es la
figura, no es el centro de atención, no es el protagonista ni quiere serlo. Así
que Louis viaja al epicentro de lo que le interesa y se hace a un lado,
entrega cámara y micrófono a su invitado y le da rienda suelta.
Además, el bueno de Louis tiende a escoger campos del conocimiento
que requieren de un interlocutor válido para que los de fuera podamos entender
de qué va la película. En España, cualquier politólogo con medio título de
periodismo y escasez de neuronas se apunta a opinar (más bien polemizar) sobre
cualquier tema. Louis no. Louis viaja a la América profunda para hablar
con supremacistas negros o luchadores amateurs, se cruza en el camino de
neonazis, pedófilos, actores porno y gente cuya versión de la historia no se
hace oír y les da un micrófono dejándolos libres para hablar. Claro que esa
libertad, para algunos, es una trampa mortal.
Louis entrenando para ser el nuevo Tito Santana, más Tito que nunca |