La reacción de Michael o
adición de Michael consiste en una adición nucleófila de un carbanión a un compuesto carbonílico α,β-insaturado. Ésta es la primera etapa
de otra reacción conocida como la anelación de Robinson en la cual se sintetiza una ciclohexenona (un anillo de seis miembros con una
cetona α,β-insaturada) partiendo de una cetona y metil vinil cetona.
Cuando comencé mi carrera en la Facultad de Químicas de Oviedo, además de
la superestrella, el doctor José Joaquín
Barluenga Mur, convivíamos con dos personajes conocidos de la época más
oscura del Sporting de Gijón. Iván Otero
Yugueros y Manuel Sánchez Murias.
Componentes del equipo que se condenaría al descenso más lamentable que se
recuerda, ambos daban sus pasos en la facultad, siendo el actual entrenador del
Sporting, si no recuerdo mal, estudiante de Ingeniería Química.
Viendo el encuentro del Sporting de hoy me han venido esos recuerdos a la
cabeza, y no en vano.
Por una parte, la reacción previamente comentada era conocida por los
estudiantes futboleros como la reacción de Michael
Robinson, excelente jugador y aún mejor presentador. Posiblemente esta
relación química-fútbol sea uno de los pocos conceptos futbolísticos que Manolo aún conserve en la cabeza visto
el desaguisado que presenta en cada partido del Sporting.
Por otra parte están los artistas, mote despectivo que el excelente
profesor Barluenga ponía a aquellos
que, como yo, éramos unos cenutrios y unos negados para la Química Orgánica. Me
queda claro el motivo del apodo tras ver a los artistas rojiblancos que
deambulan día sí, día también por los céspedes de España.
El Sporting está roto, el entrenador lo sabe, los jugadores lo saben y la
directiva también, aunque a este conjunto de personas que son capaces de jugar
con el amor a unos colores de otros con una facilidad asombrosa, poco parece importarle
el esperpento que se perpetra cada fin de semana, en el cual, equipos de la
talla de Lugo, Alcorcón o Girona, repasan en voz alta los más simples conceptos
futbolísticos sin que los alumnos gijoneses presten atención y se condenen a un
fracaso en los exámenes de fin de curso.
Tristemente, el cambio de entrenador es necesario. Digo tristemente porque
no me parece suficiente. Orfila, Landeira, Canella, Gregory, Iván, Barrera, Muñiz, Sangoy, y muchos más, no parecen
destinados a escribir con letras de oro sus nombres en la evaluación final de
la temporada. Mediocres y perdidos, dudo que alguien sea capaz de sacar lo
mejor de ellos. Dudo que no estemos viendo la mejor versión, sino de todos, de
alguno. No saben despejar un balón, cederlo al portero, sacarla por abajo, ni
por arriba. Les pillan dormidos en los saques de banda, no presionan, no
defienden, no atacan y salvo Mandi, Trejo y David, parece que a los demás les
importa un pimiento el destino de la nave, lo cual es más doloroso cuando ves a
chicos que han crecido en rojiblanco deambulando por el inundado Montilivi.
Así que esperanzado por el anuncio de la llegada de Garrido o Sandoval y al
mismo tiempo aterrado ante la probable incorporación de Tejada, Abelardo o alguno
de estos oscuros personajes que se alimentan de la teta sportinguista sin dar
nada a cambio, espero que el domingo que viene no se repita ridículo ante el
Villarreal. La afición no se merece esto y no sé cuánto puede aguantar.