Los habitantes de la piel de toro tendemos a hablar de la idea de las “Dos Españas” como si se tratase de
una anomalía, de una excentricidad propia a nuestra naturaleza más
consustancial. Aunque la existencia de dos líneas divergentes de pensamiento
político, social y hasta balompédico es inherente a lo español, no es una
propiedad exclusiva de los habitantes de la península ibérica. Esta bipolaridad
es extensible a otros países y, qué duda cabe, un país tan habituado a copiar e
importar como es Estados Unidos, ha incorporado esta dualidad haciéndola suya.
No olvidemos que los estadounidenses han adoptado una dieta basada en la pizza,
los tacos y el pollo kung pao, así que queda claro que no son ajenos al hecho
de incorporar recetas foráneas. Por tanto, una vez excluida esa idea de que los
españoles somos los únicos que nos escondemos en el eterno guerracivilismo para
identificarnos como miembros de éste o aquel bando, pasemos a lo que ocurrió el
día de reyes en territorio comanche.
Parece el campo del Galatasaray |