Mientras que el elogio al cine de los ochenta es absolutamente merecido,
con blogs y páginas especializadas en el mismo, para mí hay una década
prodigiosa que transmutó todos los cánones del séptimo arte. Los noventa fueron,
y digo esto desde un punto de vista subjetivo, la mejor década para acudir al
cine.
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Stargate, amigos marvelzombies, juntó a Ultrón con Ego allá por 1994 |
Los hermanos Coen nos dieron al
maravilloso Jeffrey Lebowski y tocaron el cielo con una de las mejores comedias
de la historia. Tarantino nunca
estuvo tan acertado como cuando concibió la excepcional Pulp Fiction, repleta de personajes y momentos fascinantes. Forrest Gump y el Club de la lucha nos mostraron dos imágenes especulares y
opuestas del gran sueño americano. Mel
Gibson gritó libertad desde la lejana Escocia mientras William Munny
incumplía la promesa que le hizo a su mujer muerta. Buzz Lightyear y Woody
cambiaron el cine infantil para siempre y, en una pequeña cárcel de Maine, Andy
Dufresne conmutaba sus dos cadenas perpetuas por un sueño de amistad y
libertad. Una década maravillosa. Adiós a los cánones del drama, el humor y la
animación. Adiós a los estándares clásicos del cine. Clint Eastwood aceptaba su decadente y esplendida vejez mientras
perseguía a Kevin Costner en un mundo
perfecto y Clarice Starling visitaba al psiquiatra equivocado. Brad Pitt sentía escalofríos al abrir
una caja sorpresa mientras Robin Williams
lanzaba una y otra vez los dados en Jumanji.
Estamos en la década de Jim Carrey
amigos. En la que Algo pasa con Mary
y Dos tontos muy tontos hicieron
reír al adolescente eterno que habitaba en mí.
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Darkman. Porque Liam Neeson tenía una serie de habilidades concretas hace mucho tiempo |