Paseaba ayer por el campus norte de la
universidad de Buffalo cuando me encontré en una situación atípica. Al girar la
esquina de una especie de soportal, comencé a escuchar una tonada repetitiva,
machacona y abundante en graves. Cuando alcancé a observar de dónde provenía el
sonido, vi como al soniquete atonal le acompañaba una aguda voz masculina. En
resumen y sin entrar mucho en detalles. Me encontré a un grupo de japoneses
rapeando.
Me quedé un segundo petrificado, admirando la
esencia de una escena incuestionablemente bizarra. Cuatro muchachos asiáticos
ataviados como los hijos soñados de Tupac
y 50 Cents se movían en torno a un iPhone de última generación mientras
mascullaban, en perfecto inglés, algún tipo de serenata asonante sobre las
dificultades del vivir diario.
En un momento en que la música rap ha dado el
salto desde la denuncia social al elogio de la vida disipada, me chocó observar
que los herederos de la canción protesta del gueto fuesen unos chicos ataviados
con ropa indudablemente cara, mecanismos electrónicos de calidad y que estudian
(presumiblemente) en una Universidad de cierto nivel. Vamos, que no parecían
los clásicos raperos marginales enterrados en una vida de crack y robos a mano
armada.
Completando el cuadro de Dalí, se encontraba una chica ataviada con un vestuario que podría
describir, a falta de mejores palabras, como mezcla de Gótica/Bruja Piruja/traje de Batman sin orejas/bota alta falda corta/me
rebelo como puedo. La muchacha cuya indumentaria quedaba lejos de los
cánones estilísticos del rap, contoneaba al son de la canción su escuálida
cintura, alejada también de los cánones físicos de esta variante musical. Hay
que decir que se movía con una arritmia evidente y un estilo más cercano a la versión
“Borracho 7 de la mañana en la feria de
Abril” que al hip-hop. Todo ello configuraba la escena más alejada del flow
y el ritmo que he presenciado en mi vida. Era como ver a un pescador de bacalao
noruego bailando tango.
Y la escena me hipnotizó de tal manera que
hubo un momento que dudé acerca de quién estaba más fuera de lugar. Si aquellos
muchachos asiáticos infiltrándose en una cultura totalmente diferente, o yo
mismo por plantearme que aquella escena era ridícula y que aquellos chicos
habían elegido el hobby equivocado.
Porque soy de esos limitados pensadores que
opinan que un cántabro no triunfara por soleares ni un andaluz cantando fados.
Creo que el rap no es cosa de blancos o asiáticos y que Eminem era un invento barato y un títere del Dr. Dre. Así soy de estúpido. Siempre opiné que el zapatero a sus
zapatos. Pero me equivoco. Como siempre.
Porque la llegada del Ébola al primer mundo
ha demostrado varias cosas.
La primera es que las vidas de europeos y
americanos son más valiosas que las de los africanos. No es un tema
geopolítico. Es un tema económico. Cuando se muere Mandela todo el mundo llora. Cuando muera Samuel Eto’o será portada de periódicos. Sin embargo los pobres de
verdad, aquellos que no tienen nada de nada, esos no importan. Y da la
casualidad que la nadería se acumula en grandes proporciones en África. Allí y
en la mente de los gobernantes españoles.
La otra demostración de gran verdad que el
Ébola ha traído al interior de nuestras fronteras es (y entronco con la
introducción) la gran falacia del zapatero a tus zapatos. Pongamos dos
ejemplos.
Ana Mato. Ministra de sanidad. Es de ese
tipo de personas que cuando les miras a los ojos solo ves el vacío. Un espacio
sideral de inconsistencia y de absoluta inconexión. Un micronauta del tamaño de
Hank Pym podría entrar a través del pabellón auditivo y nadar en el espacio
intracraneal sin topar con conexiones neuronales, oligodendrocitos o glía en
general. Lo que viene siendo la nada absoluta. Luego, cuando Ana se muestra, demuestra que mi visión
no se aleja de la realidad. Su rueda de prensa rodeada de cargos del Carlos III
(si no me equivoco) fue una demostración de pez fuera del agua, de ciervo ante
los faros, de que el terror no tiene forma salvo cuando la ignorancia se
enfrenta a las preguntas.
Y uno piensa “Claro, no es médico. No conoce nada del tema a tratar porque ni sabe lo
básico ni lo profundo en cuanto a cuestiones hospitalarias, tratamientos o
cualquiera de las situaciones que rodea al caso de la enfermera ingresada en
Madrid”. Uno piensa esto y se queda tan tranquilo. Ya he dado con la
solución.
Pero la realidad, tan retorcida y enferma, se
dispone a patear los sueños de victoria del que haya llegado a la conclusión
esbozada en el párrafo anterior. Solo hay que atender al segundo ejemplo.
Francisco Javier
Rodríguez. Un
médico. Jefe del servicio de hipertensión de un hospital. Un médico de carrera que
accede a un puesto tan determinante como el de consejero de Sanidad. Su
antecesor, Lasquetty, había estudiado
para abogado, y el antecesor del antecesor, Güemes
(qué pelazo por Dios), era economista. El simple que habita en mí piensa “Los otros dos eran finos y filipinos.
Menudos figuras. Éste, al menos es médico. Algo sabrá”.
Pero Francisco
Javier Rodríguez se empeña en llevarme la contraria a mí y a todos, y
declaración tras declaración me hace pensar, no solo en lo inútil que parece
ser poner a un médico en un puesto preponderante en el área médica, sino lo
vergonzante que es colocar a una persona con una moralidad tan lamentable y una
falta de escrúpulos tan evidente en una posición tal que muchas vidas dependan
de sus decisiones.
Después de trabajar por años en un hospital,
pocas cosas me sorprenden de los médicos en general, pero tiemblo al imaginar
los pacientes que puedan haber pasado por las manos de un señor que es capaz
de, por salvar su culo y el de los demás trepas inútiles que han acompañado su
viaje a las altas esferas políticas, hundir la reputación de una persona que permanece
en la cama de un hospital infectada por un virus letal por haber cometido un
error al AYUDAR a otro ser humano. El error de Teresa, la enfermera que se tocó la cara con un guante infectado,
palidece ante la cascada de inutilidad, prepotencia y ombliguismo de las altas
esferas que deberían cuidar del trabajo bien hecho y que ahora barren la mierda
echándola, tristemente, sobre la víctima de esta situación.
Así que acepto que, independientemente de
nuestros orígenes o formación, todos estamos equivocados o fuera de lugar en
algún momento. De lo que casi estoy seguro es que mis alegres raperos japoneses
podrían ser mejores directores del área sanitaria española que los actuales.
Y a Ana
Mato la veo de rapera. Para que engañarnos. Solo tiene que cambiarle la
suspensión al Jaguar y ponerle unas
buenas llantas cromadas. Mejor eso que de ministra.
Y no lo vio en el garaje, pues anda que canta poco |
Está claro que muchos médicos no lo son por vocación. Y dicho galeno seboso echó mierda sobre una víctima indefensa que luchaba por su vida y que se ofreció voluntariamente a ayudar a otro ser humano moribundo por una enfermedad contagiosa de la que poco se sabe, pues eso...basura de gobernantes. Y los que les votaron, a ver si piensan un poquito más la próxima vez.
ResponderEliminarMuchos médicos lo son por presión familiar o por ganar unas perras, y otros son gente entregada. Como en casi todos los trabajos. Por cierto, la gente que montó en la ambulancia de Teresa ya está empezando a sentirse mal. Eso será culpa de los conductores que no tienen formación. Ya verás como el marrón no se lo come nadie de relevancia.
EliminarSeguro, como en el accidente de tren de Santiago, que se lo quieren cargar únicamente al conductor, cuando los gerifaltes de Adif y los políticos que racanearon en seguridad para beneficio de sus propios intereses son los principales responsables.
EliminarO el metro de Valencia. Siempre es culpa de otro.
EliminarEl solo hecho de haber pegao una foto de un Jaguar todo "cani" en esta entrada pone a la altura de grandes comunicadores como Gabilondo, Herrera o Larry White. :-D
ResponderEliminarAdemás tuneao guapo. Pillas un bache de los que tenemos en Buffalo con ese coche y te sale la rabadilla por las amígdalas. Yo me veo más como Losantos, pero con los ojos más achinaos y la cabeza menos apepinada. Luego te escribo un mail por lo private.
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