viernes, 19 de septiembre de 2014

BUFFALO ZOMBIE MUD RUN 2014




Hay días en los que me puede la molicie y la holgazanería y no publico nada en el blog, sin más razón que ser un vago recalcitrante que prefiere sentarse a leer comics y comer patatitas antes que estrujarse la media neurona superviviente que reside en mi mente. 
 
Homer y yo funcionamos igual
Otras veces tengo una buena razón. Y es que éste sábado participé en la carrera de los zombis de Buffalo.

Y perdí.

Lo que quiere decir que los zombis locales se dieron un aperitivo con mi vacío cerebro y lo disfrutaron. Yo por mi parte también pasé un momento muy entretenido en una desapacible mañana de septiembre. Participar en uno de estos eventos tan prototípicamente yanquis es una obligación para aquel que desee quedarse con la cara amable de esta sociedad.

Amaneció lluvioso y gris el cielo de Buffalo y con mi nuevo coche partí en busca de mi compañero de supervivencia conocido como el Griego, más que nada por ser natural del país que en su momento profesó su amor por Zeus (Sí, Zeus. Como el padre de Apolo, el del Monte Olimpo. El de "¡no me toques los cojones que te meto un rayo por el culo!"). Juntos nos dirigimos a la Buffalo Zombie Mud Run.
 
En un mes vamos a estar así
Quiero aclarar que comento todo este tipo de anécdotas personales con el simple objetivo de acercar al otro lado del océano el “American way of life” que consiste en muchas cosas positivas y muchas otras negativas. No es oro todo lo que reluce, pero son un país capaz de juntar a miles de personas para pasar una agradable velada cubiertos de barro hasta los ojos y que encima paguen por ello. Eso tiene mérito.
 
Aquí se empieza
La carrera de los zombis, propiamente dicha, tiene varias etapas. En primer lugar te atas un cinturón que contiene 3 tiras que son tus vidas. Yo soy más de barra de energía, pero también me vale el método. Una vez predispuesto entras en un caserón en el que te comentan que el mundo se ha acabado y que la horda zombi es imparable. Te advierten que Rick Grimes, Michonne y Daryl no te van a ayudar. Estás en mitad de un bosque y toca correr. La puerta se abre y el ser humano, como animal que es, sale en estampida. Nada más salir te encuentras con los zombis, evidentemente lugareños ataviados para tal menester, pero con un cuidado especial por el detalle, una interpretación soberbia y un maquillaje digno de Greg Nicotero. Estos primeros zombis están un poco de attrezzo y para entrar en calor. Los esquivas, saltas una pila de heno y pasas a la siguiente fase.
 
Este era uno de los de nivel fácil
Aquí ya hay que meter el culo en el barro. Atraviesas una tubería al mejor estilo Andy Dufresne. Diez metros de barro y porquería totalmente a oscuras. Cuando sales a la luz ya comprendes porque se llama una “mud run”. También caes en la cuenta que fue mala idea correr con el reloj puesto. Continúas atravesando campos plagados de monstruosos zombis empeñados en quitarte tus preciadas vidas. Da igual que te las pongas en la zona del paquete calzoncillar o pegaditas a la raja del culo. Tu privacidad no existe y al zombi local le importa un bledo agarrar chicha o limoná, él o ella van a lo que van y ya en el primer tramo pierdo una vida.
 
Menuda cerdada ahora que lo pienso
Luego toca meterse en una casa. Tres muertos vivientes con pinta de oficinistas esperan a la puerta. Una vez dentro, los muy pícaros, se meten detrás. Algunos escapamos con nuestra salud intacta. Mi compañero griego se quedó ya a toque tras perder dos vidas. Pasas por un río asqueroso y luego atraviesas una versión apócrifa del puente sobre el río Kwai más difícil de lo que parece a simple vista y en la que me dejo las rodillas. Más túneles, más barro, más zombis que salen de entre los árboles. Recorremos medio camino, dos kilómetros y medio en más de una hora.
 
Más difícil de lo que parece
Luego toca subir una puñetera rampa de madera pero no hay tu tía y las botas de fútbol no ayudan. Del salto tarzanesco que hay que dar en otra ocasión nada diré porque me dejé los piños, pero todo ello en el mejor de los ambientes. Ni que decir tiene que la gente se ayuda, se agrupa y se defiende en conjunto del ataque de los infectados, permitiendo una mayor supervivencia del grupo. Tras varias pruebas llegamos a campo abierto. Dejamos atrás los árboles y nos enfrentamos al destino. La diferencia aquí es que los zombis de nivel 3 ya corren en todas direcciones y eso implica empezar a mirar atrás. Mi compañero es infectado y pierde su última vida. Yo aguanto. El cansancio ya hace mella justo antes de llegar al último kilómetro y una de las últimas pruebas. Un tobogán que nos lleva a un lago pequeño.

No veas la velocidad que pillas

Congelado y empapado me enfrento con mi última vida (un tipo con bata que creo que era inmunólogo me quitó la segunda) al reto final. Los excedentes de Resident Evil 6. Unos tipos con bíceps como mi cabeza y ataviados con andrajos me esperan antes de la meta. Como soy un asturiano muy listo y no me llaman “La perra del área” por nada, me pongo mi última tira de vida en la raja del culete y paso entre la primera tanda de muertos con una sonrisa y andar campechano. Pero uno se gira y avisa al siguiente de como derrotarme. En perfecto español pienso “cabrón tramposo, los zombis no hablan”, pero también razono que a lo mejor estos últimos infectados han adquirido un gusto por la carne humana al mismo tiempo que leían a Kant y Kierkegaard y se puede razonar con ellos. Hablo con el más alto y le pido paso pero no atiende a razones. Deben ser más de la rama sofista que de la kantiana. Así que echo a correr con mis piernas cortitas y mi tripita redonda, cual si Winnie “The Pooh” se hubiese pasado con las anfetas, pero no puedo sobrevivir. Me agarran del culo sin invitarme a cenar y pierdo mi última vida. Soy un zombi.
 
Ya te puedes haber lavado las manos después de quitarme mi cintita
Pero no soy gilipollas. La última prueba es atravesar una zona con cables que dan calambrazos. Yo ya perdí. A otro perro con ese collar.

Para culminar los bomberos te limpian bien por todas las esquinitas con su larga manguera (esta frase me va a reportar muchas visitas), nos tomamos una caña y para casa.

En definitiva. Muy divertido, recomendable, ameno, sucio y peligroso (me rompí una uña). Una buena manera de estrenar mi nuevo Kia Forte. Claro que al día siguiente tuve que quitarle mierda de todas partes. Volveré.
Para una foto en la que salgo y aparezco con chepa y calvo perdido

5 comentarios:

  1. Jaja deberías haber apretado las nalgas con fuerza en la última cuerda, aunque si después te esperaban sendos calambrazos no sé si tu destino fue lo mejor. La verdad que me gustan más estas fiestas que la tomatina o el ir detrás de un queso por un acantilado, parecen más modernas, más freaks y eso siempre tiene su aquel. Por cierto, veo que al final conseguiste tu compra automovilística; ¿Al final hubo crédito o a tocateja? Un abrazo!!

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    1. ¿Qué tal Edu? Aquí este tipo de eventos parecen estar a la orden del día. Sin ir más lejos, en el mismo sitio donde corrí el otro día, hoy se celebra el "Oinktoberfest" que consiste en ponerse de cochinillo hasta las orejas. Ya, ya sé que no es lo mismo, pero se puede disfrutar de un evento lúdico y una sana parrillada ¿o no? Al final, el griego de la historia me firmó de avalista (es ciudadano americano mal que le pese) y conseguimos financiar el coche.
      Otro abrazo.

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  2. Kia Forte? Promoviendo la industria surcoreana en vez de haberte comprado un buen Pontiac Fiero?
    Sacrilege!

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    1. Garantía completa hasta 2022, no te digo ni trigo.
      Como si lo llega a fabricar el primo de Kim Jong-un un poco más arriba.

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  3. Jojo, una mezcla entre humor amarillo y la casa del terror al aire libre. Están locos, estos yankees.

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