Vamos a intentar que este decrépito blog
tenga algún tipo de funcionalidad. De alguna manera, mis andares allende los
océanos deberían de revertir en algún beneficio al próximo navegante que se
adentre en la aventura y el descubrimiento (según la secretaria general de
Emigración e Inmigración del Ministerio de Empleo) o al que simplemente no le
queden más campanas que huir de España (que suele ser lo habitual, algo que la
secretaria general de Emigración e Inmigración del Ministerio de Empleo debería
saber).
Hoy, en la sección “Inmigración como un campeón”, y tras informar acerca de cómo no dialogar con las administraciones públicas, llega el momento de que el
inmigrante en los Estados Unidos pueda aprender a… redoble de timbales…
“Como conseguir un
dinerín para cambiar de coche sin recurrir al robo, al hurto o al secuestro
como primera opción”
Evidentemente los consejos volcados en esta
entrada no serán aplicables a aquellos que llegan a los Estados Unidos para
jugar en la NBA o trabajar en Hollywood, los cuales calificarán el posterior
relato como una entelequia alejada de la realidad.
Tampoco es recomendable fiarse de lo que escriba
a continuación si entras en los USA en patera, nadando, cruzando el río,
saltando la valla o entre los ejes de un camión, formatos de entrada comúnmente
asociados con escasa prosperidad o ingresos. Ellos, pese a su esfuerzo, lo tendrán
mucho más difícil que yo y para nada les valdrá leer la sarta de sandeces que
viene a continuación.
Lo que reportaré se refiere a las vivencias
propias de alguien que entra a trabajar, vivir y progresar partiendo desde un
puesto que, supuestamente, debería facilitar de alguna manera lo que viene
siendo eso de trabajar, vivir y progresar.
La historia comienza con mi bendito Ford Taurus (conocido como Negritín) pasando la inspección anual y
mostrando en sus bajos un grado de corrosión digna de elogio y que debo
agradecer a la mierda de la nieve y la sal que cubre los suelos de Buffalo
durante seis meses de cada año. Habiendo prosperado como honrados empleados de
la Universidad del Estado de Nueva York, mi esposa y el que esto escribre,
decidimos hacernos con un coche que no esté en avanzado estado de
descomposición y comenzamos a mover los engranajes del capitalismo con sumo
cuidado.
Hala, a mover engranajes |
Tras seleccionar un vehículo adecuado, no
ostentoso y con alguna milla menos que el baúl de la Piqué, procedimos a la forma de pago. Pardillos como somos, resulta
que es Estados Unidos un país que apoya al “pufista”
en lugar de relegarlo a un segundo plano. Acostumbrados a pagar a tocateja
todo, resulta que no hemos creado un historial de crédito tan brillante como el
de un compañero de trabajo que debe ciento cincuenta mil lolos (llevo un tiempo
que a los dólares les llamo lolos, habrán de perdonarme) solo por sus estudios.
Él puede adquirir un coche. Yo no. La razón, más allá de ese inexistente
historial de crédito personal es la procedencia. Yo no soy americano. Mi esposa
tampoco. El concesionario y los bancos entienden que ese es un factor de riesgo
y por tanto se niegan a concedernos el préstamo solicitado pese a que en
nuestras cuentas está claro que podríamos adquirir el coche íntegro ahora
mismo, pero dado que el historial de crédito no es cosa baladí, queremos hacer
las cosas mal y más caras de forma que en el futuro puedan mirar atrás en
nuestra cartera y decir que en su momento formamos parte del “American way of pay”. Luego el vendedor,
que tiene los santos cojones de la talla de los de un hipopótamo con gigantismo
genital, va y me dice que han de comprobar que no incumplo el “Acta patriota” y que quieren asegurarse
de no estar financiando a un tipo que podría estar implicado en actos
criminales o anti americanos. También me dicen que como extranjero sin historial
han de comprobar que no les vaya a estafar. Cuando un vendedor de coches te
habla de su temor a ser estafado solo puedes deshuevarte.
Total, que entrados en la rueda decidimos
seguir girando. Pidamos una tarjeta de crédito. Vamos a nuestro banco. Una
señora muy maja me responde que no me van a conceder una tarjeta de crédito por
ser extranjero. Necesito ser ciudadano americano, uno más en el hogar de los
valientes. Eso explica que a lo mejor el señor que ha muerto por poner una UZI
en manos de una niña de nueve años está más capacitado que yo para manejar una
tarjeta de crédito. La señora maja (no es irónico, ya que fue muy agradable)
trabaja para el banco donde cada día meto y saco mi dinero. Ha observado el
crecer de los dividendos familiares y el
pagar de gastos varios que incluyen hamburguesas, pizza y chucherías. Si hay
algo más americano que eso que baje Crom y
lo vea. Total que dice que lo llevo dado. No pasa nada. Sigamos girando.
Dada la dificultad de conseguir financiación
por la vía canónica, decido utilizar un recurso que la Universidad pone a mi
disposición. La Unión de Crédito de la Universidad aporta créditos a bajo
interés para el tipo de menesteres en los que me encuentro. Solicito el crédito
de ocho mil lolos y me dicen que todo
chachi, todo chupi y todo piruli, pero que necesito un ciudadano americano que
ponga su nombre y de la cara por mí, ya que al ser extranjero no quieren
incumplir el Acta patriota (¿qué mierda será el acta patriota? ¿Lo cumplirá David Villa?) ni darle el dinero al
primer mangante con pinta de mejicano que llegue por ahí. Que digo yo que igual
parezco el líder de Hydra o el primo del Doctor Muerte, pero cojones, se va uno
a casa pensando en que es un criminal por el mero hecho de haber nacido en la
cuenca minera (que igual sí, vaya usted a saber). En la siguiente entrada que
escribiré a continuación, volveremos sobre el tema de poner la venda antes de
tener la herida.
Pues eso. Ni coche, ni tarjeta, ni patriota
ni na. Entiendo que es difícil entrar en la rueda y que aún con todo lo que
pataleo soy un privilegiado cuyo máximo problema es “¿Qué coche comprarme?”. Entiendo que el que tiene un uñero no se
puede quejar al que le falta una pierna. Pero aunque no pueda quejarse sigue
teniendo un uñero. No sé si me explico.
Conclusión: No leo otro tebeo del Capitán
América. A la mierda ya.
Steve Rogers luchando por mis derechos |
Me he descojonado de lo lindo, pero lo que cuentas es más bien para llorar. La tierra de las oportunidades, sí, pero también el de la paranoia ,el sinsentido y las contradicciones. Y lo de la niña que dejó al instructor de tiro como un queso gruyer supongo que por esos lares lo verán como un desafortunado accidente, pero¿qué cojones hace una niña de nueve años con una ametralladora?
ResponderEliminarNo solo una niña ¿Qué hace un civil con una metralleta?
EliminarEl problema no es grave, simplemente hay que dar vueltas. Peor es llegar cruzando el río Grande o entrar saltando vallas en Melilla.
Me parto. Es lo que tu dices si el banco ha visto como aumenta tu capital, no tienes pinta de ser del ISIS y demostrando (no sé por decir) que llevas trabajando ahí dignamente deberían darte lo del crédito antes que el de la UZI. Aquí en Barcelona tenemos hasta bancos árabes que no te extrañe que en Buffalo haya una Caixa o un Santander para que te lo pusieran más fácil XD. Fuera bromas, es una putada, espero que se solucione tu caso sino tendréis que ahorrar más y comprar el coche en un concesionario como el que tenía Bill Paxton en Mentiras arriesgadas. Un abrazo!
ResponderEliminarCoño, si me lo vende Bill Paxton lo pago a tocateja. Aquí el Banco Santander patrocina la NBA, osea que algo debe haber.
EliminarSi vas al concesionario del difunto Bernie Mac lo mismo te llevas un Transformer para casa.
EliminarMe descojono y no me descojono. Es triste. En UK me pasaba algo parecido hasta que llego Isa. A nosotros nos pagaban trimestralmente y un dia, por un atraso, coincidieron 6 meses de sueldo juntos en la cuenta de repente. Me llamaron del banco ipso facto para ofrecerme una tarjeta de credito especial y poner los dineros en las Islas del Canal. Seriously.
ResponderEliminarVaya grandes. A mí no me llaman ni para darme una cacerola. Recuerdo cuando en España, con el Tito, me pagaban cada cuatro meses y me tiré 8 sin ver un leuro. Ahora, cuando llegó la pastuquis, buff, que gozada.
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