Está muy en boga la profesión de opinador, oficio que permite a quién lo desempeña
el decir, desdecir y contradecir cualquier cosa acerca de cualquier tema. Lo
bueno de este tipo de ocupación es que autoriza a esgrimir una maestría sin
igual en cualquier campo. Así tenemos peritos del séptimo arte metidos a
epidemiólogos, talentos musicales con un envidiable conocimiento de la
situación geopolítica actual, o licenciados en ciencias de la información que
lo mismo destapan tramas de corrupción del más alto nivel que elucubran sobre
la marca de gomina de la última y fulgurante estrella del Real Madrid.
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Inda ha aprendido tanto de fútbol que ya puede hasta simular agresiones |
Renacentistas mujeres, hombres y viceversa que, puestos a opinar, no conocen límites para su imaginación, lo cual está muy bien. Ponerle un candado a la mente humana es poco menos que una tropelía, ya que de las mentes más insospechadas puede surgir una idea genial. Claro que esperar lo inesperado no es siempre la mejor opción, así que la pregunta que cabe hacerse algún día es, ¿por qué de súbito la lista de voces versadas en cualquier área se alimenta casi exclusivamente de presentadores de televisión, tertulianos, actrices o tonadilleras mientras se obvia a los verdaderos expertos?
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Ejemplo de científico tras discusión con reina de la farándula |