Me pasa una cosa curiosa con Marcos Llorente. Dos cosas curiosas, de hecho. La primera es que pese a ser un tío internacional por España, titular con el Atlético de Madrid y heredero del apellido Llorente de amplio pedigrí en el fútbol patrio, no tengo ni idea de qué ni cómo juega. No sé si es lateral, medio, delantero, rápido, diestro, cojo o con buen remate de cabeza. No lo sé ni me importa porque no tengo ni idea de fútbol ni sería capaz de diferenciar un carrilero izquierdo de un lateral que defiende flojito. La segunda cosa curiosa es lo mucho que nos parecemos Marcos y yo. Yo opino de fútbol sin saber pegarle una patada a un bote y él opina de Biología Molecular con la capacidad cognitiva de un hámster. El tío de las gafas de colores habla de “Biología de verdad” pero los biólogos de verdad no parecen estar muy de acuerdo con el bueno de Marcos. Para darle peso al resto del texto, recordemos que, pese a que me gusten los Transformers, Batman, Mortadelo, las pelis de cocodrilos y los kínder sorpresa, yo soy doctor en Biología Molecular. El que lleva ventitantos años currando en un laboratorio y el que trabaja en una de las diez mejores universidades del mundo (lo que vendría a ser el Atlético de Madrid del campo de la investigación) soy yo. Yo tengo la oficina donde antes vivía y trabajaba Charles Darwin, claro que el que juega donde jugaban Futre o Schuster es Marcos Llorente y a veces uno no está a la altura de los que vinieron antes.
| Igual también opinamos diferente en temas de evolución |