Corría el año 2012
cuando celebré mi 33 cumpleaños con un viaje
a las cataratas del Niagara. El recorrido en bicicleta más hermoso de mi
vida y 66 millas infernales bajo un sol de justicia. Una década atrás, que se
dice pronto.
Desde entonces, durante
estos diez años, la piel que habito se ha travestido en diferentes yoes,
algunos exitosos y otros no tanto. Por ejemplo, tras pasar por Madrid, la
supermodelo que ocupa mí cuerpo escultural decidió establecer su base de
operaciones primero en Nueva
York y más tarde en Londres,
admitiendo que Roma y París quizá tengan que esperar a mi próximo desfile. La
loca de los gatos que anida en mi corazón ha ido adoptando felino
tras felino hasta convivir con un trío de pequeños monstruos procedentes de
cada una de las ciudades que me ha acogido en esta década. El futbolista
decrépito que martiriza mis tendones pero conserva
un demoledor chut decidió coronar su estancia en la gran urbe neoyorquina con
dos títulos de liga en sendos torneos organizados por Naciones Unidas. El
escritor infame que aporrea el teclado de pascuas en ramos y al que la musa
abandonó tiempo atrás ha culminado su ópera prima y obra magna al mismo tiempo
con un listado de
los peores personajes del mundo Marvel. Un escrito que se encuentra a la
espera de su posible (o imposible) publicación. El científico vanidoso
que deseaba convertirse algún día en el Doctor Muerte ha abandonado todo
delirio de grandeza económica para
encontrar el empleo de su vida en una de las diez mejores universidades del
mundo. El coleccionista indómito, gafapastil y amante de la estulticia ha
aumentado exponencialmente su recopilación de G.I. Joes, Transformers y demás figuritas
infames cuya única función es liberar la serotonina de quién esto escribe.
Todos estos personajes (y
alguno más) conforman un yo de 43 años. Un tipo que todavía usa (cada día menos)
Jugando Pachangas para aprender a escribir. En definitiva, un marido cuarentón,
ligeramente regordete, propenso a las lesiones musculares y a la alopecia, con
tendencia a querer ver cualquier película
de Nicolas Cage y malsano amor por los
tebeos ochenteros. Mis diversos yoes han encontrado un hogar con su esposa
y mejor amiga, sus tres gatos y las múltiples tonterías que hemos arrastrado en
mi mochila por diversos continentes. Un hogar a un paso de mi familia y amigos. No está mal. El año que viene más, y mejor.
Jajaja...¡Grande, Adolfo! Oye, pues repasando tu biografía, no te ha ido nada mal. Que sigas pachangueando otros tantos años.¡Y que lo veamos!
ResponderEliminarGracias, don Iker!
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