jueves, 14 de julio de 2022

CUMPLIENDO 43 Y CON GANAS DE PACHANGAS

Corría el año 2012 cuando celebré mi 33 cumpleaños con un viaje a las cataratas del Niagara. El recorrido en bicicleta más hermoso de mi vida y 66 millas infernales bajo un sol de justicia. Una década atrás, que se dice pronto. 

Desde entonces, durante estos diez años, la piel que habito se ha travestido en diferentes yoes, algunos exitosos y otros no tanto. Por ejemplo, tras pasar por Madrid, la supermodelo que ocupa mí cuerpo escultural decidió establecer su base de operaciones primero en Nueva York y más tarde en Londres, admitiendo que Roma y París quizá tengan que esperar a mi próximo desfile. La loca de los gatos que anida en mi corazón ha ido adoptando felino tras felino hasta convivir con un trío de pequeños monstruos procedentes de cada una de las ciudades que me ha acogido en esta década. El futbolista decrépito que martiriza mis tendones pero conserva un demoledor chut decidió coronar su estancia en la gran urbe neoyorquina con dos títulos de liga en sendos torneos organizados por Naciones Unidas. El escritor infame que aporrea el teclado de pascuas en ramos y al que la musa abandonó tiempo atrás ha culminado su ópera prima y obra magna al mismo tiempo con un listado de los peores personajes del mundo Marvel. Un escrito que se encuentra a la espera de su posible (o imposible) publicación. El científico vanidoso que deseaba convertirse algún día en el Doctor Muerte ha abandonado todo delirio de grandeza económica para encontrar el empleo de su vida en una de las diez mejores universidades del mundo. El coleccionista indómito, gafapastil y amante de la estulticia ha aumentado exponencialmente su recopilación de G.I. Joes, Transformers y demás figuritas infames cuya única función es liberar la serotonina de quién esto escribe.

Todos estos personajes (y alguno más) conforman un yo de 43 años. Un tipo que todavía usa (cada día menos) Jugando Pachangas para aprender a escribir. En definitiva, un marido cuarentón, ligeramente regordete, propenso a las lesiones musculares y a la alopecia, con tendencia a querer ver cualquier película de Nicolas Cage y malsano amor por los tebeos ochenteros. Mis diversos yoes han encontrado un hogar con su esposa y mejor amiga, sus tres gatos y las múltiples tonterías que hemos arrastrado en mi mochila por diversos continentes. Un hogar a un paso de mi familia y amigos. No está mal. El año que viene más, y mejor.

2 comentarios:

  1. Jajaja...¡Grande, Adolfo! Oye, pues repasando tu biografía, no te ha ido nada mal. Que sigas pachangueando otros tantos años.¡Y que lo veamos!

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