Con el Sporting pasa un poco lo mismo. Un año, tiempo atrás cuando las Spice Girls dominaban el mundo, experimentaste lo que era seguir y animar a un equipo en el que compartían vestuario Kaiku, Kosolapov y Kucharski. Te juraste que aquella liga de los 13 puntos iba a ser lo peor que ibas a vivir como aficionado rojiblanco. Luego llegaron más dolores, pero no te parecían tan punzantes. Por aquí pasó un marroquí que se hacía llamar Camacho, aplaudimos a Congo como si fuera Ronaldo renacido y te preguntaste que pintaban en el Molinón Gustavo Adolfo Cañizares y Jurado. Te asomaste al Bernabéu con Colin de central y alguien comentó que Maldonado iba a ser el nuevo Garrincha. Creíste que lo habías visto todo, pero el mundo no se detuvo y mientras te adentrabas en la mediana edad, pasamos de Miera y Novoa a Baraja y José Alberto. La cosa se puso complicada y, sin embargo, seguías confiado. Nada, nunca, jamás vamos a vivir una temporada como la del 97-98. Era imposible hacerlo peor. Sin embargo…
Aquí estamos. Sufriendo, pero evitando caer en los pozos insondables de la
segunda B, primera RFEF o como quiera que se denomine al fútbol semiprofesional
hoy en día. Lo de este año ha sido terrible. Cada alineación parecía el casting
de una película de terror. Cada entrenador se empeñaba en hacerlo peor que su
predecesor. Escusas de baratillo en las ruedas de prensa, miradas lánguidas y espectáculos
lamentables sobre el verde Molinón. Partidos que hacían que Popovic y Lekovic
pareciesen Oliver y Benji. Puto año, Tete, y lo peor es que pudo ser
peor.
Sergio, Nikiforov, Tomás, nombres ilustres entre la barbarie |
Aunque la cosa empezó bien. Durante diez partidos das palmas con las orejas. El equipo presiona, muerde y juega. Villalba parece un crack y Gaspar se hace uno más en la sub21. Media primera suspira por nuestros jugadores, Pedro va a capitanear el Liverpool y Djuka es Shevchenko hecho Dios. Mierda, este año subimos en febrero. Como casi todos los años. Luego la realidad te golpea como un yunque de ACME. El amor es efímero y pasamos del deseo sexual inagotable al no me molestes mientras veo la tele. Al Sporting le huelen los pies, engorda y ya no te pone como te ponía. Gragera es un chepo, Kravets un calvo, Berrocal es el peor central de la historia y Mariño no para ni los taxis.
En algún momento parecíamos un equipo |
Como es tradición en el Sporting, no se puede hundir en el abismo con donosura y estilo. Cuando el Sporting cae, cae a plomo. Ruina total, para qué quedarse a medias. Para emponzoñar la llaga, se acudió al mercado de invierno para traer, a precio de jamón ibérico, a un tío que lleva la intemerata sin jugar, un lateral que se lesiona más que Prosinecki y un venezolano con pinta de buen bateador. Por si acaso no se acabó de joder la marrana, todas las decisiones llegan tarde y eligiendo el mal mayor.
Y así llegamos al punto y final de la peor temporada de la historia del Sporting.
A puntito de que cante la gorda y nos veamos en los abismos de la locura, hay
que llamar a Abelardo para que ponga algo de lógica en esta casa. Claro
que, para salir del paso, se le entregan las llaves del reino al tío que se
relamía con Viguera y Afif. Miedo me da. Esperamos que la edad le
haya afinado el gusto. Falta hará. Por lo visto esta temporada, cambiarle la
cara a medio equipo parece la decisión más lógica, pero no tiene por qué ser la
que mejores resultados dé. Mientras tanto esperar. Ya no somos jóvenes. Ya las
hemos visto de todos los palos. Ya nos conocemos lo que nos espera tras treinta
años en los que hemos pasado de Joaquín, Iordanov y Luhovy
a Nacho Méndez, el Puma y Berto. En unos meses veremos
dónde estamos. Mientras tanto, una vela a Dios y otra al Diablo. Falta hará. Todo
es susceptible de empeorar. O no.
Iordanov, porque no siempre dos cejas ven mejor que una |
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